La complexión política del venezolano aparentemente se ha disecado en una visión maniquea de la realidad y la forma en que interactúa con la misma. La dicotomía buenos y malos no ha dejado espacio para la instrospección del ciudadano como elemento clave dentro de la verdadera y profunda transformación del pais. La consolidacion de un modelo bipolar ha servido como excusa para expiar cualquier responsabilidad y sentido crítico del “Yo” dentro de esta fábula mediatico-politica.
Ninguna de las “opciones” políticas posicionadas ha dejado rendija para un discurso coherente que exhorte al “espectador-pueblo” a una reflexión honesta sobre las distintas taras que arrastramos como sociedad. No se refleja ningún ejercicio de mea culpa o introspección. Por el contario, se ha alimentado el relato realista-mágico de la salvación desde arriba y la victimización del individuo como objeto del poder. La reivindicacion histórica del oprimido raya en la invalidacion del mismo como sujeto de cambio y verdadero responsable. Se trata de un pueblo pasivo aunque aparente lo contrario, eterna víctima y espectador de su realidad. El pueblo es retroalimentado en su permanente búsqueda de culpables externos, llámese Estado, empresa, imperio, régimen, chavismo u oposición.
El “narcisismo” político (imposibilidad de reconocer nuestro reflejo) impide fecundar cualquier iniciativa de construir un discurso partiendo del autoreconocimiento de nuestras falencias como comunidad nacional y asumir de manera crítica y contundente la revisión de nuestras carencias y fallas del modus vivendi, por el contrario, ha primado un discurso autocomplaciente y contemplativo que sólo ha cauterizado la posible mirada interior, el necesario acto de constricción. Seguimos buscando respuestas en las estrellas. “Bienaventurados los pobres porque de ellos será la luna”.