"El arado y el mar"

Mataron a Chávez y camuflaron a los sucre...se repite Berruecos y San Pedro Alejandrino

Nadie duda del magnicidio de Chávez, nadie duda que su muerte yace oculta bajo una lápida de conveniencias. No se podrá avanzar en la Revolución sin saldar cuentas con este episodio crucial de nuestra historia. Mientras el magnicidio permanezca en las tinieblas, mientras lo ignoremos, la Revolución no podrá ir más allá de la simulación, será una víctima infinita de su pecado original. Es vital estudiar los mecanismos del magnicidio, de esta acción de guerra. Veamos.

Un magnicidio no es un simple asesinato, se trata de una compleja operación de desmontaje de un gobierno, de un proceso en el que la desaparición del líder es la pieza fundamental, pero no la única. Es una acción de guerra, tal como una batalla, donde se enfrentan un enemigo y un contendiente de ese enemigo. En esa batalla hay acciones directas, aquellas planificadas y ejecutadas por el enemigo, y acciones inducidas en las que el enemigo estimula al adversario, lo manipula para que las realice.

El asesinato es acción directa, la reacción política que se desencadena frente al asesinato es acción inducida. Las dos acciones, las directas y las inducidas, son de suma importancia, unas complementan a las otras. No hay reglas para su aparición, pueden aparecer en diferente orden de acuerdo a las circunstancias.

La historia nos ilustra lo anterior. En el mismo nacimiento de estas naciones, la neoligarquía asesinó a Sucre para minar las bases espirituales del bolivarianismo, para dejar al Libertador sin el apoyo de sus mejores hombres, de aquellos llamados a continuar su obra. Después vino el magnicidio, Bolívar fue asesinado y la Independencia resultó cosecha de la nueva oligarquía que surgía vampirizando la sangre de las batallas por la Independencia. Así, como alguien dijo alguna vez, a Bolívar lo asesinaron dos veces: una, físicamente; otra, su legado.

El magnicidio del Libertador y el asesinato de Sucre fueron acciones directas; la manipulación de Páez por la oligarquía, acción inducida.

El magnicidio de Chávez tuvo otro planteamiento, pero los mismos elementos; la acción directa fue la inoculación del cáncer. Cuando esta fase de la operación estuvo concluida, obama declaró: “Ya Chávez no es un problema para nosotros”. Sabían que el cáncer seguía su rumbo inexorable.

Después vino la fase inducida: neutralizar a los posibles seguidores de su obra, a los Sucre. No es necesario ahondar, nadie ignora la verdadera razzia que hicieron con sus más conspicuos allegados: unos execrados, otros mediatizados, otros congelados en ubicaciones de castigo. A esto siguió el desmontaje de su obra y de su pensamiento: el Plan de la Patria fue falsificado, se le prestó oídos receptivos a mendoza y cisneros, se aceptaron los consejos de estimular a la burguesía, se prestigiaron asesores socialdemócratas, se escanciaron los dólares a los bolsillos burgueses, se tendieron canales con el enemigo imperial, se abandonó la conciencia del deber social.

Y así la Revolución chavista tuvo su propio Berruecos y su propio San Pedro Alejandrino… Esta historia aún no ha terminado.



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Toby Valderrama y Antonio Aponte

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