Magnicidio y “magnicidio”

Desde aquel “Por ahora” la figura de Hugo Chávez Frías se metió en el imaginario del pueblo venezolano.  Su prisión fue objeto de visitas de distintas personalidades. No estaba en la calle, pero se sentía en la misma. Sus acciones abrieron la fosa para enterrar a una de las figuras políticas más importantes de la democracia representativa: Carlos Andrés Pérez. Apenas salió de la cárcel se abrió camino para que otra gran personalidad de la política contemporánea se diluyera: Rafael Caldera. Se hizo candidato presidencial y logró algo un tanto difícil: unir a AD y a Copei alrededor de un solo candidato.  Eso fue un efecto de la pedrada; el otro efecto fue la descoronación de una reina de belleza, Irene Sáez, y el siquitrillamiento de un caudillo, Alfaro Ucero.  Para cerrar el paso de Chávez violaron los estatutos electorales, se pasaron por las mochilas la Constitución y armaron una campaña internacional contra Teniente Coronel. Chávez les ganó.   

    Convocó a un referéndum para que el pueblo votará si quería una nueva Constitución. Ganó. Convocó a un referéndum para aprobar o  no el  nuevo texto constitucional.  Ganó. Expuso la Presidencia en un nuevo proceso electoral, producto de la nueva Constitucióm. Ganó. Bajó de su pedestal a la poderosa Acción Democrática. Volvió polvillo a la otrta pata del sistema: Copei. Abrió pase a la democracia participativa, protagónica y directa.   Constituyó el poder moral. Tocó los poderosos interses de la oligarquía con las primeras leyes habilitantes de su gestión.

    El imperialismo norteamericano, la oligarquía nacional, las transnacionales, los partidos de oposición, Fedecámaras, la CTV, la iglesia, parte del alto mando militar y las universidades más importantes se montaron en una conspiración y lo derrocaron por 47 horas. Retornó al gobierno acompañado por el pueblo y la mayor parte del ejército.  Soportó la traición de Luis Miquilena, aunque los miquililenistas se quedaron.

    Todos los poderes, menos el del piueblo, conspiraron en un paro que se diluyó hasta quedar sin fuerza. Derrotó a esos mismos poderes en un referéndum. La referencia internacional creció más. Se hizo un líder internacional de tal magnitud que su nombre, la leyenda creada a su alrededor, empujaron los triunfos de la izquierda en varios países.  Llegaron a gobernar Lula, Evo, Daniel Ortega Néstor Kirchner, Correa, la izquierda unida en Uruguay…

    Impulsó una nueva política petrolera que subió los precios del petróleo. Se puso a la cabeza de movimietos de unidad e integración en América Latina y más allá de esta parte del mundo. Le cantó sus verdades a Bush y el imperio en distintos escenarios, incluyendo la ONU.  

    Ganó elección tras elección. Perdió sólo una, por ñinguita. Asumió él sólo la responsabilidad de tal derrota. El resto aprovechamos para sacudirnos de culpas. Ninguno asumimos; ni quiera los parlamentarios que quisieron aprovechar la reforma para atornillarse en la Asanblea Nacional. Doña Cilia nos aseguró que ese atornillamiento  fue una petición del pueblo.    Fuimos a decenas de asambleas y nunca vimos a nadie pedirlo; al contrario, la mayoría vio inconveniente modificar ese artículo de la Carta Magna.

    Se preocupó por el bienestar del pueblo. Fue su gran reto. Si VTV mentía pintándole un paraíso, él iba a ver la realidad y saber que no era así. Se hizo grande, inmenso. Pero  nunca dejó de pisar tierra y abrazar con ternura a su pueblo. En muchas oportunidades llegó a decir “me siento solo”. Su equipo de gobierno le rodeaba. Varios de ellos gobiernan asegurando que son “hijos de Chávez”. Se dolía porque la corrución corroía a la revolución.

    En cualquier esenario internacional opacaba a los Bush y a Obama.  No se podía permitir que siguiese creciendo. Por eso el magnicidio siempre estuvo latente. De cualquier manera, con el uso de cualquier mecanismo.

    Van más de dos años  de su partida. El país está inmerso en una grave crisis. No tenemos idea de hacia dónde vamos. Somos referencia de cómo en tan poco tiempo se empieza a derrumbar una esperanza.  Pensamos en el magnicidio y nos vamos a la comedia del precio regulado de la carne. Pensamos en el magnicidio y nos vamos a la casi desaparición de Lácteos Los Andes, orgullo de Chávez.  Pensamos en el magnicidio y terminamos en la satisfacción  de Chávez por el bolívar fuerte. Pensamos en el magnicidio y termibamos en busca de la azúcar desaparecida, a pesar de estar en manos del Estado.

    Pensamos en el magnicidio y terminamos en el “magnicidio”.



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Pedro Salima


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