Luis Fuenmayor y “El patético legado”

“¿Qué le dejó Chávez de bueno a la nación venezolana para que pueda hablarse con orgullo de su “legado”? ¿Obra escrita de trascendencia? No. Chávez era ágrafo” dice Fuenmayor.

También fue ágrafo Cristo, y a pesar de padecer de ese mal “liberal” descrito por usted, hoy existe un legado cristiano. Existe un cristianismo, un pensamiento cristiano y su historia, una filosofía cristiana, la cual estudiamos académicamente. Es decir, en el mundo occidental se estudia históricamente gracias a ese hombre ágrafo, o sea, gracias a alguien que nunca dejó nada por escrito.

Señor, lo que trasciende siempre son proezas, acciones ejemplares, de un valor in explicable correctamente incluso para sus ejecutores, sus “actantes”, para que me entienda la idea.

Se lega carácter, es todo. El  legado de Chávez es carácter y humanidad.

Usted espera como legado auténtico una obra escrita y racional, como la obra de Kant o de Marx. Solo así usted es capaz de sentirse “tocado” de humanidad, a pesar de haber sido testigo privilegiado del legado de un gran hombre como Chávez. Es decir, solo si es convencido por la palabra impresa en negro sobre blanco.  Propia de todo científico positivista como lo es usted.

Una vez conocí a un neuropsiquiatra brillante, capaz de diagnosticar cualquier disfunción mental y decir con exactitud matemática cual era el coctel que necesitaba un paciente para estabilizar o corregir esas reacciones no deseadas. Sin embargo fue incapaz de hacerlo con su misma locura, con su misma neurosis y ataques de euforia.

No es difícil darse cuenta cómo funcionan las ciencias médicas modernas, así no sepamos médicamente como curar las patologías, o aliviarlas. Difícil es saber cómo funcionan las ciencias médicas sociales.

Y ese es el campo en el cual trabajó Chávez  por 14 años o más, en el cual acumularía experiencias, conocimientos, fuerzas, sin haber escrito una sola palabra fuera de sus discursos. ¿Que nuestro Chávez no haya sido un Bolívar o un Fidel en sus discursos y en sus escritos? No importa; su espíritu, su carácter y voluntad revolucionarias si fueron las mismas.

Creo que hay mucho prejuicio y pobreza en su “análisis”.

“No. Chávez era ágrafo. Los escritos existentes en relación con su “pensamiento” son de otros, de gente diversa con diferentes motivaciones, desde la pecuniaria hasta la ideologizada” dice usted. Lo dice como si la originalidad fuera un descubrimiento contundente y mágico.  ¿Quiere que hablemos de dónde está la originalidad de  Marx? ¿Quiere que hablemos de cómo nacieron los grandes avances de la medicina… o de la física? Creo que el árbol le impide ver el Bosque.

Así como Chávez lego amor, y usted no lo ve, así se puede legar odio y resentimiento y prejuicios aburguesados o burgueses. Todo es heredable, lo malo y lo bueno. Pero todo lo que hereda circula en la memoria viva y de la memoria viva pasa a la memoria escrita. En ella, aun así y a pesar de ser torcida en su sentido, puede trascender a la maldad en algo que se conoce como el estilo. Es decir, en las maneras, en las formas que impone la idea, el carácter, la fe a la palabra.

Leer a Bolívar es, a veces, entender a Chávez. Es una mezquindad pequeñoburguesa eso de descalificar el poder moral de un hombre que gobernó en el corazón de muchos, incluyendo el mío, por tantos años, solo por mantenernos siempre en la expectativa de un cambio inédito, de una decisión in acostumbrada, a la expectativa de algo nuevo.

He ahí la novedad que a usted se le escapó: la esperanza de recuperar al maestro, al líder, al padre.

Seguro usted mismo se contesta ahora, preguntándose “Pero ¿Quién necesita de un padre? ¿Nosotros debemos ser nuestros propios líderes, nuestros padres y madres?”

Todos. Todos lo hemos buscado después de la muerte de nuestros más famosos líderes y modelos revolucionarios. Lo incluyo dentro a usted, señor Luis Fuenmayor.

Sea humilde doctor. Sea humilde. Porque escribir sabiamente no es cosa fácil, no se “crea” de un día para el otro. Algunos políticos con espíritus portentosos lo han hecho, y no escribieron mucho ni muy correcto. Solo revise la historia. Solo abandone un instante su resentimiento.

Tenga paciencia y grandeza de pensamiento. Piense que Fidel Castro solo se atrevió a escribir de manera sistemática, regular, solo en su retiro, a los 85 años. Nada difícil para un una persona tan coherente, tan terco, tan valiente como él. Me atrevo a decir de Fidel, que su coherencia moral e ideológica supera en mucho a la Bolívar. Sin embargo, en constancia, perseverancia terquedad, no le lleva nada a Bolívar y tampoco a Chávez, a su propio pesar.

Ese sentimiento pasará. Lo años nos pueden matar de soberbia, de orgullo. Pero también nos pueden salvar con un gesto pendejo y solitario de humildad… cargando con la culpa de todos los pecadores de este mundo en sumo secreto. Nada más la idea de sentirnos miserables, de enunciarla y más o menos comprenderla, nos salvaría de tanta arrogancia científica. 



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Héctor Baíz

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