Estados Unidos: una bestia fuerte, pero herida

En un contexto de globalización económica como el actual, ¿sigue teniendo sentido hablar de imperialismo? Hoy estamos en un mundo multipolar, donde la política de bloques ha dejado paso a unas relaciones internacionales con un claro dominador, EE.UU., y una serie de potencias emergentes, como son China, Brasil, India y otros estados que siguen conservando un peso importante, como Japón, Rusia y la U.E.

EE.UU. en este contexto pretende mantener su hegemonía a toda costa, y para ello una vez terminó la Guerra Fría comenzó una política expansionista para llevar la democracia liberal y el modelo económico neoliberal al resto del mundo, ampliando entre otros organismos la OTAN, para así poder crear un nuevo orden mundial. El apogeo de esta política se dio con la administración de George W. Bush, que tras los atentados del 11S invadió Irak para afianzar de este modo la dominación de EE.UU. en Oriente Medio. El fracaso de esta política lo está gestionando actualmente Obama, con una política defensiva, aun sin dejar de intervenir siempre que vea amenazados sus intereses estratégicos en cada zona.

En el terreno económico, se vio como tras la derrota en Irak de EE.UU. y el estallido de la burbuja inmobiliaria, y antes con la burbuja financiera, la economía más poderosa del planeta mostraba signos de debilidad. Tras esas crisis y con la actual, la capacidad de recuperación de las economías avanzadas ha sido muy inferior al crecimiento de las "emergentes". En el periodo 2007-2012 China creció un 56%, las economías "emergentes" un 31%, mientras que las avanzadas sólo crecieron un 3%. Es precisamente durante la crisis cuando China se ha consolidado como segunda economía mundial.

Esta reconfiguración económica global está intensificando la competencia geopolítica. El peso de las capacidades militares se está equilibrando poco a poco, debido a la desigual tasa de crecimiento. La inversión real neta en armamento en el periodo 2008-2013 aumentó un 43,5% en China, un 31,2% en Rusia, el 10% en Brasil, el 6,6% en Japón, el 0,3% en Francia y el 0,1% en EE.UU. Ahora bien, la diferencia actual existente en capacidad de gasto militar es abrumadoramente favorable a EE.UU., con 600,4 mil millones de dólares frente a los 112,2 mil millones de dólares de China.

Estas dinámicas están favoreciendo el estallido de conflictos en zonas muy dispares. Estos son retos importantes para que EE.UU. siga manteniéndose como gendarme del mundo y no vea peligrar sus intereses e influencia en alguna de las zonas en disputa.

Conflictos multipolares

El estallido de la crisis en Ucrania y la guerra contra el Estado Islámico son dos conflictos que a principio del 2014 EE.UU. no contemplaba. Estos nuevos escenarios se han venido a sumar a la presión sobre Oriente Próximo y Medio y a la situación geopolítica que se está desarrollando en el sudeste asiático, donde China no para de ampliar su influencia.

En el terreno internacional China no muestra las ansias expansionistas globales que le harían situarse como competidora de EE.UU. en el dominio internacional: ni desde el punto de vista económico pretende desbancar con su moneda al dólar, ni tiene pretensiones de expandir su poder a todo el planeta. Por el contrario, lo que sí pretende es actuar en el terreno del Asia Oriental como principal potencia dominadora, lo que le puede llevar a diversos enfrentamientos tanto con EE.UU. como con el resto de estados presentes en la zona. En ese contexto ya se están desarrollando alianzas en principio "antinatura", como puede ser el acercamiento de Vietnam a EE.UU. para frenar a China o la de Corea del Sur con China frente a Japón. Todas ellas lejos de las de la Guerra Fría.

Todo esto muestra un cambio en las tendencias de la situación internacional en la que la clase trabajadora debe también posicionarse.

Internacionalismo en la globalización

La política de bloques fue un fracaso para el movimiento obrero. Por un lado, dio alas a la burocracia de lo que consideramos países con capitalismo de Estado, para reprimir revueltas y revoluciones. Por otro, situó a una gran parte del reformismo en el bando de la democracia liberal impulsada por EE.UU., apoyando guerras e invasiones también contra los pueblos oprimidos.

Tal y como nos mostraron Lenin y Luxemburgo, la lucha contra el imperialismo, que no es más que el capitalismo monopolista lanzado al enfrentamiento entre los distintos estados en función de su poder dentro del capitalismo global, debe ser una lucha internacionalista. No se trata de apoyar a tal bando capitalista porque enfrente se sitúa un capitalista mayor. Se trata, por el contrario, de levantar una política de independencia de clase, denunciando las ansias belicistas de las burguesías nacionales que apoyan las estructuras imperialistas como la OTAN o el FMI, y atacando a las otras potencias capitalistas en lid que no hacen más que defender los intereses de sus burguesías para abrirse camino donde antes no tenían influencia.

Esa no es nuestra guerra. Al igual que sucedió con la movilización contra la guerra de Irak en 2003, en la que se consiguió levantar un amplio movimiento antiguerra –al que incluso una parte de las burocracias sindicales se vió forzada a unirse–, en todos los conflictos debemos levantar una alternativa propia y conseguir conectar con la clase trabajadora y los sectores populares de todos los estados enfrentados.

Imperialismo y competencia económica

Con imperialismo, imaginamos guerras entre potencias. Pero en realidad, tal como lo definió Lenin, el imperialismo no es más que una fase determinada del desarrollo del capitalismo.

Antes del imperialismo como fase superior o actual del capitalismo, existían estados que invadían y colonizaban y también capitalistas que hacían sus negocios más allá de sus propias fronteras. Entonces, ¿qué es lo que cambia para que desde el marxismo abramos una nueva etapa en el capitalismo?

Pues qué tipo de capital domina. Y es el capital financiero el que domina en la actualidad.

"Marx demostró, con su análisis teórico e histórico del capitalismo, que la competencia origina la concentración de la producción, y que dicha concentración, en un grado de desarrollo, conduce al monopolio". La lucha entre las empresas más industrializadas y con mejor tecnología contra las familiares o artesanas, desde el siglo XIX, comenzó a generar asociaciones (cárteles, trusts, etc.), mientras se hundían las que quedaban rezagadas. Cada crisis refuerza esta tendencia y, con la ayuda del nuevo papel que toman los bancos a principios del siglo XX, se estrecha la relación entre capital industrial y financiero. Los grandes bancos, en ese momento, comienzan a controlar, por el mismo fenómeno de concentración, casi todo el capital monetario de las empresas. Conocen la situación de las empresas capitalistas y se aprovechan de ella para facilitar o dificultar el crédito, entrando el capital financiero en el industrial finalmente. Posteriormente, se produce la conexión con los gobiernos y el movimiento obrero cuando éstos también necesitan crédito; lo vemos claramente con las famosas puertas giratorias entre los consejos de administración y los ministerios, y en Bankia.

El capital financiero exporta capital para hacerse con sectores productivos, mercados más débiles y capital, al fomentar el desarrollo del propio sistema, ahora con la ayuda del Banco Mundial, FMI, etc. El imperialismo es, básicamente, capitalismo monopolista.

Aitor Bayón (@saludalegria) es militante de En lucha / En lluita

Artículo publicado en el Periódico En lucha / Diari En lluita



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