¿Pagaremos justos por pecadores?

No es así, como dice el señor José Antonio Vásquez en un escrito titulado “Dicen llamarse revolucionarios”, que quienes criticamos al gobierno de Maduro coincidamos con la oposición… ¡Somos la oposición!, la única oposición seria a la restauración de la socialdemocracia adeca copeyana. Habrá otros que se oponen a la corrupción, otros a los bachaqueros, otros a la inflación. La verdadera oposición (a la que teme más este gobierno) es a la que denuncia la restauración, esa que se desenrolla como una culebra  frente a nuestros ojos; algunos la vemos clarita amenazando a nuestras vidas y otros en su presencia esconden la cabeza en un hueco como el Avestruz.

Estas máquinas automáticas que defienden de forma global e irracional al gobierno de Maduro, como es natural en las máquinas, no leen, y menos aún pueden hacer diferencias fundamentales entre todos los que hemos criticado al gobierno, porque no están para eso. Su función es de propaganda, de descalificación maquinal y maniquea; su función es prima hermana de la delación y persecución fascista.

La oposición de la derecha, ya se ha dicho muchas veces y de muchas formas y puntos de vista, tiene una expresión clara fascista, golpista, violenta, la cual en estos momentos está en estado de alerta, de prevenidos a los resultados electorales, pero sobre todo a las claudicaciones del gobierno, a las concesiones a la burguesía, al espacio que está dispuesto entregar el gobierno, a cambio de la “Paz”, es decir, de su permanencia  en el poder socialdemócrata.

El resultado de las elecciones hará la diferencia dentro de estos límites. A despecho de muchos optimistas por las actuaciones del gobierno, las opciones que prometen sus últimos movimientos políticos se cuentan en una atmósfera de desespero. Dos años tienen para tratar de consolidar un gobierno socialdemócrata con la anuencia del imperio, con la bendición del capitalismo, si los resultados electorales nos favorecen. Si no, trepará las escaleras del palacio el monstruo del fascismo.

Por otra parte resulta difícil referirse a las contradicciones en las acciones de gobierno sin hablar del gobierno, sin nombrar al gobierno. ¿Cómo hago? No caben eufemismos, ya no se pueden decir sutilezas. Lo que sí vale aclarar es que las particularidades que lo conforman solo han representado la voluntad de una clase social, no la personal (si es que es posible); que acusar a uno o al otro es distraernos del fin último de la revolución socialista, el cual está en vencer y desaparecer a la clase dominante, a la clase burguesa capitalista. Aquí cabe lo mismo respecto a las particularidades de la reacción. No se trata de apresar a Lorenza Mendoza o multar a Cisneros, ellos representan una clase social, una ideología (señor José Antonio Vásquez, si acaso no es una máquina), se trata de cambiar las relaciones sociales, las relaciones de producción, la propiedad privada de los medios de producción por la propiedad social de los medios de producción. Y para lograr eso hay que encarar a la revolución socialista como una revolución económica y del espíritu -óigase bien, Del Espíritu-, a la vez. Para eso hay que ser uno, como líder y como líder revolucionario, un ejemplo de integridad revolucionaria, de honestidad, sobre todo de honestidad, hay que hablar con la verdad, hay que aceptar críticas y avivarlas, vistas a construir hacia la meta sagrada del socialismo.

Es cansón eso de repetir y repetir siempre las mismas razones, pero no queda de otra. Pensemos por un instante qué pasó con el plan de Chávez de Empresas socialista, que estuvieron por un tiempo aportando dividendos a los fondos sociales del Estado. ¿Qué pasó con ellas? ¿Por qué  de golpe se paralizó este modelo socialista de producción? ¿Por qué no se sembró,  no se cuidó, no se regó, como un verdadero árbol esa experiencia? Mientras Chávez estuvo al frente del Gobierno lo hizo. Hablaba de sus dividendos; hizo ajustes importantes; revirtió el famoso “control obrero” en las empresas de  Guayana.

Sigan pensando en eso y díganme ¿Por qué ahora es la empresa privada la que recibe el apoyo del gobierno para producir, digamos, medicinas, harina de maíz, importar y distribuir leche o harina de trigo? ¿Por qué no lo hace la revolución? ¿Por qué no explican bien eso, que yo no lo entiendo? … ¿Por qué tiene que ser la empresa privada la que se ocupe de explotar los servicios frente a la Faja del Orinoco? ¿Por qué Zonas Especiales de Desarrollo Económico  capitalistas? ¿Por qué no son socialistas? ¿Qué pasó ahí? …Quizá “la máquina” lo pueda explicar, en la ausencia de los voceros autorizados del gobierno.

Volvamos a la restauración de la socialdemocracia. Es el caso de la famosa reunión con Obama y las conversaciones secretas con Shannon (muchos las vimos como un segundo  Pacto de Punto Fijo, continuo del de Nueva York). En una revolución no hay secretos para el masa. Y esos no son secretos que no debamos saber, porque hasta hace unos meses éramos amenazados por el imperio como “amenaza a la seguridad nacional” del gobierno Norteamericano. Hasta hace ratico estábamos recogiendo firmas en contra del fulano decreto injerencista. Siendo así ¿Por qué tanto secreto? Una revolución no debe negociar nada de espaldas al pueblo ¿O me equivoco? Lo que pasó luego fue una serie de manifestaciones de melosa amistad con un gobierno positivamente hostil.

Y lo que pasó luego de esa reunión secreta la cual se conoce como Pacto de Nueva York en 1961 entre ADE, Copei, URD y el gobierno de los Estados Unidos, fue la consolidación de la democracia burguesa, el sistema de elecciones burgués y la alternancia en el gobierno de los partidos del estatus, acreditados por los Estados Unidos. Además de la persecución y exterminación de los grupos socialistas revolucionarios. ¿No creen que la historia pueda repetirse como parodia de la parodia de 1961 y el Pacto de Punto Fijo? ¿Acaso en nombre de las elecciones y una paz vacua, ahora mismo no se está entregando la revolución a manos de la burguesía nacional y el capitalismo internacional? En el medio del festín electoral se firmaron acuerdos con Fedeindustria sobre su participación en la zona de la faja petrolífera. Ahora, en el furor nacionalista y patriotero por defender la soberanía sobre la Zona en Reclamación de Guyana ¿Qué se estará negociando con los chinos, con la Nestlé o la Samsun, qué se estará maquinando en el Shandom de Venezuela?  Quizá es mucho pedirle a una “maquina” señor José Antonio Vázquez (si es que existe), que responda a alguna de estas interrogantes.

 



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Héctor Baíz

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