“¿Se puede desmontar el Estado burgués sin desmontar a la burguesía? Fraude o candidez”.

Lenin y la abolición del Estado. A propósito del artículo de los camaradas Toby Valderrama y Antonio Aponte

“Ocurre hoy con la doctrina de Marx lo que ha solido ocurrir en la historia repetidas veces con las doctrinas de los pensadores revolucionarios y de los jefes de las clases oprimidas en su lucha por la liberación. En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para "consolar" y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envileciéndola. En semejante "arreglo" del marxismo se dan la mano actualmente la burguesía y los oportunistas dentro del movimiento obrero. Olvidan, relegan a un segundo plano, tergiversan el aspecto revolucionario de esta doctrina, su espíritu revolucionario”.

Lenin: El Estado y la Revolución

“La sustitución del Estado burgués por el Estado proletario es imposible sin una revolución violenta. La supresión del Estado proletario, es decir, la supresión de todo Estado, sólo es posible por medio de un proceso de "extinción"”.

Lenin: El Estado y la Revolución

 

Como bien dejan claro los camaradas Valderrama y Aponte, en su escrito: ¿Se puede desmontar el Estado burgués sin desmontar a la burguesía? Fraude o candidez” (http://www.aporrea.org/ideologia/a195061.html), Lenin reafirma en varios de sus textos la conocida tesis de que en el socialismo habrá una Dictadura del Proletariado[i] y que en manos de esta clase ha de recaer el poder estatal una vez que éste sea arrebatado a la burguesía. Este nuevo régimen, Lenin lo entiende como una especie de democracia perfeccionada, de mejor calidad que la burguesa, en el sentido que la representación será ejercida por los trabajadores a través del sistema de Soviets (Consejos Obreros). En otras palabras, lo entiende, como una especie de semi-Estado o Estado en proceso de extinción, donde: El proletariado toma en sus manos el Poder del Estado y comienza por convertir los medios de producción en propiedad del Estado. Pero con este mismo acto se destruye a sí mismo como proletariado y destruye toda diferencia y todo antagonismo de clases, y, con ello mismo, el Estado como tal[ii]. De allí que Lenin entienda el proceso de transición al socialismo como un necesario proceso de desestatización.

En la obra referida por los camaradas Valderrama y Aponte, El Estado y la Revolución, Lenin intenta fundamentar la idea de que el socialismo sólo puede avanzar hacia el comunismo en la medida que el Estado[iii] vaya extinguiéndose y/o desapareciendo. En este sentido, cuestionando la actitud oportunista (reformista) de un sector del partido, apela a algunas ideas de Marx y Engels, para afirmar con respecto al Estado:

“El proletariado necesita el Estado, repiten todos los oportunistas, socialchovinistas y kautskianos asegurando que ésa es la doctrina de Marx y 'olvidándose' de añadir que, en primer lugar, según Marx, el proletariado solo necesita de un Estado que se extinga, es decir, organizado de tal modo, que comience a extinguirse inmediatamente y no pueda menos que extinguirse”[iv].

Obviamente, para que esta “extinción” pueda darse, se hace necesario crear las bases económicas que garanticen tal extinción. En términos revolucionarios, esto significa “expropiar a los expropiadores”, es decir, socializar la propiedad de los medios de producción burguesa y crear una nueva forma de organización político-social basada en la “libre asociación de los productores”, tal como proponía Marx.

Ahora, es sabido que al comienzo Lenin y los bolcheviques estaban inclinados a revolucionar de manera directa e inmediata las relaciones sociales de producción y no las fuerzas productivas. La idea era llegar al socialismo sorteando el largo y tortuoso proceso de desarrollo de los medios de producción, obviamente, junto a la necesaria creación de la mano de obra requerida para ponerlos en funcionamiento (modernización), esperando quizás surgiera luego un desarrollo de la productividad económica. En este sentido, el llamado Comunismo de Guerra fue si se quiere un intento de aproximación gradual al socialismo mediante el método de tomar atajos, pues como bien afirmaba Marx: “Una formación social no desaparece nunca antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen relaciones de producción nuevas y superiores antes de que hayan madurados, en el seno de la propia sociedad antigua, las condiciones materiales para su existencia[v].

Sin embargo, muchas señales parecen sugerir que en la práctica Lenin y los bolcheviques nunca se avocaron a crear las condiciones necesarias para que el “antiestatismo” teórico expresado en su emblemática obra El Estado y la Revolución –y, referida en su artículo por los camaradas Valderrama y Aponte- pudiera materializarse. De hecho, para 1921 el súbito viraje a la Nueva Economía Política llevó a los bolcheviques a adoptar el modelo de Capitalismo de Estado alemán, ya que para Lenin “sin la gran técnica capitalista basada en la última palabra de la ciencia moderna[vi], el socialismo era inconcebible. De esta manera, el socialismo dejó de ser entendido como una revolución política, social y cultural, y pasó a convertirse en un problema esencialmente económico: “Electrificación más Soviets”. Metáfora que difícilmente hubiese sido aceptada por Marx y Engels, puesto que le correspondería al capitalismo y no al socialismo resolver el problema de la electrificación en tanto que condición necesaria para la industrialización.

En todo caso, durante este período se aprueba –con consentimiento de Lenin- la admisión de capital privado como el modo más expedito y menos doloroso de reconstrucción de la economía rusa. Se exhortaba a los revolucionarios a aprender el arte no socialista del manejo económico, a volverse aprendices de los “especialistas burgueses” y a entregar el control de las fábricas a estos “especialistas”. Se pensaba que la “expropiación a los expropiadores”, conduciría a la gestión directa de los productores, pero no fue así. En otras palabras, en lugar de impulsar el proceso de industrialización con los trabajadores a la cabeza, se sugirió hacerles el trabajo a los capitalistas, incluso bajo su dirección, dando inicio al proceso de erosión del ideal desestatizador, cuya expresión institucional se encontraba encarnada en la democracia directa de los Soviets (Consejos Obreros).

El golpe más fuerte al proceso de desestatización (segundo viraje) fue la decisión  adoptada en el X Congreso del partido en 1921, estando Lenin aún con vida, de excluir a todos los grupos “disidentes” dentro del partido que reflejaban claras diferencias de opinión sobre el desarrollo que se le estaba dando a la transición. No olvidemos, que suele señalarse a Stalin como el causante de haber llevado al régimen a la degeneración y a su transformación en un estado totalitario y burocratizado (en realidad, el stalinismo no es más que la fase superior del bolchevismo).

La decisión se toma en el contexto de la Insurrección de Kronstadt, de donde surgieron algunas consignas de izquierda que, según los líderes del partido, eran aprovechadas por la contrarrevolución. En el fondo, lo que realmente se buscaba era consolidar -eliminando toda oposición- el programa reformista de la NEP. Por lo que, cualquier parecido con nuestra realidad no es mera coincidencia. Incluso, ya en 1918 el propio Lenin dejaba claro en su crítica a los “comunistas de izquierda”, que mientras la revolución no estallara en Alemania había que implantar en Rusia el capitalismo de Estado, “con todas las fuerzas” y “sin escatimar métodos dictatoriales[vii]. Luego en 1921, en el cuarto aniversario de la Revolución de Octubre, les exhortaba a sus camaradas del partido:

Esforzaos por construir al comienzo sólidos puentes que, en un país de pequeños campesinos, lleven al socialismo a través del capitalismo de Estado, no basándoos directamente en el entusiasmo, sino en el interés personal, en la ventaja personal, en la autogestión financiera, valiéndoos del entusiasmo despertado por la gran revolución. De otro modo no os acercaréis al comunismo, no llevaréis a él a decenas y decenas de millones de personas. Eso es lo que nos ha enseñado la vida, lo que nos ha enseñado el desarrollo objetivo de la revolución[viii].

En este sentido, nos preguntamos: ¿Cómo un poder enajenado como el que se estableció en Rusia luego de establecerse como un sistema capitalista de Estado, podía llegar a “extinguirse” (suicidarse) disolviéndose en la “libre asociación de los productores”?

Como era predecible, y muchos lo alertaron, la curiosa idea impulsada por Lenin de que un único partido podía desempeñar las funciones de órgano de dominación y agente articulador de los variados intereses de las masas, llevó a la inevitable conformación de un Estado todopoderoso (totalitario) y antisocialista, que el propio Lenin, sin complejos, lo asociaba al “capitalismo monopolista de Estado”: “El capitalismo monopolista de Estado es la preparación material más completa para el socialismo, su antesala, un peldaño de la escalera histórica entre el cual y el peldaño llamado socialismo no hay ningún peldaño intermedio[ix].

Ahora bien, ¿No era Lenin quien proponía “romper, demoler, suprimir” todos los aparatos (inclusive el ejercito, sustituyéndolo por el proletariado armado) del Estado burgués”?

Lo que los camaradas Valderrama y Aponte parecen obviar en su referencia al programa leninista, es que dos meses después de haber escrito Lenin El Estado y la Revolución, ya no era necesario para los bolcheviques demoler la vieja maquinaria estatal,  suprimirla o destruirla, sino que se toma la decisión de volver al viejo sueño reformista de democratizarla y ponerla al servicio de los trabajadores, perdón, de la burocracia del partido.

En otras palabras, para 1918 se había vuelto al punto que Lenin más le reprochaba a los “socialchovinistas y kautskianos”: El proletariado necesita el Estado, repiten todos los oportunistas” (reformistas). Y, no era cuestión de oportunismo. Era, simplemente el capital utilizando a unos nuevos agentes –en el caso ruso, a los bolcheviques, en nuestro caso, a los PSUVistas- para reconfigurarse en una nueva forma política. En este sentido, consideramos que tan cándido como oportunista, resulta cuestionar hoy la orientación reformista asumida por el gobierno del presidente Maduro, como proponer -subrepticiamente- el programa leninista como La alternativa a esta forma reformista de encauzar el proceso de cambios en Venezuela.

Dada la concepción de base idéntica entre ambos modelos (apoyo a los lados progresistas del capitalismo: industrialización, ampliación de derechos políticos y sociales mediante reformas, etc), resulta más que cándido, oportunista, mostrar una supuesta ruptura ideológica fundamental entre aquellos que piensan que la eliminación de los elementos nefastos del capitalismo puede conducir al socialismo (socialdemócratas), y aquellos que pretenden diferenciarse de éstos (leninistas)  por el hecho de preconizar una revolución conforme al programa bolchevique (revolución violenta).

En esencia ninguno de los modelos en cuestión termina declarándole la guerra al motor que impulsa al modo de producción capitalista: el trabajo asalariado, la propiedad privada de los medios de producción burguesa, la tiranía sobre el valor de uso, la expropiación de la plusvalía, ausencia de democracia, burocratismo, etc. De hecho, ambos modelos, sin excepción, y en todas sus variantes, sólo se limitan a atacar la esfera de la distribución y su expresión jurídica: el derecho. Nunca a la base del capital: la producción (qué producir, cómo producir, para quién producir). Y, es que en definitiva ambos modelos convergen en una visión del mundo compartida: ven al socialismo como una extensión depurada del capitalismo.

Rijchiro7@yahoo.com

 

 

 

 



[i] Dictadura que entendemos -a diferencia de los leninistas-, no como la ocupación del Estado burgués por parte de los obreros o por parte de un partido representante de los obreros, sino como la negación efectiva del Estado burgués y su sustitución por la “libre asociación de los productores”.

 

[ii] Lenin, V.I. El Estado y la Revolución. Obras escogidas, en tres tomos. Moscú, Ediciones de Lenguas Extranjeras, 1975, pág. 18. Recuperado en: http://www.marx2mao.com/M2M%28SP%29/Lenin%28SP%29/SR17s.html.

 

[iii] Con el término “extinción”, Lenin está refiriéndose al Estado proletario, no el burgués, que sólo puede ser destruido (“abolido”) por la violencia revolucionaria.

 

[iv] Lenin, V.I  Op. Cit., pág. 28.

 

[v] Marx, Karl. Contribución a la Crítica de la Economía Política. Moscú. Editorial Progreso. 1989, pág. 8. Recuperado en: http://www.moviments.net/espaimarx/docs/8d9a0adb7c204239c9635426f35c9522.pdf

[vi] Lenin, V.I. Acerca del infantilismo de “izquierdista” y del espíritu pequeñoburgués.  Obras escogidas. Tomo IV. Moscú. Edit. Progreso. 1973(a), pág. 66. Recuperado en: https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe12/lenin-obrasescogidas08-12.pdf.

 

[vii] Idem.

 

[viii] Lenin, V.I. "Con motivo del Cuarto Aniversario de la Revolución de Octubre". Obras Escogidas Tomo XII. Moscú.  Editorial Progreso. 1973(b), pág. 71. Recuperado en: https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe12/lenin-obrasescogidas12-12.pdf

 

[ix] Lenin, V.I. 1973(a).Op Cit., pág. 67.

 



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