Los intelectuales en la sociedad democrática

Titula así Jeffrey Golfarb su libro sobre los intelectuales de fin de siglo. Sera un apoyo para nuestra discusión,  reconociendo el valor de los mismos en situaciones cruciales de la vida democrática y cómo su no compromiso a la actividad de nuestros tiempos representa una amenaza importante para la actuación democrática. Los intelectuales abocados a los problemas de su tiempo tienen la necesidad de deliberar sobre los problemas comunes (p. 11). Poseen una gran capacidad, ayudar a hablar de los problemas sociales de cambio en la vida democrática.

Los intelectuales en la medida en la cual éstos se forman para no estar encerrados exegeticamente en los libros, sino que los utilizan para estimular y acrecentar la discusión informada sobre problemas sociales urgentes como es el caso Venezuela, cumpliendo de esta manera a fomentar el civismo en la vida pública y fomentar la subversión del sentido común restrictivo. Uno de los problemas sociales que enfrentan los intelectuales democráticos es desarrollar un equilibrio justo entre civismo y subversión (p. 12).

La investigación democrática es una combinación de investigación empírica, de las nuevas epistemes surgidas del discurso subalterno de la modernidad, y a su vez, es normativa sobre la situación de los intelectuales como agentes de cambio social en una sociedad democrática que se está buscando. Uno de los mayores problemas a los cuales nos enfrentamos es la la calidad de la discusión pública. Existe un déficit de deliberación. Hay intercambio de información, mundo de las autopistas electrónicas de temas públicos y privados.  La información no produce la deliberación.

La conversación deliberada de los intelectuales pone al tapete los problemas sociales, económicos y políticos.  Sin dicha conversación, las políticas democráticas actúan sin deliberación, convirtiéndose en campañas estratégicas de manipulación de masas. No sostengo que tengan un papel singular que sirva a todos los lugares, pero sí su importancia para apoyar la democracia en una situación específica. En el mejor de los casos, la discusión seria se margina; en el peor, se silencia. Cuando reinan los regímenes represivos, el silenciamiento de la discusión es habitual. Pero también es frecuente que en los gobiernos democráticos liberales, como el de Estados Unidos,el libre mercado apunte hacia el mismo efecto, sobre todo cuando actúa a través de los medios electrónicos (p. 14).

La paradoja del intelectual democrático consiste en, por una parte, la Ilustrada que requiere la democracia para deliberar gracias a sus capacidades de habla, creativas por  demás y con esas actitudes comunicativas necesarias para la construcción del bien común. Y por otra, la igualitaria, los intelectuales y su excelencia cultural son muchas de las veces observados con recelos en las democracias. Los intelectuales tienen una relación de amor-odio con la democracia y ésta tiene una relación de amor-odio con los intelectuales. (…) En una democracia, el público informado ha de ser capaz de hacer juicios críticos, a veces sobre  temas complejos. Así pues, los intelectuales deben tomar parte en la vida pública y sus conciudadanos, o al menos sus representantes, tienen que estar informados de los frutos de las actividades intelectuales, de lo contrario es probable que cobre poder y se extienda alguna forma de oligarquía o tiranía (p. 18). Y, ¿cómo darse a conocer? No siempre es posible la comunicación cara a cara, así que los medios de comunicación de masas con la capacidad de enlatar, tergiversar y vender lo crítico como información generalizada.

Hay intelectuales comprometidos políticamente y actúan de modos muy diferentes. Entienden que la política tiene que ver más con la persuasión que con la búsqueda de la verdad. Sin embargo, este intelectual debe dar cuenta del compromiso frustrado con la política de principios que conduce al dogmatismo ideológico, mientras que la retirada de la ideología pone de manifiesto el papel crítico del intelectual y el fortalecimiento de la democracia.

Loas preguntas fundamentales de la modernidad que hay que tomar en cuenta es cómo marca los límites de la autonomía política y económica de la esfera cultural. La crítica cultural como libertad cultural limita las autonomías de la política y la economía. A la base de la esfera cultural nos encontramos con el intelectual crítico comprometido que suele sobrepasar su dominio social inmediato para acceder a un público más amplio. Recordemos el habla, el uso de la palabra y el valor del hablar resulta más evidentes cuando existen malentendidos o conflicto de intereses entre partes significativas de la población, porque en democracia el único modo en que pueden ser adecuadamente resueltos esos intereses en conflicto y superados esos malentendidos es mediante una discusión libre y abierta (p.53).

La meta del compromiso intelectual no es difundir sentido común, más bien desestabilizar las interpretaciones comunes en nombre de los marginados, ser subversivo no en nombre de la verdad, sino de una posición de identidad. La opinión común que merece la pena nutrir es la de los marginados como la historia de los movimientos ayudar a adquirir poder a los oprimidos, para fortalecer su resistencia. Said pretende confirmar que los subalternos pueden hablar, como la historia de los movimientos de liberación del siglo XX atestiguan elocuentemente (Said, Orientalismo, p. 335).

El papel del intelectual venezolano consiste en su aporte al fortalecimiento de la democracia, incluyendo en su pensamiento moderno a los que hasta ahora habían sido reprimidos. Formar para la deliberación de temas políticos, económicos y sociales. Los centros de saber tienen una gran responsabilidad histórica, la de la inclusión de todos los venezolanos.

 

mguevara2003@yahoo.com



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