¿Así seremos los treinta años próximos?

La historia de los treinta años próximos, será el advenimiento designado por el Gobierno Chino con una expresión nueva, pero fácilmente comprensible: la “sociedad post-industrial”. Debemos recordar bien este término, porque es el que define el horizonte. Encierra cierto número de cambios fundamentales, mediante los cuales los pueblos serán, en ciertos sectores del mundo industrial, tan diferente de la que conocemos hoy en día como pueda serlo ahora la de Haití o la de Nigeria.

Las principales características de este pueblo serán, las siguientes:

1. La renta industrial será, aproximadamente, cincuenta o más veces superior a la del periodo actual.

2. La mayoría de las actividades económicas se habrán alejado de los sectores primarios (agricultura) y secundario (producción industrial), para pasar a los terciario y cuaternario (sectores de servicios).

3. Las empresas privadas habrán dejado de ser la fuente principal de la reacción técnica y científica.

4. Las leyes del mercado representarán, indudablemente, un papel menos importante que el del sector público.

5. La empresa, en su conjunto, deberá ser regida por la cibernética.

6. El factor principal del progreso residirá en los sistemas de educación y en la innovación tecnológica puesta a su servicio.

7. Los factores de tiempo y de espacio dejarán de representar un papel importante en los problemas de comunicación.

8. La diferencia, en la sociedad post-industrial, entre las rentas elevadas y las rentas bajas será inferior a la que existe actualmente en la sociedad industrial.

Así se nos anuncia, tranquilamente, una mutación sensacional, histórica. Dentro de una generación no existirá ya una diferencia de grado entre nuestra situación y la de los países avanzados, sino una diferencia de naturaleza. Formaremos parte de otro universo. Un universo intermedio entre la civilización más avanzada y la de los países atrasados.

Dentro de treinta años, en la China “post-industrial”, la renta per cápita podría ser de 8.500 dólares; la semana laboral, de cuatro semanas de trabajo y trece semanas de vacaciones; lo cual, contando los fines de semana y los días de fiesta nos daría 147 jornadas de trabajo al año, por 218 días de vacaciones. Esto, dentro de una generación.

Pero lo más inquietante, de inmediato, es que el retraso que sufrimos en Venezuela no parece que pueda remediarse si seguimos con nuestras estructuras sociales actuales. Podemos decir que la situación relativa del conjunto del país, desde el punto de vista del capital humano en personas altamente calificadas, será peor aún, de lo que es en la actualidad. Se debe, en primer lugar a la no inversión en el factor humano y a través de la pobreza en la formación superior, a la debilidad relativa de la investigación y de la ciencia, pero también debido a una aparente incapacidad —a falta de inversión, que es la palabra más adecuada en el Gobierno— de captar vigorosamente los métodos modernos de gestión.

La garantía más segura para no cometer desviaciones es desarrollar y aplicar creadoramente la doctrina socialista, es una estrecha ligazón del gobierno con la clase trabajadora. Si el gobierno comprende las necesidades del pueblo, evalúa de modo realista las posibilidades del país en cada etapa y despeja sin miedo el cambio del futuro. Por otra parte, si todo trabajador, consciente vincula sus esperanzas con la política socialista, si se siente no un simple ejecutor de la voluntad empresarial, sino que interviene activamente en la elaboración y aplicación práctica de los acuerdos partidarios. Pero esto no significa que desde ahora el progreso se asegure automáticamente, ni que las relaciones de producción y las fuerzas productivas estén en correspondencia de una vez y para siempre unas con otras.

¿En qué debemos concentrar nuestra atención? Ante todo, hay que dominar las tecnologías intensivas en la producción agropecuaria, introducir una contrata colectiva y familiar, resolver con más energía los problemas sociales del campo. Debemos ayudar a los trabajadores del campo y la ciudad a exigir responsabilidad a quienes no pueden abandonar los viejos métodos de trabajo. Esto, es sólo uno de los tantos aspectos de la cuestión. Cuando le están garantizadas al pueblo las bases de una vida estable, el principal criterio para apreciar la actividad debe ser la cantidad y calidad del trabajo. Así se manifiesta la justicia social en el socialismo. Esto, a propósito, hace que el pueblo sea más estable políticamente.

El socialismo no se desarrolla en el contorno de una isla. Hay una competencia entre los dos sistemas sociales: el socialista y el capitalista. Ya de por sí, esta competencia —la deseamos exclusivamente pacífica— hace que nos preocupemos por acelerar el desarrollo socioeconómico. El socialismo no tiene derecho a rezagarse. Disponiendo de los recursos que tenemos hoy —y no se trata sólo del potencial productivo y científico-técnico, sino, y en primer lugar, de un pueblo que ama a su país y que están dispuestos a hacer todo lo necesario por su prosperidad—, el pueblo ha optado con plena razón y seguridad por acelerar el desarrollo del país.

Es justo que la burguesía abrace la causa de los “lisiados del crecimiento”, de los que, frecuentemente a causa de una sociedad mal organizada, no llegan a seguir su ritmo. Estos necesitan, más que nunca, representantes hábiles y eficaces. Como la riqueza tiende espontáneamente hacia la riqueza, es muy fácil olvidarlos y sacrificarlos. Pero no siempre se encarga la oposición de proteger a las víctimas, sino que muchas veces se limita a hacerse eco de sus protestas tal cual han sido formuladas.

El objetivo principal de las reformas consiste en dar nuevos estímulos e impulsos a nuestro crecimiento económico, sentar una sólida base material para acelerar el progreso social y espiritual del pueblo venezolano. Conjugar los esfuerzos en la esfera de la cultura, la medicina y los derechos humanitarios es una parte más del sistema global de seguridad.

P.D.

Una deliciosa poesía china, menos árida y mucho más antigua que nuestra cultura, contiene una fórmula que podría aplicarse perfectamente a la moderna expansión imperialista. Kuan-Tsú decía, hace veintiséis siglos:

Si tus proyectos son para un año, siembra grano.

Si son para diez años, planta un árbol.

Si son para cien años, instruye al pueblo.

Sembrando grano una vez, recogerás una vez.

Plantando un árbol, recogerás cien veces.

Instruyendo a un pueblo, recogerás cien veces.

Cito a Mario Briceño Iragorry: “Pero no somos nosotros, los hombres y mujeres de ahora, los culpables de este falso proceso de la Ciencia y la tecnología. La deuda viene de atrás. Es el saldo desfavorable dejado por generaciones que pasaron sin cuidar su cuenta con el futuro. Es la deuda de un pueblo que financió su cultura con papeles sin respaldo”.

 

¡Gringos Go Home! ¡Pa’fuera tús sucias pezuñas asesinas de la América de Bolívar, de Martí, de Fidel y de Chávez!

¡Hasta la Victoria Siempre, Comandante Chávez!

¡Independencia y Patria Socialista!

¡Viviremos y Venceremos!

 



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Manuel Taibo


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