Los datos estadísticos de El Capital de Marx

El salario medio [1] debe acompañar el mismo crecimiento que siga el valor de la cesta básica

En estricto sentido, el valor de cambio de la fuerza de trabajo debe coincidir con el valor de su reposición por parte de su dueño, del asalariado en el caso capitalista.

Así, tenemos trabajadores mejor educados, que han costado más cestas básicas de alimentación y de mayores precios.

Cuando Marx introduce el término de plusvalía como fracción del valor creado por el asalariado durante su jornada media, se vio obligado a determinar qué debemos entender por fuerza de trabajo, cuánto vale esta y cómo calcularle su precio o salario, sobre todo cuando definió el valor como cantidad de tiempo útil de trabajo empleado en la fabricación de una mercancía.

Como la fabricación de una mercancía corre a cargo de equipos de asalariados, como quiera que la propia sociedad burguesa crea diferencia marcadas entre los proletarios debido a que no todos reciben iguales oportunidades de trabajo, de educación, de empleo, etc.,  o  porque crecen huérfanos, algunos, o hijos de padres con salarios diferentes o con desiguales grados de responsabilidad paternomaternales, entonces, también  por eso  surgen las diferentes calidades de mano de obra, unas más calificadas que otras, y, a  esa variedad de fuerzas de trabajo no igualmente productivas, el patrono las reconoce con diferentes salarios para  los mismos trabajadores que terminan diferenciándose como personas entre sí y hasta saltando las talanqueras sociales es decir, aburguesándose siendo proletarios y, para colmo, de los más explotados por sus adorados patronos.

Es así cómo nos hallamos con miríadas de diferentes calidades de fuerzas de trabajo porque, desgraciadamente, en las sociedades clasistas y más aun en el capitalismo, la fuerza de trabajo es sometida a venta ante el primer patrono que se lo compre bajo sus leoninas condiciones que ya hasta el gato conoce.

Marx afirmó que el salario o valor de la fuerza de trabajo debe medirse en términos estadísticos o sociales, de tal manera que la empresa operaría con un patrón salarial básico correspondiente a una fuerza de trabajo simple que se correspondería con la calidad media de esa fuerza de trabajo simple a nivel de la sociedad, es decir, con el reinante en el grueso de las empresas ya que este tipo de trabajador, despectivamente calificado como raso o de salario mínimo, es común o necesario en todos los equipos laborales de todas las empresas, aunque estas difieran en capital y en grado de desarrollo tecnológico.

De esa manera, en las empresas se paga salarios medios para cada calidad o categoría de trabajadores, pero no se paga un  salario único  medio salido de los diferentes salarios devengados por el equipo, como correspondería, ya que ninguno de esos trabajadores podría aplicar su fuerza de trabajo sin el concurso de los trabajadores de inferior calidad. Si el trabajo es social, social debe ser el valor de la fuerza de trabajo, y también igual el salario de todos los trabajadores, o por lo menos el de la fracción de asalariados que se hallen por debajo de la media de la empresa, por consiguiente.[2]

Marx dice: “El valor de la fuerza de trabajo se resuelve  en el valor de determinada suma  de medios de subsistencia. También varía, por consiguiente, con el valor de los medios de subsistencia, esto es, con la magnitud del tiempo de trabajo requerido para su producción.” [3]



[1] Estamos hablando tanto del salario que actualmente reconoce el patrono burgués, como el que debe pagarse hasta en régimen burgués con gobiernos no comprometidos con intereses burgueses.

[2] Véase: Manuel C. Martínez M., PRAXIS de EL CAPITAL.

[3] Por supuesto, siempre surge un rezago entre el salario vigente y el nivel de inflación  o elevación de los precios en el mercado. Usualmente, el empresario conserva ese rezago hasta que los trabajadores le hagan reclamos enérgicos que suelen desembocar en huelgas y tragedias sangrientas. Por su parte, el Estado está obligado-si no es cómplice de la burguesía-a decretar de inmediato el ajuste salarial correspondiente, sin que esto pudiera interpretarse como acción populista ni intervencionista. Es que el Estado debe velar porque el patrono pague según el valor de la cesta de subsistencia, ya que, si no lo hace, estaría alcahueteando el robo que significa pagar salarios por un precio inferior, y todo ello al margen de la cuestión de la plusvalía. Véase: Karl Marx El Capital, Tomo I, Volumen 2, Cap. IV. Editorial Siglo XXI.

 



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Manuel C. Martínez


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