Precisemos, El ciclo de la riqueza atípica en tiempos de guerra

Así como el Estado recupera policial, jurídica y constitucionalmente los bienes productos de robos diversos en sus diferentes modalidades, de manera que el delincuente no se limite a purgar prisión o arrestos, sino que sus botines vuelven a sus dueños o, en todo caso, los recupera el Estado para sí y luego los  devolvería a los ciudadanos en general, asimismo, entendemos,  al cierre de este horroroso momento circunstancial, político y económico,  el Estado haría algo semejante, aunque de forma masiva porque masivamente ha sido la apropiación ilícita que han venido haciendo todos y cada uno de los soldados comerciales o comerciantes y fabricantes voluntariamente declarados en guerra contra el consumidor y , por consecuencia, contra la actual administración Pública.

Los indicadores inflacionarios serían el instrumento más indicado para conocer estimadamente el cuantioso trasiego patrimonial que han hecho estos comerciantes de la riqueza, de los consumidores a sus ávidas “cajas registradoras”. Es presumible que el Estado fijará las multas ex post que recibiría toda esa soldadesca comercial a fin de que la riqueza mal habida regrese al pueblo.

El buhonero o bachaquero de a pie ha cogido cola en esa guerra y, es de esperarse que durante la inmediata posguerra reciba un tratamiento especial por parte del Estado, como tratamiento especialísimo podrían recibir los falsos representantes comunales que se han sumado indirectamente a semejante tragedia que se ha traducido en una hambruna que cada día se ve acentuada.

Como bien lo saben hasta las piedras, el comercio belicoso y beligerante ha sacado de sus inventarios casi todo lo que tiene que ver con alimentos proteínicos: caraotas y otros cereales, carnes de todos los colores, terrestres, aéreos, marítimos y fluviales, y los huevos, además de los energéticos populares como el azúcar y lípidos   como mantequilla, margarina, aceites comestibles. Las nueces, por cierto, fueron las primeras proteínas grasosas que fueron encareciendo y hasta dejaron d e importarlas; asimismo el girasol para mascotas, etc., etc., etc.

Una ligera inspección ocular nos revela cómo los consumidores afectados han rebajado de peso, chavistas y no chavistas.

Súmese a esa hambruna el desaseo personal, medicinas varias, etc. Es decir un bombardeo que no derrama sangre, pero sí los bolsillos y la capacidad de sobrevivencia de la gente con la inclusión de sus propios seguidores, estos por ingenuidad o maldad primitiva reñida con la mínima expresión de solidaridad humana que viene demostrando el segmento demográfico opositor que los apoya a pesar de estar sufriendo en pelleja propia los mismos estragos de esta guerra. Esto se explicaría porque estos últimos fueron convencidos, como buenos domesticados y domesticadas, de que esa hambre suya sería el precio para matar, al final, la revolución en marcha y todo que tenga que ver con valores unionistas y patrióticos.



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Manuel C. Martínez


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