La Crítica desde la Revolución: Contratiempo esencial

 

"La crítica es excavar el suelo que pisas,

para saber quien eres"

(del Libro "La humanidad sembrada")

 

La revolución bolivariana confronta sus mayores dificultades en los últimos 13 años. La situación no alcanza los niveles de crispación que se vivieron en la fractura institucional de PDVSA y de la FANB. Sin embargo, los procesos sociales y políticos que se van dando al interior de las fuerzas progresistas y las que se exacerban y aceleran con las fuerzas opositoras en la Asamblea Nacional, revelan la necesidad de crear espacios para la crítica sin caer presas de la consigna y el panfleto y la negación a ultranza de los logros y los errores. Abordemos el tema sobre lo que consideramos es un núcleo fundamental para asumir el presente y el futuro que nos convoca. La pregunta que nos convoca es el sentido de la revolución en Venezuela.

Asumamos la licencia que nos da el ejercicio del lenguaje y procedamos a expandir el uso del término revolución para referirnos así a toda propuesta de cambio que signifique la aceleración de los procesos temporales en la sociedad a partir de un acto de voluntad colectiva. Una revisión de lo que nos dice el Diccionario de la Real Academia Española es revelador, la define como "cambio profundo, generalmente violento, de las estructuras socioeconómicas y políticas" (2) y como "cambio rápido y profundo de cualquier cosa" (3). Lo común parece ser el vértigo, la sucesión violenta por encima de cualquier cosa. Es también común lo tácito en torno a la naturaleza de quien conduce esos cambios.

Desde la dimensión del vértigo, en Venezuela hemos vivido una revolución sin lugar a dudas desde 1999. Los cambios han sido de tal magnitud que son innegables en todos los órdenes. En lo económico, político y social la sola aparición de nuevos sujetos de derechos e interlocutores sería suficiente para clasificar este proceso como revolucionario. Pero, la crítica revolucionaria deberá llevar un paso adelante su esfuerzo. Deberá sostener que quizás hubo cambios pero que ellos no tienen la otra dimensión para que sea revolución: profundidad.

¿De qué profundidad deben ser los cambios para que exista revolución? La pregunta es importante porque puestos en el presente, diremos que la profundidad de los cambios en Venezuela son enormes: Una nueva constitución, una definición innovadora de democracia, un reconocimiento de los derechos en proporción y amplitud nunca conocidos en América Latina. Y, sin embargo, hay una fuerza creciente que nos alerta de que esa profundidad no ha sido suficiente. ¿Cuán profundo debe ser el cambio para que en Venezuela exista una revolución?

La respuesta, ya la sabemos, radica en la frase conocida "sin revolución cultural, no hay revolución". Corresponde entonces preguntarse si lo alcanzado en el plano cultural tiene la dimensión de cambio profundo. Los resultados no se pueden medir en términos de productos culturales por la sencilla razón de que ese indicador es pobre para darnos la medida de los cambios. Quizás una anécdota lo ilustre mejor. En una mañana de 2004, transcurrido un año de los eventos del paro petrolero se realizó un acto en el cual había la presencia de militares de rango medio. Las sillas eran escasas para las personas que allí estaban. Un mayor se levantó y cedió su silla a una señora humilde que vino a romper la monotonía del color verde oliva con una mancha multicolor. La naturalidad del gesto de cada cual sigue vibrando como muestra de un cambio profundo en el comportamiento aprendido en uno y otro. A la distancia de 12 años quizás ese recuerdo sea marginal ante el otro comportamiento que parece estar resumido en esas frases que resultan lapidarias porque resumen en ellas, el signo de un tiempo. La frase en este caso es de un acaudalado empresario venezolano de apellido Zuloaga. Señaló ante la acusación de una especulación atroz en la venta de vehículos: "Puede ser que especule, pero doy empleo". Esa frase parece haberse instalado en el imaginario colectivo: "Puede ser que especule, pero consigo lo que necesitas". Ante esta transformación desmesurada en comparación con lo esperado ya no de una revolución socialista sino de un cambio positivo para una nación, podríamos suponer que estamos frente a un fracaso estruendoso.

En resumen, no pudimos superar la vieja afirmación "El hombre es lobo para el hombre". El núcleo del cambio social que es el modo como nos vemos unos a otros, no cambió en sustancia pero experimentó un crecimiento exponencial en quienes lo practican. La masificación de la explotación del otro nos ha instalado en cuestión de pocos años en la antítesis de una sociedad integrada e integradora. El deterioro es de tal magnitud que es evidente que una relación social basada en aquella frase proferida por un empresario "exitoso" es inviable. Acaso ese sea un efecto colateral del cambio profundo que supuso que nos diéramos cuenta que en Venezuela habían mucho más venezolanos de los que originalmente reconocíamos como tales. Notese que no es un problema de que eramos más y no lo sabíamos. Es más terrible.. eramos los mismos sólo que no todos eran visibles. No todos contaban. No todos eramos iguales.

El fracaso sin embargo, está allí, no era suficiente hacerlos visibles como quien descubre una mina. Faltó cultivar y desarrollar en lo descubierto y en los descubridores el portento que es resignarse ante nuevas presencias como otros y como forma de ser. Nos faltó la crítica esencial sobre aquello en lo cual un proceso revolucionarioa actúa esencialmente. Nos faltó la crítica sobre el modo como nos concebimos en la relación con el otro. Con todo otro que encarna no el reto de su aniquilamiento sino de su cuidado. Allí radica la derrota que esperamos sea transitoria para nosotros, los venezolanos de este tiempo. Asumirla definitiva sería no sólo cerrar las puertas a los procesos históricos de los pueblos, sino a la más elemental condición de humanidad puesta en clave de construcción: Ser críticos de nuestras propias acciones y discursos.

Probablemente, la paradoja de no saber quién es el actor de esos cambios es porque quien lo hace se construye en la medida en que lleva adelante la transformación profunda, la más esencial, la del sujeto político que así se construye. Una revolución será exitosa si logra transformar ontológicamente al sujeto político. Esa es la medida de todos nuestros esfuerzos y también de todos los fracasos.

 

A Tiempo: La ceguera no sólo es ausencia de luz sino también el exceso intolerable de la luz. La explotación de las minas de oro en Venezuela significa la puesta en escena pública lo que viene ocurriendo en la ilegalidad desde hace décadas. ¿Se justifica la explotación a cielo abierto por parte del estado para controlar lo incontrolable? ¿Será inevitable la explotación y entonces quienes se rasgan las vestiduras ahora, serán los magnates de esas mismas minas en el futuro? Hay culturas originarias, fuentes de agua y biodiversidad que parecen desde su silencio demandar un derecho que nadie parece querer escuchar. ¿Quiénes podrán asumir sus voces? El quinto objetivo histórico del Plan de la Patria nos interpela.

 

La pregunta que nos agobia no es tanto por desconocer la respuesta como por no aceptarla.

 



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Alejandro Elías Ochoa Arias

Profesor Titular de la Universidad de Los Andes. Profesor Invitado de la UBV Zulia, Universidad Politécnica Territorial Kleber Ramirez. Ha sido autor de varias publicaciones en revistas científicas nacionales e internacionales. Ha sido conferencista invitado y profesor invitado de la Universidad de Hull en Inglaterra, la Universidad del Cuyo en Argentina y la Universidad de Santiago de Chile en Chile. Ha contribuido en la definición y puesta en marcha de los centros de investigación: Centro de Investigación y Desarrollo en Tecnologías Libre (CENDITEL) y del Centro de Investigaciones en Gestión Integral de Riesgos en Mérida.

 dioseses@gmail.com

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