Tercera fase de la gran recesión del capitalismo: China y los países emergentes

Índice:

Nueva recaída de la economía mundial a partir de 2015

La lucha por la hegemonía mundial y el nuevo modelo de acumulación

La crisis de los emergentes, tercer episodio de la gran recesión

Los interrogantes sobre el futuro del capitalismo

 

La interpretación correcta de la situación de la economía capitalista y su evolución, después de más de siete años de desencadenada la gran recesión con la que arrancó el siglo XXI, se ha convertido en un tema fundamental para el que no existen consensos entre los especialistas. La mayoría de los análisis que se pueden encontrar giran en torno al corto plazo, con uno o dos años de previsión, y sobre temas coyunturales, evitando entrar en las tendencias profundas que, evidentemente, son más difíciles de determinar y conllevan un mayor riesgo de error.

En este artículo intentaremos una aproximación a esta cuestión vital ascendiendo en tres niveles. En el primero nos ocuparemos de los datos y tendencias del corto plazo. En el segundo ampliaremos la perspectiva para encuadrar los datos anteriores dentro de una perspectiva más abarcadora que tome en consideración todo el período de la crisis actual desde 2008. Finalmente, en el último nivel ensayaremos las posibles hipótesis desde el punto de vista de las tendencias históricas del capitalismo.

 

Nueva recaída de la economía mundial a partir de 2015

En el corto plazo el hecho fundamental y novedoso, que está condicionando el panorama económico a nivel mundial, es la desaceleración del crecimiento de la economía china, seguido en menor medida, y en parte originado por esa desaceleración, de la caída del precio del petróleo. Todo ello en un contexto de atonía de la recuperación mundial de los efectos de la gran recesión desencadenada hace más de siete años.

En el panorama actual y el previsto para 2016 solo la economía de Estados Unidos parece tener un comportamiento saneado con un crecimiento en 2015 y 2016 de cerca del 3%, lo que ha llevado a la Reserva Federal a aplicar la primera subida en una década de tipos de interés (0,25%) en diciembre pasado. Sin embargo, los problemas económicos internacionales  la hacen dudar sobre la continuación de estas subidas, previstas inicialmente hasta alcanzar el 1%, dada la repercusión negativa sobre un escenario difícil.

Por el contrario, las economías de los países de la Unión Europea siguen mostrando una recuperación frágil e insegura, con un crecimiento de un 1,5% en 2015 y 1,7% previsto para 2016. Con sus altos niveles de desempleo, y bajos niveles de inversión e inflación no puede decirse que la zona euro haya comenzado la recuperación. Los niveles mínimos que alcanza de crecimiento se están consiguiendo gracias sobre todo a dos circunstancias, el bajo precio del petróleo para una región que depende casi totalmente de las importaciones del crudo, y la masiva inyección de liquidez que realiza el BCE (60.000 millones de euros mensuales) para intentar hacer remontar a la economía. En ausencia de ambos factores posiblemente su crecimiento estaría en tasas negativas.

La Unión Europea fue tensada al máximo durante los años anteriores de crisis, las diferencias económicas entre sus socios, especialmente entre el sur y el norte, la llevaron a situaciones extremas como la de la negociación del tercer rescate griego, que llego a suponer la amenaza de la salida de Grecia del euro y, con ello, la puesta en cuestión de la propia moneda europea. Corregido, por el momento, ese riesgo con la claudicación del gobierno de Syriza, sin embargo, las dificultades no han terminado. No solamente las de carácter puramente económico, como la atonía de su crecimiento y las debilidades de algunos sectores bancarios, como el italiano, sino, especialmente, los de carácter político, como el referéndum británico previsto para finales de 2016 sobre su permanencia o no dentro de la UE, el problema de la inmigración masiva desde el norte de África, las derivas derechistas antidemocráticas de algunos de sus miembros como Polonia o Hungría, o la inestabilidad política derivada de los efectos de la crisis (fragmentación política en España, posibilidad de victoria del Frente Nacional en Francia, etc.).

Japón[ii] fue durante muchos años el ejemplo del crecimiento de una economía, convirtiéndose en una de las tres patas del sistema capitalista mundial de la posguerra y en la principal economía asiática. Pero desde su crisis en los años 90 Japón no ha conseguido encontrar un nuevo camino de recuperación, permaneciendo en una situación de estancamiento desde entonces. La expansión monetaria en Japón antes de 1990 llevó a la especulación y el crecimiento interno ficticio hasta que estalló la burbuja especulativa inmobiliario-bursátil ese año. Al descalabro bursátil le siguió un estancamiento económico y un círculo deflacionista. En 2014 su crecimiento fue de 0,1% negativo, del 1% en 2015, y se prevé un 1,2% en 2016. De alguna manera Japón puede representar el modelo a seguir por las economías de la Unión Europea, después de ser afectado por una grave crisis, su economía entró en una situación de estancamiento de la que es incapaz de salir.

Los países emergentes, especialmente los BRIC, se constituyeron en el motor del crecimiento mundial en los años inmediatamente anteriores a la gran recesión (2001-2007) con un 9% de crecimiento medio y hasta de 11% en China, y fueron los responsables de evitar que la gran recesión iniciada en 2008 alcanzase niveles de mayor gravedad. Mediante lo que algunos expertos denominaron como desacople de sus economías respecto al conjunto mundial consiguieron mantenerse hasta prácticamente el año pasado en la senda del crecimiento, tirando, así, del crecimiento del precio de las materias primas, de las inversiones y el comercio mundial. Entre esas economías emergentes no cabe duda que el principal motor lo representó China, seguida a distancia por la India, Rusia o Brasil.

Pero en el 2015 esta tendencia se rompió. China que había venido creciendo un promedio del 10,5% entre 2000 y 2007, y que la han llevado a ser una de las principales economías del mundo (13% del PIB mundial en 2014),  ha pasado a cifras de crecimiento más bajas, el 6,8% en 2015 y el 6,3%  previsto para 2016. Se suele señalar que detrás de este descenso se encuentran, entre otras causas, un cambio de modelo de crecimiento decidido por las autoridades chinas, pasando del anterior basado en las exportaciones a otro basado en el consumo interno, la enorme deuda de sus empresas, la depreciación de su moneda (en agosto de 2015 fue la primera vez que China modificó su régimen cambiario), y la creciente fuga de capitales (medio billón de dólares en 2015). Sin embargo, lo cierto es que hay otras causas más de fondo, como hace sospechar el hecho de que la reducción del crecimiento chino haya coincidido con una profundización de las relaciones capitalistas en su economía, especialmente a partir de su entrada en la OMC en 2001[iii], la apertura de su bolsa de valores, el mayor peso del mercado frente al intervencionismo estatal, los niveles de endeudamiento de sus empresas, etc. Es decir, inicialmente China aprovechó sus reformas de carácter capitalista y su apertura a la economía mundial para alcanzar un gran crecimiento, partiendo de un nivel de desarrollo muy bajo, pero conforme alcanzaba un cierto nivel de desarrollo - desapareciendo con ello algunas de sus principales ventajas competitivas - y se ha sumergido más intensamente en el mercado mundial, ha sido penetrada extensamente por las relaciones capitalistas y se ha vuelto más vulnerable a las crisis del sistema, que se han terminado por trasmitir a su interior.

Pero, como nos recuerdan diversos autores, el frenazo actual en China no es un problema simplemente de ese país, sino que está inserto dentro de las causas profundas que subyacen a la crisis de la gran recesión, es decir, la “tendencia estructural a la caída de la rentabilidad provocada por un exceso permanente de capacidad productiva a nivel mundial….Desde 2007, la máquina de generar beneficios y crecimiento que era China se ha ido erosionando paulatinamente. En 2007, los beneficios industriales de este país crecieron un 39%. En los años de la depresión mundial, 2008 y 2009, bajaron al entorno del 10%. Con un perfil característico de crisis y políticas contracíclicas de expansión monetaria, estos índices se mantuvieron con subidas y bajadas pronunciadas durante los años que siguieron, hasta que en 2014 registraron, por primera vez, cifras negativas. La formación de capital fijo, el gran pivote estratégico del crecimiento chino, bajó entre 2007 y 2013 más de diez puntos porcentuales en términos relativos. En otras palabras, estamos una vez más ante una crisis de beneficios capitalistas.”[iv]

Las situaciones de Rusia y Brasil son bastantes peores que la de China. En el primer caso la evolución de su crecimiento fue de -3,8% en 2015 y se prevé un -1,1% en el 2016 como consecuencia de las tensiones geopolíticas centradas en la guerra de Ucrania y de la caída de los precios del petróleo. No obstante, en el caso de Rusia hay que tener en cuenta sus proyecciones futuras, especialmente a partir de su asociación estratégica con China desde 2006 y los planes de cooperación económica y política articulados en la Organización de Cooperación de Shanghái.

La economía de Brasil se encuentra en la peor recesión en 80 años, su PIB cayó un 3% en 2015 y se prevé que caiga un 3,6% en 2016. Su tamaño la hace ser determinante dentro de América Latina y el Caribe, región que registró un -0,4% de crecimiento en 2015 y hay una previsión de peores datos para 2016 debido a la caída del precio del petróleo y las materias, así como su volumen de exportación, debido a la ralentización del principal importador de sus productos, China. América Latina ha conocido un proceso de reprimarización de sus economías en los últimos años como consecuencia de la gran demanda de materias primas, en las que es abundante la región, y el ascenso de sus precios al calor de su gran demanda por el mercado chino. Esta situación no ha sido aprovechada, en general, para impulsar un proceso industrializador similar al conocido en el sudeste asiático, y en el momento en que han empezado a desplomarse el precio de las materias primas la región ha sido una de las más impactadas.

Solo la India parece resistir mejor entre los países  BRIC, esperándose un crecimiento de más de un 7% para 2016, sobre todo debido a las cifras de gasto público y de inversiones en infraestructuras. No obstante el crecimiento que está experimentando la India, no es comparable el peso de su economía con la de China. Así por ejemplo, en 1975 el PIB de la India superaba al de China en un 9%, hoy el de China supera al indio en un 40% lo cual refleja la diferencia existente en cualquier otro tipo de comparación de datos económicos.

Los países emergentes se encuentran en una situación de reducción de su crecimiento e incluso de retroceso económico general, con la excepción de la India, que se ve agravado en el caso de los países volcados en la exportación de materias primas. Al hecho de la caída de su precio y su demanda en el mercado mundial hay que añadir el impacto por evaluar de la subida de los tipos de interés en EE.UU., de la retirada de los flujos de inversión extranjera del período anterior, o las presiones sobre sus monedas como consecuencia de la situación descrita.

Habíamos señalado dos factores claves para el panorama económico de 2016. El primero era la desaceleración económica china que ya hemos mencionado, el otro era la caída espectacular del precio del petróleo dentro de la tendencia general de la caída del precio de las materias primas. Sus causas hay que buscarlas tanto en la reducción de su demanda, especialmente la proveniente de China, como, sobre todo, por las turbulencias en el lado de la oferta. Efectivamente, en este aspecto encontramos una sobreoferta causada de un lado por una política deliberada de algunos países productores, como Arabia, con objeto de evitar nuevos competidores como EE.UU. con su petróleo obtenido del fracking. Mantenido una sobreoferta y reduciendo su precio convierte en ruinosas las costosas inversiones para la obtención del petróleo por fracking y le suprime como competidor[v]. A ello se añadirá en 2016 el aumento de las exportaciones del petróleo iraní en el mercado mundial (un 20% a mayores), después de levantadas las sanciones internacionales con el acuerdo alcanzado sobre su desarrollo nuclear, esto va a elevar la sobreoferta ya existente. La tendencia más probable en este sentido es a que se mantenga en el tiempo pues el enfrentamiento de los chiitas con los sunitas está personalizado en el choque de dos potencias regionales como son Arabia e Irán que, en el plano económico, enfrenta dos bloques petroleros, el de Arabia y los países del Golfo contra el eje Irán-Irak. La guerra interpuesta entre ambos bloques en Siria o Yemen también tiene su correlato económico en el mercado del petróleo. Esta situación ha arruinado la capacidad de presión de la principal organización de la que se dotaron los países productores, la OPEP.

Como señalábamos con anterioridad la caída espectacular de los precios del petróleo, y de otras materias primas, beneficia a los países consumidores, especialmente los desarrollados muy dependientes como la UE o Japón, pero perjudica claramente a los países productores y exportadores y a las empresas que tienen centrados sus negocios en ellas. El mantenimiento de una situación como la actual durante un largo tiempo terminará por generar importantes problemas internos entre los productores, algunos ya despuntados como es el caso de las tensiones políticas en Venezuela, y otros por aparecer como pueden ser las turbulencias en Arabia o los países del Golfo si las generosas subvenciones sociales con las que mantienen tranquilas sus conflictivas sociedades son retiradas. Las convulsiones en esa zona pueden ser como un boomerang que termine impactando también en los países desarrollados consumidores.

Más de siete años después de desencadenada la gran recesión la economía capitalista global no solo no ha conseguido consolidar una recuperación creíble, sino que se enfrenta a graves riesgos en el horizonte después de haber utilizado intensamente una gran cantidad de instrumentos estatales, especialmente los gigantescos rescates, para intentar poner al capitalismo de nuevo en la senda del crecimiento.

Pero la situación no es igual para todas las economías y regiones. Como hemos visto, EE.UU. es la que mejor se ha recuperado de los efectos de la crisis, alcanzando un buen crecimiento y reduciendo a mínimos sus niveles de desempleo (5%). Esto se ha traducido en una revalidación del dominio mundial de sus corporaciones multinacionales que han salido reforzadas frente a las originarias de Europa o Asia. Así, entre las 100 principales corporaciones mundiales en 2007 EE.UU. tenía situadas 34, hoy son 54, siendo las 10 primeras por valor en bolsa norteamericanas. En este ranking China mantiene sus 11 corporaciones como hace 7 años, en tanto que Europa y el resto de Asia pierden posiciones[vi]. Por un lado esta situación relativiza el discurso de quienes han venido pronosticando el declive de la hegemonía norteamericana pero, por otro lado, a pesar de ser la economía que mejor sea recuperado de la crisis persisten síntomas que apuntan a un largo estancamiento, como es el crecimiento de la productividad, por debajo del 1% en los últimos cinco años, y cuatro veces inferior a lo que creció en las últimas décadas[vii]. Su causa es la atonía de las inversiones que, a su vez, expresa la existencia de una capacidad excedente de medios de producción infrautilizados y la falta de confianza de los inversores en un nuevo ciclo de crecimiento. Por otro lado, Washington está maniobrando para defender y reforzar su hegemonía mundial ante el reto que proviene de China. Para ello está negociando grandes acuerdos para establecer zonas de libre comercio tanto con Europa (TTIP) como con Asia y América Latina (TPP) que analizaremos más adelante.

A pesar del estancamiento persistente de Japón y de la ralentización del crecimiento chino, no cabe duda de que el centro de gravedad de la economía mundial se ha desplazado definitivamente a la región de Asia-Pacífico. China e India son los principales beneficiarios, pero EE.UU. se encuentra en la posición geográfica privilegiada de aprovechar este nuevo centro sin tener que renunciar al comercio trasatlántico en declive. Si la economía china se endereza, los enormes mercados que representan el conjunto de China e India atraerán el grueso del crecimiento y el comercio mundial.

La UE puede haber entrado en una dinámica similar a la que arrastra Japón desde los años 90, la de un estancamiento o crecimiento débil como consecuencia de diferentes factores como son el desplazamiento del centro de gravedad del capitalismo (comercio, inversión, producción e innovación) a la zona Asia-Pacífico, la falta de integración económica entre sus Estados componentes que origina fuertes diferencias en sus seno, o las tensiones originadas en su frontera sur árabe con la inestabilidad política y social y el flujo de inmigrantes entre otros.

Los países BRIC han representado durante los años de la gran recesión la promesa de nuevos centros de crecimiento capitalista que diversificarían los existentes en la tríada UE, EE.UU. y Japón, pero en estos dos últimos años se ha roto este bloque. En tanto Rusia y Brasil entraban en una situación de recesión, India mantenía su fuerte crecimiento y China ralentizaba sus altas tasas anteriores. En esta situación será difícil hablar de intereses compartidos a defender frente a los núcleos maduros del capitalismo.

Las dos regiones que enfocan con más pesimismo su futuro son América Latina y el mundo árabe. La primera porque durante los años anteriores utilizó el tirón de las materias primas para reprimarizar su economía y especializarse en la exportación de las mismas (petróleo, gas, soja, etc.), ahora con la caída de su demanda y precio se encuentra en una situación difícil que seguramente se traduzca en tensiones políticas y sociales. El mundo árabe añade a la caída del precio y demanda mundial del petróleo su grave situación interna derivada del ascenso del islamismo radical, el enfrentamiento de potencias regionales y religiosas, y las guerras civiles que están dando lugar a Estados fallidos como Libia y Siria.

La lucha por la hegemonía mundial y el nuevo modelo de acumulación.

Como apuntamos brevemente con anterioridad hay dos batallas importantes en curso para definir el siguiente período y cómo será el mundo. Ambas están interconectadas. La primera gira en torno a la disputa por la hegemonía mundial. Por segunda vez en su historia la hegemonía de EE.UU. está siendo puesta en cuestión. En la primera ocasión, recién acabada de establecerse esta hegemonía con el fin de la segunda guerra mundial, el nuevo imperio mundial encontró un oponente de su talla en la Unión Soviética. La lucha por la hegemonía se desarrolló en el terreno ideológico y militar, la URSS representaba una alternativa al sistema capitalista y era una potencia militar capaz de medirse en plano de igualdad con EE.UU. Aunque en cierto momento el enfrentamiento se centró en la emulación económica con el objeto de establecer cuál de los dos sistemas era más exitoso, sin embargo, el principal terreno en el que tuvo lugar fue el militar, de ahí los períodos de guerra fría, las carreras de armamentos y la doctrina de destrucción mutua asegurada. Esta primera disputa por la hegemonía finalizó con el hundimiento y desaparición de la Unión Soviética.

La segunda disputa apareció pocos años después de desparecer la primera. Ahora el pulso se libraba principalmente en el terreno económico. A pesar de tener un gobierno nominalmente comunista, China es un país plenamente capitalista y el pulso se libra con EE.UU. en torno a quién será la potencia económica dominante en los próximos años, no planteándose, por el momento, ningún enfrentamiento serio en el terreno militar. Esta disputa tiene unas consecuencias concretas como es la lucha por el control de los mercados, las fuentes de materias primas, o la atracción de las inversiones. Y en este sentido hay que contemplar los nuevos pactos impulsados por EE.UU. orientados a establecer nuevas zonas de libre comercio que sirvan para aislar a China, o la política de ésta en América Latina, África y Asia central para garantizarse mercados de productos y materias primas. Pero también las maniobras chinas para garantizar sus necesidades de comercio y consolidar su posición: Organización de Cooperación de Shanghái con Rusia y países centroasiáticos,  acuerdos con países latinoamericanos y africanos.

La segunda batalla en curso para definir el período derivado de la gran recesión iniciada en 2008 gira en torno a la búsqueda de un nuevo modelo de acumulación capitalista, partiendo de dos hechos fundamentales. El primero es que, al contrario que en ciclos anteriores, el capitalismo no ha encontrado esta vez una base de revoluciones tecnológicas capaz de impulsar una nueva etapa de crecimiento, los efectos de las revoluciones en comunicaciones, biotecnologías u otras han sido insuficientes para garantizar esa nueva fase de desarrollo. Desde mediados de los años 70, cuando se inició la cuarta fase descendente de las ondas Kondratiev, el capitalismo ha conocido un período de crecimiento basado en la expansión geográfica del mismo a través de los antiguos países comunistas que transitaron a la economía de mercado. Pero este factor ya ha consumado sus efectos con la recesión que padece Rusia y el frenazo de China. De manera que a partir de estos momentos, sin revoluciones tecnológicas ni posibilidades de expansión geográficas para impulsar una nueva fase, no se vislumbran posibilidades de que el capitalismo globalmente pueda salir de su fase de estancamiento que podría convertirse en secular, con unas consecuencias que son imprevisibles.

El segundo hecho fundamental es que el modelo económico teórico-práctico dominante en el período anterior a la gran recesión, el neoliberalismo, quedó seriamente cuestionado al aparecer como el principal responsable de la serie de crisis que se sucedieron hasta la gran recesión de 2008. En estos momentos se asiste a un pulso entre una revitalización del neoliberalismo o un regreso del keynesianismo, sin que haya otros modelos económicos alternativos dentro del capitalismo. Los proyectos en curso por establecer nuevos tratados de zonas de libre comercio, además de su función de aislar a China, son el instrumento principal para la recuperación del neoliberalismo.

Los principales acuerdos comerciales en curso de negociación o aplicación son el TTIP, TPP, y TISA. Se trata de una nueva reactivación de los tratados de libre comercio (TLC) impulsados hace más de una década y que en América se saldaron con el fracaso del ALCA que promovió EE.UU. Sus objetivos, como hemos apuntado, son afianzar la hegemonía norteamericana frente a su principal competidor, China - pero también frente al resto de los BRIC (India, Rusia y Brasil), que no participan en los mismos - , y continuar las políticas neoliberales en dos sentidos, de un lado, profundizando en la mercantilización de un amplio sector de actividades económicas y sociales aún no comercializadas mediante un aumento de la desregulación y, de otro lado, reforzando el poder de las grandes corporaciones transnacionales frente a los Estados que verían mermada su autoridad al someter sus decisiones soberanas a tribunales internacionales que suponen una privatización de la justicia. El conjunto de políticas neoliberales y contrarias a las soberanías nacionales que contienen este conjunto de tratados ha llevado a que sus negociaciones se llevasen en el más absoluto secreto para evitar que las opiniones públicas pudiesen reaccionar y frustrarles.

El TPP es el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica[viii] firmado en octubre de 2015 tras seis años de negociaciones por diversos países de América (EE.UU., Canadá, Chile, Perú y México) y de Asia-Pacífico (Brunei, Nueva Zelanda, Singapur, Australia, Japón, Malasia y Vietnam), está liderado por EE.UU. y se ha excluido de él a China pues su objetivo prioritario es justamente su aislamiento comercial en esa zona. Pero también tiene sus objetivos en América Latina al utilizarse para intentar revertir algunos de los procesos de integración regional al margen de EE.UU. como el ALBA, Unasur, Celac o Mercosur.

El TTIP es el TLC que negocian EE.UU.y la UE desde 2013 con el máximo secreto. Como señala en un clarificador documento John Hilary[ix], “el objetivo principal del TTIP no es estimular el comercio eliminando aranceles entre la UE y los EE.UU., pues son tan bajos que apenas pueden reducirse ya. Su principal finalidad es, como ellos mismos han reconocido, eliminar las “barreras” reguladoras que limitan los beneficios potenciales de las corporaciones transnacionales a los dos lados del atlántico. Ahora bien, estas “barreras” son en realidad algunas de nuestras normativas más preciadas en materia de derechos sociales y medio ambiente……

Además de su programa desregulador, el TTIP también anhela crear nuevos mercados abriendo el sector de los servicios públicos y la contratación pública a las empresas transnacionales, lo que amenaza con provocar nuevas olas de privatizaciones en sectores clave como la sanidad o la educación. Lo más preocupante es que el TTIP pretende conceder a los inversores extranjeros el derecho de demandar a gobiernos soberanos frente a tribunales de arbitraje ad hoc para reclamar pérdidas de beneficios derivadas de decisiones sobre política pública.”

La negociación del Acuerdo de Comercio de Servicios (TISA) implica a 50 países (Australia, Canadá, Chile, Colombia, Corea del Sur, Costa Rica, Estados Unidos, Hong Kong, Islandia, Israel, Japón, Liechtenstein, México, Nueva Zelanda, Noruega, Pakistán, Panamá, Paraguay, Perú, Suiza, Taiwán, Turquía y la Comisión Europea), la mayoría implicados en los dos grandes tratados mencionados, el TPP y el TTIP y con unas negociaciones llevadas igualmente con gran secretismo. Su propósito sería complementar los dos acuerdos anteriores en el sector de servicios y con los mismos objetivos que ellos, especialmente en este caso la privatización de los servicios públicos.

Si en los años 90 el neoliberalismo fue impulsado decisivamente a través de las políticas contenidas en el conocido como Consenso de Washington[x], puede que un papel similar se intente conseguir ahora a través de esta ofensiva para implantar estos ambiciosos TLC que hemos visto. Sin embargo las consecuencias del dominio neoliberal durante estas décadas pasadas no son desconocidas por nadie: un crecimiento económico más lento y desequilibrado, con unos mercados financieros mucho más inestables y generando crisis financieras continuas, y una agudización de la desigualdad y la pobreza[xi].

China está marginada de los tratados que hemos visto pero eso no significa que no haya llevado a cabo su propia política de acuerdos bilaterales comerciales y extendido su influencia a lo largo de todo el mundo, con especial intensidad en África y América Latina. Su intenso crecimiento en las últimas décadas lo ha conseguido mediante una política económica orientada a la exportación de productos manufacturados muy competitivos debido al bajo coste de su mano de obra. Esto ha supuesto la necesidad de garantizar el acceso a las materias primas de las que carece, entre ellas el petróleo, por lo que ha impulsado una política de acuerdos con los países productores de esas materias primas con buenos resultados.

En los últimos años, una vez consolidado su papel económico y asentadas sus grandes empresas, China ha emprendido también una política de exportación de capitales con inversiones en desarrollo en los países y concesión de créditos preferenciales flexibles, y de expansión internacional de sus empresas y corporaciones multinacionales, hay más de 500 empresas chinas operando en 49 países africanos. Como señalan Aloia Álvarez Feáns, Luis Nieto y Pedro Ramir, “China necesita estar presente en el mundo para garantizar su propio desarrollo. Entre las actuaciones que lleva a cabo se encuentra la compra de empresas extranjeras. Ya compró la empresa de televisores de la cadena francesa Thomsom y adquirió la división de ordenadores personales de IBM. En el ejercicio 2004, alcanzó los 5.500 millones de dólares de inversiones netas en el extranjero, con un aumento interanual de un 93 por ciento, según las estadísticas publicadas por el ministerio de comercio. La IED de China supone el 0,55 por ciento del total global de este tipo de inversiones las multinacionales chinas invirtieron en 2005 un 26 por ciento más que en 2004 en el exterior, en total, unos 6.900 millones de dólares. El objeto es doble, adquirir marcas de prestigio que faciliten la internacionalización de sus empresas de una forma rápida y segura y asegurarse el acceso a los recursos energéticos y las materias primas que reclama su economía. China ha invertido 6.000 millones de dólares en empresas de gas y petróleo en el exterior. Empresas chinas han invertido unos 33.000 millones de dólares en industrias basadas en recursos minerales fuera del país. El 60,3 por ciento de sus inversiones se han dirigido a Asia; América Latina, acapara el 16,2 por ciento; África, 6,9 por ciento, EE UU, 6,7 por ciento; Europa, 6,3 por ciento; y Oceanía, 3,6 por ciento.  Según fuentes del ministerio de comercio, en 2002, el volumen de negocio de las principales 500 compañías industriales de China, representaba el 68 por ciento del PIB del país. 12 de esas compañías ya figuran entre las 500 principales del mundo.”[xii]

La crisis de los emergentes, tercer episodio de la gran recesión.

Habíamos señalado en el inicio del artículo que sería necesario un segundo nivel de análisis más amplio que incluyese todo el período de la gran recesión iniciado el 15 de septiembre de 2008 cuando tuvo lugar el hundimiento del banco Lheman Brothers, y con ello se inició la fase aguda de la actual crisis económica.

Tres años más tarde, los acontecimientos que tuvieron lugar en Europa (la negociación del segundo plan de salvamento de Grecia y los intentos por salvar el euro de los ataques de los mercados) y EE.UU. (acuerdo de mínimos para evitar la suspensión de pagos del gobierno norteamericano) estuvieron a punto de repetir el escenario inicial, pero con unas consecuencias aún mucho más graves que las desencadenadas entonces. Solamente el pánico de los dirigentes de la UE y EE.UU. ante esa perspectiva, ejemplarizada en el hundimiento de Lheman Brothers, permitió los acuerdos de mínimos alcanzados, era una demostración clara de que la situación de caos sistémico se profundizaba tres años después.

En diciembre de 2008 el epicentro de la crisis se encontraba en EEUU y su onda expansiva estaba empezando a afectar a Europa a través del impacto en sus instituciones financieras, frente a lo cual los Estados europeos no dudaron ni un instante en salir en su ayuda con multimillonarias inyecciones de dinero. Las enormes ayudas de los primeros meses de la crisis, primero al sector financiero y luego también al industrial, no consiguieron la reactivación económica, tampoco las cumbres del G20 consiguieron imponer medidas de regulación financiera, aunque en noviembre de 2009 dio vía libre a la nueva ola de incentivos públicos.

En la primavera de 2010 el desencadenamiento de la crisis de la deuda griega abrió una segunda etapa en la crisis, el problema se desplazaba del sector financiero privado a la deuda soberana y de EEUU a Europa, comenzaba la denominada “crisis de las deudas soberanas”. La crisis griega escenificaba que el epicentro de la gran recesión se estaba trasladando definitivamente a Europa. Para ser más precisos habría que matizar que tras una posible suspensión de pagos del Estado griego la crisis estaría planteada a los bancos alemanes y franceses especialmente[xiii]. El problema de la deuda soberana no era más que una consecuencia de las inmensas ayudas desembolsadas por los Estados al sector financiero y luego por la caída de la actividad económica.

Se habían estado lanzando numerosas advertencias desde hace tiempo sobre que podría significar la inmensa ayuda desembolsada por los Estados para impedir el agravamiento de la crisis  - lo que se ha traducido en un enorme incremento de la deuda pública -  si no se acompañaba de un cambio de las reglas del juego, es decir, si no se sustraía el control de la regulación de los mercados y se pasaba a los Estados.

La recaída en la crisis un año y medio después de iniciarse su fase aguda se diferenciaba por el lugar en que se ha originado - la deuda soberana de algunos Estados europeos en lugar de los problemas de los grandes bancos estadounidenses - pero  tuvo un cierto parecido en la reacción de los actores públicos. En septiembre de 2008 la administración Bush dejó que el banco Lehman Brothers se hundiese, y solo tras la constatación de las graves consecuencias de esa decisión, que puso al sistema financiero internacional al borde del abismo, se produjo una rápida rectificación para implementar una masiva ayuda financiera a la banca en graves dificultades. En 2010, los socios europeos no dejaron hundir a Grecia, pero casi, las dudas interminables sobre si acudir en su rescate fueron equivalentes a la decisión de Bush; solo tras percibir las gravísimas consecuencias para la zona euro se acudió a salvar in extemis a Grecia. Pero aquí acabaron las semejanzas. Las generosas y prácticamente incondicionales ayudas volcadas en la banca privada mundial se transformaron en unas condiciones draconianas a Grecia. La ayuda quedó vinculada a la aprobación de un durísimo plan de austeridad a soportar por las clases populares griegas. El segundo aspecto relacionado con la crisis griega, y la tardía reacción de los gobiernos de la eurozona, fue el multimillonario plan aprobado por los ministros de economía de la UE para blindar el euro y las medidas excepcionales del BCE de comprar bonos de los países. Una vez más en año y medio el capitalismo fue salvado de la catástrofe por la intervención de los Estados mediante el aporte masivo de dinero, la primera vez para sostener el sistema financiero, la segunda para frenar el ataque especulativo contra la eurozona a través de los países más debilitados.

En el verano de 2011 se vivió un tercer momento crítico en el desarrollo de la crisis. En Europa se había asistido a dos rescates más, el de Irlanda y Portugal, y se enfrentaba a la necesidad de un segundo rescate en Grecia sin que ello evitase algún tipo de suspensión de pagos en ese país. La gravedad de esa situación no era más que un síntoma de algo más profundo, el peligro que existía de resquebrajamiento de la Unión Europea y la fractura del euro.

Los tres grandes rescates realizados en la eurozona fueron en Irlanda, Portugal y Grecia, en este último caso hasta tres veces (hubo otros menos impactantes como el de la banca española o el de Chipre), a través de unos acuerdos que suponían unas durísimas políticas de austeridad para sus poblaciones. Con ello se aplacó la fase aguda de la crisis en Europa y se empezó a alejar el peligro de ruptura del euro. Esta situación se estabilizó aún más cuando en julio de 2012, Mario Draghi, presidente del BCE, lanzó su famosa frase de que esta institución “está preparada para hacer lo que haga falta a fin de proteger el euro” con la que desactivo la especulación de los mercados financieros que apostaban por la suspensión de pagos de algunos de los países más débiles de la eurozona. Europa se salvaba de la ruptura pero se mantenía en la atonía económica.

El último episodio de la crisis europea tuvo lugar en 2015 con la negociación del tercer rescate a Grecia y la actitud inicial firme del gobierno de Syriza que se negaba a continuar con la aplicación de más sacrificios de austeridad. Nuevamente el euro estuvo por unos meses en la picota con el peligro de que uno de sus miembros se saliese o fuese expulsado. La claudicación de Tsipras puso fin a este tercer episodio de la crisis europea, pero manteniendo su economía en el estancamiento.

El tercer gran episodio en la historia de la gran recesión, la crisis china, en realidad no es un dato nuevo desde agosto de 2015. Ya en 2012 sonaron las alertas sobre la ralentización de su crecimiento (7,5% en 2012) que se asociaron con los problemas europeos, el impacto de China se traslado inmediatamente a los países emergentes. En realidad, pues, los episodios de la crisis se estaban solapando al formar parte de un todo global.

En 2012 la economía mundial se debilitó de forma importante, especialmente por el efecto de la crisis de la deuda en Europa y los principales organismos mundiales pronosticaban un ritmo de crecimiento lento debido sobre todo al débil desempeño de las economías desarrolladas, pero ya empezaban a sonar las alarmas sobre los problemas en los emergentes. En 2013 los países desarrollados crecieron un 1,3% y los emergentes un 4,7% ambos grupos a la baja respecto al año anterior. En realidad en ese año el crecimiento mundial (2,1%) fue el más bajo desde 2009, cuando parecía haberse superado la fase más aguda de la gran recesión. El tirón de la economía mundial que habían mantenido los emergentes empezaba a debilitarse claramente. 2014 fue un año de espera, todos los factores señalaban la recaída que empezaría en 2015 con la consolidación del frenazo chino y su impacto en los emergentes.

Resumiendo, la gran recesión inició su primera fase aguda en EE.UU. y el sistema financiero, posteriormente, en una segunda fase, trasladó su epicentro a Europa en forma de crisis de las deudas soberanas, en la tercera fase actual la crisis se ha trasladado a China en forma de frenazo de crecimiento arrastrando a los emergentes. Mientras EE.UU. ha iniciado una recuperación incierta, Europa sigue en un débil crecimiento cercano al estancamiento en un modelo que se parece al japonés, y los países emergentes entran en graves dificultades arrastrados sobre todo por China. Con este panorama, la mayoría de los especialistas reconocen el temor a una recaída en otra recesión mundial.

Los interrogantes sobre el futuro del capitalismo.

El tercer nivel de análisis que es necesario emplear es más especulativo en cuanto debe ocuparse, desde una visión más elevada, del significado de la gran recesión en la evolución global del capitalismo.

Los principales argumentos y datos relativos al análisis en este nivel fueron expuestos en mi obra Capitalismo. Interpretaciones de su evolución y crisis[xiv], por tanto, ahora solo mencionaré algunos de las explicaciones relacionadas con esta última etapa de la evolución del capitalismo, remitiendo a los interesados en una visión más global a la consulta de dicha obra.

Utilizando como herramienta de análisis de la evolución del capitalismo los ciclos de Kondratiev, existe acuerdo en que a mediados de los años 70 del siglo pasado se inició la fase descendente de la cuarta onda, pero ya es más polémico establecer si hubo una nueva fase ascendente a partir de mediados de los 90 o la fase descendente se ha prolongado hasta la actualidad con un comportamiento diferente respecto a las fases anteriores. Incluso se ha planteado si dicha teoría ha dejado de ser válida como instrumento de análisis.

Las causas que provocaron el cambio de fase fueron diferentes según diversos autores, Mandel apuntó al agotamiento de la revolución tecnológica de la posguerra y a la disminución de los factores productivo y comercial; Wallerstein situó en 1967-73 la confluencia de diversos problemas como son la crisis petrolera, las complicaciones monetarias en Estados Unidos, la revolución mundial de 1968-70 o las derrotas en Vietnam entre otros; Maddison por su parte, señaló a diversos problemas económicos como los precios, la producción, el sistema monetario internacional o los cambios en el equilibrio internacional del poder económico. Dentro de las previsiones de los teóricos de la economía-mundo, en la segunda parte de esta fase apareció la etapa de financiarización desde los años 80.

Cuando a finales de los años 60, y durante la década de los 70, se produjo la caída de la tasa de ganancias, se vino abajo el régimen fordista, que había caracterizado el gran período de expansión capitalista posterior a la segunda guerra mundial. Ello se expresó en la saturación de los mercados para la producción masiva, y la ruptura de las condiciones que aseguraban la paz social, los continuos incrementos salariales y el pleno empleo. La recomposición de la tasa de ganancia se buscó mediante la reducción de los costes laborales y el poder sindical, la robotización del proceso de trabajo, la precarización, la deslocalización productiva hacia países de salarios bajos y la diversificación de los modelos de consumo. La consecuencia política y social fue el incremento de la conflictividad social.

Para absorber la producción en un ambiente de reducción de los salarios se utilizó de manera creciente el endeudamiento y la financiarización que terminarían desembocando en la gran crisis de principios del siglo XXI.

Esta fase descendente vino marcada por la ofensiva neoliberal contra las clases populares en el mundo, a partir de la victorias electorales de Reagan y Tatcher, por el proceso de globalización (en realidad un nuevo impulso al proceso de mundialización característico del capitalismo, con etapas de aceleración como la del final del siglo XX), y por el elevado número de burbujas y crisis financieras que se acumularon y que pronosticaban la gran crisis desatada en 2008. Si entre 1945 y 1979 se habían contabilizado diez crisis bancarias, entre 1980 y 1999 se contabilizaron 150 crisis.

La globalización neoliberal es un régimen con características opuestas al keynesianismo, su base son los bajos salarios, privatizaciones, desregulación, desmantelamiento del Estado de Bienestar y extensión del dominio de las multinacionales, especialmente las de Estados Unidos. Pero también destaca el hecho opuesto al keynesianismo de que con la globalización no hay boom económico, ni crecimiento sostenido a escala mundial de la producción o de las inversiones. Por el contrario es el capital financiero el que conoce un crecimiento espectacular que agrava las contradicciones del sistema capitalista. Durante los cortos periodos en que logra que la economía crezca, aparecen graves turbulencias, desajustes y desequilibrios, lo que hacen de la globalización neoliberal un desarrollo precario y convulsivo.

El régimen de la globalización se caracteriza por ser una etapa de burbujas especulativas peligrosas con un gran poder destructivo. Aun siendo un fenómeno ya conocido en la historia del capitalismo, lo característico durante la globalización es su cantidad e intensidad

Entre los autores que sostienen que estamos en una prolongación anormal de la fase iniciada en1975 podemos citar a Adrián Sotelo Valencia, para quién la crisis iniciada en 2008 se inscribe en la fase depresiva B del ciclo Kondratiev iniciada en 1975-5 y profundizada con la secuencia de crisis que arrancaron con la mexicana de 1994. La tasa de ganancias entre 1970-82 fue la mitad que en el período 1940-70, para volver a recuperar entre mediados de los 80 y mediados de los 90, pero a partir de 1995 las tasas de ganancias fueron insuficientes para dar lugar a un cambio de ciclo expansivo y la fase recesiva se prolongó hasta la actualidad.

Los argumentos de quienes sostenían que a mediados de los años 90 se inició una nueva fase ascendente han resultado mucho más débiles. Es cierto que a partir de 1995 se inicia una fase de recuperación que duraría, con sobresaltos, hasta el año 2000. Pero desde ese momento comienza una pendiente que llevaría a la gran crisis iniciada en 2008.

Finalmente, también es necesario mencionar a otro autor[xv] que ni cree que se continúe en la fase descendente, ni que se haya iniciado una nueva onda, sino que, por el contrario, supone que, debido a los profundos cambios acaecidos en el capitalismo el ciclo de Kondratiev ha dejado de funcionar. Por ejemplo, la actual revolución tecnológica basada en el desarrollo de las comunicaciones o la biotecnología no ha cumplido con la expectativa de que originase una nueva fase de ascenso del ciclo Kondratiev. El fundamento de esta posición es la consideración de que la economía mundial ha sido «completamente hegemonizada por el parasitismo financiero (y) obedece a una dinámica radicalmente diferente de la vigente durante la era del capitalismo industrial». Es decir, el capitalismo entro en la fase de senilidad, a partir de los años 70, cuando el parasitismo devino hegemónico.

Como conclusiones provisionales en mi obra mencionada se apuntaba a que aún si no estuviésemos asistiendo a la fase más o menos larga del final del capitalismo, al menos se debería admitir que se ha entrado en una fase de inflexión importante del sistema por cuanto se admite, primero, que nos encontramos en el declive de la hegemonía norteamericana sin poder asegurar que nueva hegemonía sería la heredera; segundo, que no se ha encontrado un régimen de regulación claro que sustituya al superado taylorista-fordista después de un largo período y; tercero que no parece claro que se haya iniciado una nueva onda larga de crecimiento con lo cual la fase B anterior se estaría alargando mucho más que los ciclos anteriores, sin poder concluir si se ha distorsionado la teoría de las ondas largas o ha dejado de servir como teoría explicativa.

Esta situación nos sitúa, en teoría, ante tres posibles escenarios que pueden contemplarse tras la inflexión mencionada: 1) El sistema-mundo sigue funcionando con los ajustes necesarios, en este caso se trataría del mantenimiento del capitalismo adaptado a las nuevas condiciones y con nuevas características: el ciclo Kondratiev ascendería de nuevo, se establecería un nuevo modo de desarrollo, y el ciclo hegemónico iniciaría su reconstrucción; el sistema-mundo podría ser diferente, así como la potencia o potencias hegemónicas, pero en esencia seguiría existiendo una economía mundo-capitalista. 2) La prolongación de la crisis actual en fluctuaciones cada vez más profundas y con efectos cada vez más dislocadores durante una amplia etapa, que terminaría por hundir al sistema en un caos creciente y violento durante un largo período con un resultado imposible de predecir. 3) Un posible tercer escenario sería aquel en el cual de manera local o regional se consolidasen procesos de transición hacia modelos de socialismo localizados en regiones o países periféricos, configurándose desconexiones del sistema mundial capitalista que ofrecerían modelos de superación del capitalismo; estás experiencias podrían convivir con un superviviente capitalismo transitando en el resto del mundo por el primer o segundo escenarios descritos.

Los dos primeros escenarios son plausibles con gran cantidad de matices posibles; por el contrario, el tercer escenario representa el objetivo de un importante número de organizaciones y movimientos que buscan activamente la superación del capitalismo y cuyas posibilidades reales dependen sobretodo de la evolución en el sentido de alguno de los dos primeros.

Desde la publicación de mi obra hasta la actualidad han ocurrido acontecimientos, especialmente en América Latina, que hacen alejarse la posibilidad del tercer escenario. Por el contrario, la nueva etapa que hemos analizado dentro de la gran recesión iniciada con el frenazo del crecimiento chino parece dar más posibilidades al segundo de los escenarios descritos. Pero aún es pronto para establecer un pronóstico sólido y fiable.

Finalmente, insistimos en la reflexión final. Por nuestra parte solo podemos añadir que, a pesar de la gravedad de la crisis en curso y de la inflexión que hemos apuntado en la hegemonía, el régimen de regulación y las ondas largas, el capitalismo ha pasado por una situación histórica más crítica durante el período desarrollado entre 1914 y 1945, durante el cual conoció una crisis económica tan grave o más que la actual; se ventiló en dos guerras mundiales arrasadoras cual sería la potencia hegemónica que sustituiría a Gran Bretaña; el régimen político más característico del capitalismo, la democracia liberal, conoció el mínimo de su influencia; y un movimiento obrero pujante y con plena confianza en el proyecto socialista fue capaz de llevar a cabo su primera revolución victoriosa y expandir, al final de ese período, su área de influencia con diferentes Estados obreros en Europa y Asia, además de la Unión Soviética. A pesar de dicha situación el capitalismo, y la democracia liberal, no solamente sobrevivió, sino que a partir de 1945 conocería sus treinta años de oro que lo llevarían a sus cumbres más altas.

Es cierto que hoy los desafíos que enfrenta la supervivencia del capitalismo parecen menos dramáticos que en aquellas tres décadas del siglo XX, pero también sus problemas son más profundos tanto por la extensión mundial del sistema como por la dificultad para dar respuesta dentro del mismo a los graves retos medioambientales, energéticos, demográficos o de crecimiento continuado y valoración de los capitales circulantes.

En consecuencia, basándonos en los precedentes históricos, y sin descartar absolutamente el segundo de los escenarios evocados, hay que ser prudentes  para pensar en una etapa final más o menos próxima del capitalismo, aunque sí haya motivos para esperar una época de fuerte inestabilidad, mutaciones importantes en su funcionamiento y agravamiento de los problemas mencionados sin resolver.

sanchezroje@gmail.com



[i] Se pueden consultar otros artículos y libros del autor en el blog : http://miradacrtica.blogspot.com/

[ii] Se puede profundizar en el problema económico japonés en las obras de James Fulcher, El capitalismo. Una breve introducción; Didimo Castillo Fernández y Marco A. Gandáses, Estados Unidos, más allá de la crisis.; y Santiago Niño-Becerra, Más allá del crash. Apuntes para una crisis

[iii] Aunque la adhesión se formalizó en 2001se pueden tardar varios años en completar los compromisos adquiridos, de hecho la OMC ha ido verificando que China cumplía los compromisos como la rebaja de sus aranceles aduaneros, la ampliación del permiso de acceso de los servicios al mercado, la progresiva eliminación de las restricciones existente para las inversiones extranjeras en el país, , etc.,

[iv] Isidro López y Emmanuel Rodríguez, ¿Y ahora qué? La crisis vuelve vía China, http://blogs.publico.es/contraparte/2015/08/26/y-ahora-que-la-crisis-vuelve-via-china/

[v] En 2013 todo apuntaba a que con la explotación de los carburantes provenientes del esquisto EE.UU. se convertiría en uno de los principales productores mundiales, alcanzando la independencia energética. Ver el artículo El gran salto de Estados Unidos hacia la independencia energética, http://economia.elpais.com/economia/2013/12/20/actualidad/1387508260_777591.html

[vii] El paro en EE UU baja del 5% por primera vez tras la Gran Recesión, http://economia.elpais.com/economia/2016/02/05/actualidad/1454677239_789920.html

[viii] Sobre sus puntos clave puede consultarse el artículo de Beatriz Plaza y Gorka Martija, ¿Qué implicaciones tiene la firma del TPP?, http://www.lamarea.com/2015/10/09/que-implicaciones-tiene-la-firma-del-tpp/

[ix] John Hilary, El acuerdo transatlántico sobre comercio e inversión, http://www.cuartopoder.es/wp-content/uploads/2014/06/Informe-de-John-Hilary-sobre-el-TTIP.pdf

[x] Tal y como nos recuerdan en una obra coordinada por José Luis Coraggio Y Jean-Louis Laville, “ el llamado “Consenso de Washington” en 1990, el consenso implicaba grandes reformas fiscales, laborales, comerciales, financieras y estatales que Williamson resumió en 10 puntos: 1) equilibrio del presupuesto público, reduciendo el déficit fiscal; 2) reconducción del gasto público, primando la selección del mercado; 3) reformas fiscales que redujeran los impuestos directos y aumentaran los indirectos; 4) establecimiento de tipos de interés positivos que atrajeran capitales y fomentasen el ahorro interno; 5) tipos de cambio que permitiera orientar la economía hacia el exterior de manera competitiva; 6) liberalización comercial con plena apertura de fronteras; 7) recepción de inversión extranjera directa; 8) privatizaciones del sector público; 9) desregulación en lo referente al mercado laboral, a los controles a las empresas y a los capitales y desaparición de barreras legales a los movimientos económicos (salvo de mano de obra); 10) garantías a los derechos de propiedad”. José Luis Coraggio Y Jean-Louis Laville, Reinventar la izquierda en el siglo XXI, pág. 250

[xii] Aloia Álvarez Feáns, Luis Nieto y Pedro Ramir, Las empresas transnacionales en la globalización, pág. 30

[xiii] “La banca europea dispone del 81% de la deuda pública griega, en especial son las entidades francesas y alemanas las que tienen una mayor exposición. Concretamente, la de la banca francesa es la mayor, con 46.000 millones de euros. Del total, 10.610 millones de euros corresponden a deuda pública. El resto se reparte entre deuda bancaria y privada. Le sigue la alemana con 28.314 millones de euros, de los que 24.095 corresponden a deuda pública. También el Banco Central Europeo, que ha venido aceptando en el último año deuda griega como garantía o aval para prestar dinero, está expuesto a un eventual impago por parte de Atenas.” En Las claves de la crisis griega, http://internacional.elpais.com/internacional/2011/06/16/actualidad/1308175211_850215.html

[xiv] Jesús Sánchez Rodríguez, Capitalismo. Interpretaciones de su evolución y crisis. Se puede descargar libremente en: http://miradacrtica.blogspot.com.es/search/label/Libros

[xv] Beinstein, Jorge, La crisis en la era senil del capitalismo. Esperando inútilmente el quinto Kondratiev

 



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