La puerta derribada: fin del constitucionalismo "preñado de buenas intenciones"

"La Ley es cualquier cosa que los nobles hacen"

Frank Kafka

1. En la actual Asamblea Nacional desfilan, como sombra invisible y visible, la corte de constitucionalistas liberales: el desafuero de su gran miedo, cuya definición insuperable la encontramos en Kafka, "La Ley es cualquier cosa que los nobles hacen".

Impúdicamente, no dan la cara; pretenden mantener incólume su "alma bella"; ocultando su vil trabajo: el sicariato de picapleitos que formaron en la UCV, la UCAB y la Santa María funge de Sección de Asalto.

Desde ya se movilizan para perfilar y establecer el propio entramado jurídico-legal de un régimen político que se corresponde con la lógica de los nuevos fascismos. Los constitucionalistas liberales colapsaron, y se constituyen como la banda de leguleyos mafiosos que apalancan la salida neoliberal de la crisis.

La cosa es más que desvergüenza académica, postración intelectual y abyecta sumisión:

El síntoma y evidencia (o el límite cero) de su credo o doctrina: el liberalismo constitucional no calza de ningún modo, con la voluntad del pueblo y la promesa democrática. Desde Bobbio (por lo menos), no es un descubrimiento que el liberalismo reina a sus anchas en sociedades que "reducen la democracia a las clases pudientes".

Y si seguimos las pretensiones filosóficas de Donald Rumsfeld, "Hay conocidos conocidos. Esas cosas que nosotros sabemos que conocemos", (para legitimar el horror carcelario de Abu Ghraib), el travestismo del constitucionalismo liberal no es más que un "conocido conocido" que podemos localizar en todo proceso de fascistización y contra-democrático; significa la raya que todo sapiente constitucionalista liberal está dispuesto a traspasar, a violentar.

2. A contramarcha de los "demócratas realistas" que se deslindan del chavismo, no se trata sostener que se "esfuman las posibilidades de dialogar". Tal planteamiento tiene que presentarse con base de la vigencia y existencia de condiciones de posibilidad, para que el acuerdo democrático sea efectivo. Si no se cumple con ese requisito, estamos ante una fantasía innombrable o un suicido político.

Y es extremadamente sintomático (exactamente, sospechoso) que Schemel y afines enfaticen como solución, la despolitización del conflicto o el dialogo despolitizando el conflicto: Schemel cavila y quiere un acuerdo económico "sin banderas por ambos bandos": ni más, ni menos.

De manera light, y paradójicamente espeluznante, tal propuesta política no es seductora, si la cosa es la paz y la democracia (el programa mínimo de todo demócrata realista). Entonces, la pregunta es ¿Qué democracia postulan y defienden los demócratas realistas? La respuesta salta a la vista: Una democracia de baja intensidad.

El acuerdo democrático no puede asimilarse a la anulación o desaparición del disenso y de la confrontación fundamentada en el desacuerdo político, ya que tal pretensión, después de todo, ha sido siempre una vana defensa ante, precisamente, la expresión plus ultra del fascismo. Los fascistas y neofascistas siempre han alegado que en "la democracia es indisoluble el desacuerdo", que la armonía de las sociedades es posible, si se asume (resueltamente) el amansamiento y exclusión del conflicto.

El dialogo para entendernos "sin banderas para formar un gobierno nacional entre todos los factores", constituye una rendición y claudicación antidemocrática: vence un consenso espurio y es derrotada la democracia, Es decir, se impondría la injusticia sobre lo que es justo: tendríamos que aceptar y calarnos leyes basadas en la impunidad en vez de las que están fundamentadas en la justicia:

"De la Atenas del siglo V… el partido de los ricos no habrá dicho nunca sino una sola cosa, que es precisamente la negación de la política: no hay parte de los que no tienen parte… La política es la esfera de actividad de un común que no puede sino ser litigioso…La política comienza precisamente allí donde dejan de equilibrarse pérdidas y ganancias, donde la tarea consiste en repartir las partes de lo común… Para que la comunidad política sea más que un contrato entre personas que intercambian bienes o servicios, es preciso que la igualdad que reina en ella sea radicalmente diferente a aquella según la cual se intercambian las mercancías y se reparan los perjuicios" (Jacques Ranciere, "El desacuerdo")

3. La izquierda deslindada del chavismo, también enfatiza que se trata de una confrontación ficticia, que estamos ante la invención de un escenario de alta conflictividad que obedece a lógica perversa de dos políticas que se oponen perversamente en torno de la lucha por el d poder.

Extraña modalidad (si la cuestión es desde la izquierda) de asumir la política (la lucha de clases): reformular el conflicto en términos de que estamos ante un impropio e ilegítimo juego de mentiras, engaños y manipulaciones. A ese preciso campo de izquierda, habría que preguntarle con Gabino Palomares: ¿A qué le tiran con su fantasía?

La cuestión que consideramos real, para el chavismo (y la izquierda), se teje con base de la política que decide la coyuntura y de las cuestiones políticas que se deciden en la coyuntura. Ahí radica nuestro desacuerdo fundamental con cierta izquierda: la interpretación o análisis de la coyuntura que asegura definir y desencadenar un nuevo rumbo de la revolución chavista. Ese es el punto crucial, la política que se hace cargo de un conjunto asuntos políticos contradicciones (para nada episódicas y sorpresivas) y desenlaces, extremadamente críticos.

Entonces, está en juego la libertad de nuestro potencial revolucionario: "Cuando nos unimos a una lucha específica, la pregunta clave es: ¿cómo nuestra participación en ella o nuestra retirada de la misma afecta a otras luchas?"

Conclusión general operativa:

La ficción del liberalismo constitucional respecto de un Estado con poderes limitados, desde siempre, deriva en la defensa y consolidación de un poder (estatal, social, económico, político, militar) ilimitado: el exceso de poder del sistema de la "democracia procedimental", la antidemocracia sedimentada (en estado puro). Esto es la vigente instrumentalización de la democracia por el poder imperialista, en estos tiempos del capital global o de la dictadura de las finanzas y el ascenso de nuevos fascismos.

El credo liberal experimenta un primer punto de quiebre y si se prefiere "una gran transformación" que Jeremy Bentham hace efectiva, de acuerdo al desplazamiento de la libertad en general por el específico principio liberal de la "libertad la negativa": "…la situación en que se encuentra tanto un individuo como un grupo que no es impedido por una causa externa para hacer lo que él desea y no es constreñido a hacer lo que no desea". Principio suficientemente redimensionado y potenciado en el curso las últimas cuatro décadas.

Ubicados en ese extremo de la libertad negativa, las leyes sediciosas del bloque imperial-oligárquico, no pueden sorprender a nadie. Y ese es el escenario que no puede eludir: los demócratas realistas y la izquierda desmarcada del chavismo. ¿No avanza la elite imperial una movilización mundial para justificar, legalizar y normalizar la tortura?

Es la cuestión que debe asumir, el chavismo y toda política de izquierda, si el socialismo y el poder del pueblo es la causa: no podemos desentendernos del divorcio radical, absoluto entre el constitucionalismo liberal respecto de la democracia y el Estado social de derecho. Toda política que se presuma de izquierda y todo realismo democrático es impotente, si se desentiende de que la tolerancia liberal ha concluido y tiene alcances, más que desagradables: desde Libia, Irak, Ucrania, El Congo, Mali y Siria hasta Grecia. La verdadera plataforma de lanzamiento al infierno de la humanidad.

Y a quien tenga dudas acerca de la eficacia política del constitucionalismo liberal y sus leyes insurreccionales (incluye demócratas realistas, la izquierda desmarcada del chavismo, y también a sectores chavista) va lo que sigue: Himmler, en un discurso (público) ante los líderes de las SS en Posen el 4 de octubre de 1943, asume la "gloriosa página de nuestra historia, la cual ni ha sido escrita nunca ni puede escribirse nunca… No me consideré a mí mismo tan justificado para exterminar a los hombres -es decir, matarlos o hacerlos matar- y permitir que los vengadores en forma de niños crecieran junto a nuestros hijos y nietos. Hubo de tomarse la difícil decisión de hacer desaparecer a estas personas de la faz de la tierra".

La pregunta se impone ¿Cómo es posible que tal horror aconteciese? Y desde entonces, la democracia y la izquierda están acicateadas por esta pregunta:

Para comprender y combatir los procesos fascistas se impone asumirlos, permítase la expresión, en su pureza. Es el neofascismo lo que nos permite comprender nuestra encrucijada histórica.



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Francisco Cedeño Lugo


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