La crítica de la Economía Política

-I-

En un artículo sobre la Contribución a la Crítica de la Economía Política de Carlos Marx, Federico Engels escribió: “La economía política comienza por la mercancía, por el momento en que se cambian unos productos por otros, ya sea por obra de individuos aislados o comunidades de tipo primitivo. El producto que entra en el intercambio es una mercancía. Pero lo que la convierte en mercancía es, pura y simplemente, el hecho de que a la cosa, al producto, vaya ligada una relación entre dos personas o comunidades, la relación entre el productor y el consumidor, que aquí no se confunden ya en la misma persona. He aquí un hecho peculiar que recorre toda la Economía Política y ha producido lamentables confusiones en las cabezas de los economistas burgueses. La Economía Política no trata de cosas, sino de relaciones entre personas y, en última instancia, entre clases sociales; si bien estas relaciones van siempre unidas a cosas y aparecen como cosas”

He aquí el punto de partida correcto para la crítica de la economía política: considerar que el factor clave para el análisis de todo problema económico es la relación social entre las clases sociales, entre explotados y explotadores. Por supuesto, es vital el estudio y la caracterización de clase de la sociedad venezolana, la configuración del bloque social hegemónico, sus distintas facciones y las formas específicas de ejercer su dominio, así como a cuales cosas van unidas y cuáles son las apariencias que ocultan dichas relaciones. También estudiar la constitución y naturaleza del bloque histórico de clases dominadas, su programa y sus estrategias emancipadoras y cuáles son los puntos de ruptura con la lógica capitalista. Sólo de esta manera puede evitarse las “lamentables confusiones” de los economistas burgueses. Contrariamente a la concepción liberal, la economía no se explica por sí misma en base a abstractos modelos matemáticos sino por las relaciones de clase que subyacen ocultas tras las relaciones de producción, consumo, distribución y cambio. Es en el examen histórico de estas relaciones de clase que está la explicación de los procesos económicos, políticos, sociales y culturales que nos constituyen como sociedad, por un lado y, por el otro, a que mercancías, a que cosas van unidas estas relaciones sociales y con que apariencia se presentan. Este enfoque es fundamental pues no existe revolución proletaria sin una transformación revolucionaria de los modos de producción y de trabajo lo que implica necesariamente emancipar el trabajo, y esto es imposible sino se cambian las relaciones entre los trabajadores-productores y los explotadores.

-II-

Desde el descubrimiento de nuestra condición de país poseedor de inmensas reservas de petróleo, ha sido la renta petrolera el factor clave que posibilita la vida de la sociedad, la nación y el Estado venezolanos. Superadas las secuelas del proceso independentista en el siglo XIX, es la renta petrolera el factor que permite la configuración de clase de la sociedad venezolana y, en estricto rigor, el proceso de fundación del “Estado moderno” en Venezuela.

Desplazado Cipriano Castro del poder y derrotada la tendencia nacionalista que representaba, el “Estado moderno” venezolano se desarrolla durante el primer tercio del siglo XX bajo el dominio directo de las elites de poder de EE.UU., mediante una dictadura bajo el mando de J. V. Gómez. Es bajo su dictadura y el lubricante de la renta que se adelantan procesos como la centralización del uso “legitimo” de la violencia mediante la formación del ejército nacional y demás aparatos de seguridad del Estado que ejercen la violencia contra el pueblo; la centralización de la administración de la “cosa pública” y la creación de sus instituciones en el ámbito nacional; la construcción de un tejido de carreteras y medios de comunicación que conectan e integran territorialmente el país; la formación de un aparato jurídico que entre otras cosas, legitima la entrega de las riquezas nacionales mediante concesiones para la explotación del petróleo a las corporaciones petroleras transnacionales, que se constituyen las clases sociales y el Estado venezolano “moderno”.

El resultado este proceso es una sociedad muy desigual, con unas clases dominantes locales que sustentadas por los gobiernos de turno de EE.UU. derivan su poder de su capacidad de entrega de las riquezas del país y de la fiereza para oprimir al pueblo. En Venezuela nunca ha existido un sector que como clase pudiera calificarse de burguesía nacional. Por el contrario, desde su constitución ha sido una burguesía entreguista y antipatriótica, que asumió como propios los intereses de las elites estadounidense de poder en contra del pueblo, la sociedad, la nación y el Estado venezolanos.

Esta es la primera característica que surge de nuestra constitución como sociedad y como nación: la formación de un bloque histórico de clases dominantes que configura el Estado como una maquinaria de dominio interno pero enteramente subordinada a las elites de poder estadounidense. De allí deriva una segunda característica del Estado y la sociedad venezolana: las clases dominantes locales tienen un arraigado sentido antipatriótico y antinacional por ser ellas mismas un producto histórico surgido de la dominación imperialista. Y esta condición, determina una tercera característica: las clases dominantes locales han ejercido su dominio mediante la violencia contra el pueblo utilizando el poder del Estado bajo las directrices y la injerencia directa de los gobiernos de EE.UU. Estas características obedecen a que el Estado “moderno” venezolano nace y se desarrolla como el principal mecanismo para la apropiación privada de la renta petrolera, hermanando a la burguesía local y a la elite imperialista.

La renta petrolera, las clases sociales que alrededor de ella se constituyen, y la lucha por su apropiación y control, determinan la dinámica económica, social, política y cultural en el país. Es la apropiación de la renta petrolera lo que explica que en Venezuela exista un trastrocamiento en las funciones del Estado que generalmente ha sido subordinado a las funciones e intereses del gobierno de turno, con la consecuencia de que no hemos forjado una tradición de políticas de Estado basada en proyectos de largo plazo con una visión estratégica, sino una cultura cortoplacista y pragmática de la política de acuerdo a los intereses de la facción burguesa que controla el poder, siempre subordinada a los intereses de las elites imperialistas estadounidenses. Al no existir un genuino Proyecto Nacional tampoco se requirió de una política de Estado y las instituciones necesarias para el desarrollo de planes de mediano y largo plazo. Además, los planes de “desarrollo nacional” siempre estuvieron subordinados a los planes, intereses y necesidades de las corporaciones estadounidenses, determinando los contenidos de los “Planes de la Nación” que negaron la posibilidad de cualquier desarrollo autónomo e independiente. Las clases dominantes locales al funcionar básicamente como simples operadores de esta política imperialista, centraron su atención más en el rápido enriquecimiento antes que en el desarrollo del país, tal como lo demuestra la fuga de capitales, el endeudamiento externo (público y privado), la renegociación de la deuda, la “nacionalización” del petróleo de 1976. Siempre se intentó cambiar por decreto realidades forjadas históricamente -la “Gran Venezuela”, el “Gran Viraje”, la “Agenda Venezuela”-, pasando sin mediación alguna de la mitología del Estado a la del mercado, tal cual la imposición del ajuste macroeconómico neoliberal (1989) e incluso, el propio proceso de construcción del socialismo que ha desandado el camino a la inversa, pasando de la mitología del mercado a la del Estado, siempre bajo la creencia distorsionada de que el factor clave para la realización de los grandes proyectos es la disponibilidad de recursos financieros y el papel estelar del mercado o el Estado como protagonista, según el caso, y no la consciencia y consecuencia revolucionaria, el grado de organización social y política del pueblo, y el cambio de las relaciones de producción y de trabajo.

-III-

Por otra parte, la mercancía, la cosa a la que va unida esta relación política de clase es el petróleo, mercancía especial básica para el funcionamiento del sistema capitalista y clave para la geoestrategia de dominación global de EE.UU. Desde Gómez hasta Chávez, esto otorgó una posición “privilegiada” a la burguesía local que, como en el relato bíblico, vendió su primogenitura por un plato de lentejas, arrastrando en sus prácticas sociales y valores ideológicos al pueblo venezolano. El uso consumista y no productivo de la renta se convirtió en el fetiche distorsionante de nuestra realidad social con hondas raíces culturales, ideológicas, políticas, económicas y éticas, forjadas en el devenir de una cotidianidad que va para cien años de extravíos laberinticos en planes faraónicos incumplibles, derroche ostentoso de la renta para alimentar un patrón de consumo veleidoso, vanidoso e insostenible, una extracción perenne de recursos mediante diversos mecanismos aunados por la corrupción, y una frágil cultura del trabajo, el ahorro y la disciplina social, que ha depredado la nación material y moralmente, y lo que es peor, ha permeado también el proyecto bolivariano, poniéndolo en peligro. Como se ve, nuestros problemas no pueden resolverse con una simple “unificación cambiaria”. Sobre estos temas volveremos en próximas entregas.

 

danherlo@gmail.com



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