¡¡¡Basta!!!

Leer al poeta Martín Guédez es un lujo. Poder leerlo a diario y que sus escritos lleguen directo a mi buzón de correspondencia puede considerarse vida de Pachá'. Solo me falta el serrallo (serail en turco, y "harem" para los negros de Nueva York) donde tener cautivas a las mujeres que me gustan y me atraen.

Un escrito en el que Martín defienda a la Revolución Bolivariana, y en donde, como trabajador de base del proceso de transformación, nos contagie con su optimismo, es tomado en al filas bolivarianas como borreguismo, como ceguera, como estupidez. "¿Es que no puedes ver idiota como la corrupción acaba con al revolución?", palabra mas palabras menos es la letanía del moralista. Aquel que con la frente en alto (un pelín mas abajo que la moral) y el pecho inflado de emoción, anda buscando que mariquera decir de lo que otros, los que asumen el reto y el riesgo de gobernar, legislar, fiscalizar, negociar, pelear, en nombre de la república; que dicho sea de paso no es un abstracto. ¡¡¡La república somos todos!!!

Y es quizás por ello, por esta mala suerte de estar virtualmente rodeado de pesimistas, moralistas, y sacerdotes (y sacerdotas) profesionales de la crítica, que están en todas menos en misa, que el poeta Guédez, le dedica mayor tiempo al trabajo de base. A estar allí con la gente, a trabajar con la gente, a interpretar a la gente y… ¡¡¡carajo!!!, lo digo con algo de envidia: a orientar a la gente. Gente humilde en conducta. Gente que desea adquirir las herramientas que le permita entender procesos complejos y le permita accionar y responder a esos procesos. ¿Cuándo te consigues a un ser así en las calles de Internet? Si en esta vaina hasta el que menos puja dice echar mapanares...

Y como el poeta Guédez interpreta, y lo hace muy bien, el sentir de las masas, nos dedicó un escrito que es un alerta, una alerta que todos venimos haciendo sobre la institucionalización de la impunidad, sobre el libertinaje de prensa, radio y tv. ¡¡¡Ya basta!!!

Ah, pero cuando yo veo a Martín decirlo no veo por ningún lado que Martín acuse de blandengues a los compañeros a quienes toca jugar el rol de fiscalizar. Tampoco consigo que los trate de corruptos haciendo negociaciones bajo la mesa. O de adecos de boinas rosadas, o de cualquier vaina que sirva para descargar ese pecho inflado de emoción que decíamos. Ley de gravedad: todo lo que se infla se desinfla...

Leo que hay un límite entre el juego político y lo admisible. No descuida la estrategia, no cae en provocaciones. Y mejor aún, no repite las matrices de opinión generadas en laboratorios, ni se indigna -¡Oh! indignación virtual- ante la impericia, ineptitud, corrupción, despotismo, dictadura, autocracia, y misiles iranies señaladas en esas fuentes.

¡¡¡No!!! En eso esta bien claro Martín Guédez. El día que Martín le vaya a nombrar la madre a un diputado de la Asamblea Nacional (en mayúsculas le duela a quién le duela) lo va a hacer con nombre y apellido, no al voleo. Cuando la vaina sea con CONATEL también lo hará con nombre y apellido, cuando sea con la fiscalía será con nombre y apellido.

Y es esa la actitud que todo el que ande con la moral revolucionaria bien en alto, mucho mas alto que la frente, debería tener presente: las acusaciones al voleo y que afectan a toda una institución en donde un coñazo de gente con mística y espíritu de cambio trabaja, son dañinas, son chismes, ¡¡¡son estúpidas!!!! Las denuncias tienen que se especificas, con nombre y apellido.

No me hablen de algunos diputados, algunos fiscales, algunos jueces, señalen con ese pecho henchido de emoción -pura emoción virtual, dicho sea de paso- a quienes de verdad están jodiendo. No pueden ser mayoría. No deberían ser mayoría. Y dejen que quienes trabajan duro porque las cosas pasen -y están sucediendo miles de cosas buenas- y el país avance -y esta avanzando- no quede impregnado del mierdero que mandan desde estas calles virtuales los franco-celibatos del ciberespacio. (Si fuesen francotiradores no gastarían tanta energía y recursos en joderles la vida a otros).

¡¡¡Ya basta!!!¡¡¡Echad polvos!!!, que algo queda...


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Manuel Brito


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