La revolución es la madre de los cambios

Louis A. Pérez Jr, sociólogo y profesor de la Universidad de Carolina
del Norte en Chapel Hill, Estados Unidos, y autor de importantes
libros acerca de la identidad nacional cubana, ha publicado un
interesante ensayo en el que hurga en el significado de momento actual
de los vínculos entre Cuba y Estados Unidos. El título puede confundir
a muchos acerca del contenido: ¡Visite Cuba antes de que cambie!

“Con implacable tenacidad Estados Unidos se ha propuesto conseguir el
cambio en Cuba. Ha sido una determinación con carácter de fijación en
el transcurso de cincuenta y cinco años: una invasión armada,
veintenas de complots de asesinato, años de operaciones encubiertas y
decenios de sanciones económicas punitivas. Un embargo más duro que el
impuesto a cualquier otro país del mundo, según lo admitiera la
secretaria de Estado adjunta Roberta Jacobson en 2015. Todo diseñado
para infligirle adversidad al pueblo cubano y profundizar el
descontento mediante la privación económica, con la esperanza de que
las penalidades obren en el sentido de incitar al pueblo cubano a
rebelarse para que, en una arremetida, precipite el derrocamiento del
gobierno cubano.”

Así resume el profesor Pérez la trágica historia de agresiones y
vejaciones que ha soportado el pueblo cubano por su firme decisión de
llevar a cabo su proyecto de cambio independentista y socialista.

Cuando la revolución cubana apenas se iniciaba (aunque ya había
producido impresionantes conquistas populares aplaudidas
universalmente, como la reforma agraria y la alfabetización de todo el
pueblo), Washington declaró que el turismo a Cuba era contrario a la
política exterior y los intereses nacionales de Estados Unidos. Los
viajes a Cuba quedaron así vedados por ley para todos los
estadounidenses como parte de una cruel política de hostilidad.

Se conoce, porque las encuestas así lo indican, que la mayoría de los
ciudadanos estadounidenses deseaban y siguen queriendo relaciones de
amistad con Cuba no obstante el veneno que durante mas de medio siglo
les han estado inyectando los medios masivos.

Lo lamentable es que no todos los norteamericanos basan sus criterios
en el hecho de que esas políticas violan principios básicos del
derecho internacional y normas elementales de convivencia humana. Son
muchos los que sólo ven el asunto desde el punto de vista de lo que
conviene a las corporaciones que, por efecto de muchos años de
manipulación mediática, son consideradas la razón y el símbolo de la
nación estadounidense.

El mérito del gobierno de Barack Obama ha estado en haber reconocido
el fracaso de la política seguida por su país durante más de medio
siglo. Estados Unidos había insistido en el cambio político en Cuba
como precondición al establecimiento de relaciones diplomáticas
normales. Próximo el final de su mandato, Obama viró esa política de
cabeza, propuso relaciones diplomáticas normales como paso inicial;
reanimó el sistema de autorizaciones selectivas “pueblo a pueblo”;
modificó regulaciones; suavizó controles y relajó restricciones para
ampliar los viajes autorizados a Cuba. Se declaró impotente contra el
bloqueo, pero exhortó al Congreso a levantarlo.

“Mediante el compromiso, tenemos una mayor oportunidad de inducir
cambios que por otros medios” declaró el Presidente para justificar el
reajuste de su política hacia Cuba. “La presencia estadounidense en
Cuba serviría para difundir en el pueblo cubano los valores de Estados
Unidos”.

Cuba había aceptado el reto que suponía la política “pueblo a pueblo”
de Washington porque, no obstante su declarada intención de que los
visitantes promovieran entre los cubanos la “democracia” (término con
que Washington designa al sistema capitalista), los cubanos apreciaban
tal propósito como oportunidad para demostrar a los visitantes las
falsedades de la campaña difamatoria que desde hacía más de medio
siglo libraban a escala global los medios corporativos de Estados
Unidos contra Cuba.

La distancia que media entre las manipulaciones de esa campaña y la
verdad es tan grande que desde el primer minuto de contacto con la
realidad, los visitantes –como regla– se abren al entendimiento de las
razones que dieron lugar a la histórica hazaña popular que es la
revolución cubana y la sinrazón de la política de hostilidad de su
gobierno contra el pequeño país insular.

Las mentiras, al chocar contra las evidencias, acabaron por despertar
una fuerte corriente de atracción hacia el proceso independentista y
de justicia social que es la revolución cubana.

Todo parece indicar que la nueva política estadounidense contra Cuba
consiste en incrementar los contactos con el pueblo cubano, apoyar lo
que ellos entienden por sociedad civil en Cuba y romper la interacción
entre los cubanos y sus autoridades populares. Todo ello partiendo de
claros fines neoliberales de separar al pueblo del Estado y fomentar
el desarrollo de una clase capitalista en la isla.

Cuba, por su parte, seguirá en su empeño revolucionario de cambiar lo
que tenga que cambiarse, aprovechando oportunidades, pero evitando
trampas. ¡La revolución es la madre de los cambios!


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Manuel Yepe

Abogado, economista y politólogo. Profesor del Instituto Superior de Relaciones Internacionales de La Habana, Cuba.

 manuelyepe@gmail.com

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