Aceptemos la autocrítica. Corremos o nos encaramamos

Algunas actitudes de Hugo Chávez suelen ser calificadas como soberbias por quienes le adversaron durante su gobierno. La solidez de su liderazgo, el poder que ostentaba y que efectivamente ejercía, le otorgaban un amplio margen de maniobrabilidad. Chávez, podía tomar algunas decisiones que no eran muy bien aceptadas por los diversos factores políticos del país y que podían generar dudas en sus propios seguidores, sin embargo todo el mundo acataba, confiando en que a la larga traducirían bienestar.

Aun así, hubo siempre conciencia de la importancia de la autocrítica para la construcción del socialismo del siglo XXI. Cuando fue necesario postergar, suspender o rectificar alguna medida, se hizo, hablando siempre al pueblo de forma clara sobre los porqués. Obviamente, el extraordinario manejo del discurso, la comunicación política y su cercanía con el pueblo facilitaron este trabajo.

Con mucho pesar, percibo que asistimos actualmente a un proceso de sordera generalizada, a todo nivel, en el que muchas veces se juzga a la autocrítica como traición. Claros estamos que la revolución bolivariana pasa por momentos en los que no puede ceder a presiones, pues se acelera el paso y se consolida, o definitivamente se acaba. Sin embargo, es inadmisible que se continúe actuando como si los graves problemas que aquejan al pueblo venezolano no existiesen, o dando explicaciones que poco convencen y nada solucionan. Peor aún, que se estigmatice de “salta talanquera” a quienes por amor y profunda convicción revolucionaria han sabido señalar aquello que no anda bien.

Flaco favor hacen a este proceso de cambios quienes no son capaces de identificar y debatir las fallas que actualmente existen, o que incluso teniendo conocimiento de ellas, por los motivos que sean, prefieren guardar un silencio cómplice. No somos hoy la mayoría aplastante de otros tiempos, por lo que urge sumar voluntades; para esto es necesario mejorar la gestión y sobre todo adecuar el discurso y la acción a la nueva realidad política.

El anunciado “sacudón” de la estructura del Estado será estéril, si no parte de un debate franco y abierto sobre el rumbo que está tomando este proceso sociopolítico, en el que para despecho de muchos, se siguen reproduciendo vicios y prácticas heredadas de la cuarta República. Es imperativo escuchar al soberano e implementar correctivos con firmeza e inmediatez.

En la misma medida que se satanicen las exigencias del pueblo y la crítica constructiva de quienes forman parte de esta lucha, nos estaremos distanciando del concepto de revolución.

De la capacidad de nuestros gobernantes para conectar con el sentir popular y el coraje para rectificar lo que haya que rectificar, dependerá el futuro de nuestra Nación y de toda Latinoamérica durante las próximas décadas. Es momento de reflexionar, dar mayor cabida a la autocrítica y colocarse a la altura del compromiso que hemos asumido con la historia.


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