Rindiendo cuentas: El futuro de la revolución venezolana

El testamento de Hugo Chávez, escrito antes de su muerte en marzo de 2013, era su Plan de la Patria 2013-2019. Abre con una reafirmación combativa del proyecto del “socialismo del siglo XXI” que Chávez había anunciado en el Foro Social Mundial en Porto Alegre en 2005.

“Este es un programa de transición al socialismo y de radicalización de la democracia participativa y protagónica. No hay que engañarse, la formación socio-económica que prevalece en Venezuela sigue siendo capitalista y rentista. Este programa se dirige hacia una radical supresión de la lógica del capital y a seguir el avance hacia el socialismo. Para que emerjan los nuevos modos de planificar y producir la vida material del pueblo hay que pulverizar la forma de estado burguesa que heredamos que aún se reproduce a través de sus viejas y nefastas prácticas.”

En muchos sentidos este párrafo representa un reconocimiento de fracaso, de las contradicciones irresueltas del proceso chavista 1. Desde la perspectiva de 2014, al año de asumir el poder Nicolás Maduro, succesor nombrado por Chávez, suena cada vez más a retórica, a altisonantes palabras que en nada reflejan de la realidad de la vida en Venezuela.

Las guarimbas: vuelven las barricadas

En abril de 2014, Maduro fue elegido a la presidencia del país, pero con una mayoría de menos del uno por ciento. Hubo protestas violentas y reaparecieron las guarimbas brevemente en los días después de las elecciones. La oposición de derecha ‘oficial’, que había respaldado la candidatura de Henrique Capriles Radonski, ganó confianza a raíz del resultado y empezó a prepararse para la próxima contienda electoral bajo la bandera de la MUD (Mesa de Unidad Democrática). Voluntad Popular, una organización nueva encabezada por María Corina Machado y Leopoldo López (pertenecían a dos de las familias más ricas de Venezuela) hicieron un llamado a que siguiera la acción directa. Su retórica era inflamatoria y sus métodos confrontativos.

El 12 de febrero, Día de la Juventud, grandes manifestaciones irrumpieron en todas las ciudades del país, y en sus formas más multitudinarias en la capital, Caracas. Sus reivindicaciones tenían que ver con la situación en las universidades en particular, pero las consignas eran anti-chavistas. Se ampliaron al poco tiempo para abarcar la situación económica –la inflación, la escasez y el aumento constante de los precios. Las barricadas se volvieron permanentes y cada vez más violentas; los y las manifestantes, luciendo pasamontañas, quemaban llantas, asaltaban edificios del gobierno y echaban aceite en las calles y carreteras para obstaculizar el paso de vehículos y peatones.

López fue detenido al principio de las manifestaciones (y sigue encarcelado). Machado, por el contrario, hacía acto de presencia en las marchas, entre viajes a Estados Unidos para dar publicidad al movimiento. Intentó entrar en la Asamblea de las Naciones Unidas, pero le fue negada la entrada; aun así, tenía amigos de mucha influencia en los medios masivos –CNN, por ejemplo, sostuvo una incesante campaña de denuncia de Venezuela, entrevistando en sus noticieros en español a representantes de Voluntad Popular y pasando imágenes borrosas de violencia callejera tomadas de celulares. El objetivo de las manifestaciones, que mantenían su ritmo, era claramente de volver ingobernable el país –impidiendo la libre circulación del tráfico, creando escasez e intimidando a la gente en la calle.

Las protestas tenían una característica inesperada; se limitaban casi exclusivamente a los barrios de clase media. En el pasado la guarimba se asociaba siempre con las protestas de las clases populares y la clase obrera. Eran el arma preferida de las barrios marginales que rodean todas las ciudades de América Latina –y específicamente en este caso Caracas. El evento que se suele citar como el primer acto del proceso chavista –el Caracazo del 28 de febrero de 1989– empezó con el incendio de autobuses y la construcción de guarimbas. Aquel día los barrios estallaron enfurecidos ante las nuevas medidas de austeridad exigidas por el Fondo Monetario Internacional e impuestas por el recién elegido gobierno de Carlos Andrés Pérez. De la misma manera las y los piqueteros de Argentina, movimientos de gente desempleada, y los movimientos indígenas de Bolivia emplearon las barricadas a máximo efecto. Y en las últimas semanas las protestas contra el derroche de recursos públicos para financiar la Copa Mundial en Brasil trajeron los pasamontañas y las barricadas en llamas a las calles de Rio de Janeiro.

Es indudable que en Venezuela las armas hicieron acto de presencia en las barricadas, posiblemente en manos de paramilitares vinculados al narcotráfico u otros elementos criminales aprovechando el desorden. Para mediados de mayo había un saldo de 40 personas muertas y más de 3.000 detenidas, la mitad al menos estudiantes. La responsabilidad de las muertes se dividió entre la policía y la Guardia Nacional Bolivariana, por un lado, y la violencia azarosa de las barricadas por otro. El 15 de mayo las ‘ciudades de carpas’ en unas avenidas céntricas de Caracas, claramente inspiradas en el movimiento Occupy! en varias ciudades de Estados Unidos, fueron arrasadas por la fuerza. El gobierno caracterizaba a los manifestantes de ‘fascistas’, a pesar de que no existen evidencias de un movimento anti-obrero ideológicamente coherente y organizado. Sin embargo la hostilidad del gobierno norteamericano y sus poderosos aliados en el lobby financiero venezolano en el extranjero es palpable.

Las protestas causaron dificultades para el gobierno de Maduro. ¿Cómo iba a condenar las barricadas y la quema de buses cuando varios miembros del gobierno participaron en estas actividades durante las protestas contra previos gobiernos? Y por otro lado cada portavoz del gobierno repetía insistentemente que la constitución bolivariana garantizaba el derecho de cada ciudadano venezolano a protestar.

La cuestión más profunda es que las manifestaciones seguían siendo multitudinarias e incluían una representación masiva de estudiantes además de gente de clase media y clase media-baja. Por encima de todo su protesta era económica. La inflación rampante, problema creciente ya en los años anteriores, se disparó durante 2013 y 2014. Productos esenciales desaparecían de los supermercados durante semanas enteras, para volver a aparecer de repente a precios aumentados. Los servicios públicos, sobre todo el servicio hospitalario y la educación, se estaban deteriorando rápidamente; y cada gestión burocrática tardaba meses, si es que se realizaba, y siempre implicaba la necesidad de dar coima –sea para conseguir actas de nacimiento o defunción, comprar un carro u organizar el pago de tu jubilación 2.

El sistema de cambio de divisas, para adquirir dólares, era impenetrable y absolutamente corrupto. La economía estaba al borde del colapso, mientras que el gobierno anunciaba una medida económica tras otra y publicaba cifras (a menudo incomprensibles) para demostrar que se seguían construyendo viviendas, regulando precios, persiguiendo a los especuladores, que la economía en general iba en auge y la corrupción se estaba controlando. Y sin embargo, una vez publicadas, las medidas caían en el olvido y las cifras no se volvían a mencionar más.

Para colmo, la violencia a través de la sociedad y la inseguridad dejaba a la gente temerosa del crimen violento, los robos y los secuestros. La vida urbana se iba transformando; la gente se quedaba en casa, los teatros se cerraban más temprano, y las medidas de seguridad particulares iban en incremento. Y estaba merecida su preocupación. Durante varios años no se dieron cifras de muertes violentas en Venezuela, pero en 2013 un ente no estatal publicó una cifra de 25.000 muertes para ese año 3, lo que significaba que Venezuela figuraba como uno de los países más violentos del mundo. La cifra para 2014 va en el mismo sentido. Así que las protestas reflejaban problemas reales que enfrentaban las clases media y media-baja, al mismo tiempo que su temor de que el gobierno chavista “quiere que todos seamos pobres”, como decía un cartel casero en un muro.

Si bien las protestas se limitaban a las zonas de clase media, los barrios populares también experimentaban problemas parecidos, aunque estuvieran atenuados por los programas de alimentación subsidiados (Mercal, Pdval) y la existencia de servicios médicos y oportunidades de educación a través de las Misiones. Además los barrios populares seguían siendo la base leal del chavismo. Habían mostrado una y otra vez su profunda lealtad a Chávez y la habían transferido a Maduro. Además tenían una muestra reciente de lo que se podía esperar de la derecha. El intento de golpe contra Chávez en abril del 2002 duró apenas 48 horas, pero fue tiempo suficiente para que sus líderes dieran a conocer sus planes represivos en caso de que se mantuvieran en el poder. Hacia finales del mismo año, el paro petrolero –una huelga encabezada por la gerencia de la industria– confirmaba su brutalidad y su disposición a destruir la industria petrolera del país.

El gobierno de Maduro invocaba la autoridad de Chávez en cada oportunidad para legitimar sus propias acciones; al mismo tiempo su transformación en “el líder supremo eterno” era preocupante. El partido que creó Chávez en 2006, el Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv) de hecho era un mecanismo de control por el estado bastante eficaz, asegurando que esa lealtad se mantuviera. Pero manifestaba una profunda falta de juicio político creer que por esas razones no era necesario dar explicación alguna de las protestas anti-chavistas, más allá de denuncias de fascismo y acusaciones de complots extranjeros.

La política como economía concentrada

El núcleo de la estrategia de Chávez era lograr el control estatal de la industria petrolera, negociar un nivel de regalías realista y apropiado, e invertir esos ingresos en el desarrollo social y económico. Pdvsa, la corporación petrolera estatal, pasó a manos del estado después del paro petrolero de 2002-03 y la Ley Orgánica de 2005 definió el nuevo papel de la industria. Según Rafael Ramírez, presidente de Pdvsa:

“Con la distribución popular de la renta, al invertirla en el bienestar del pueblo, su capitalización humana, su superación social y económica, al invertirla en obras de infraestructura, servicios e inversiones para aumentar la producción nacional, la renta petrolera adquiere entonces una dimensión transformadora de los terribles desequilibrios y desigualdades sociales que paradójicamente están presentes en uno de los países con mayores riquezas petroleras del planeta”.

Hoy la retórica sigue siendo la misma, pero la realidad no tiene relación alguna con aquel futuro prometido. Hoy Ramírez es una de las personas más poderosas de Venezuela. Es jefe de la empresa petrolera, ministro de energía y además vicepresidente para la economía; por eso le corresponde asumir la responsabilidad de que ninguno de los objetivos declarados por él se cumpla.

Lo que más expresaba las metas del nuevo régimen en 2005 eran las Misiones, programas sociales en los campos de salud, educación, redistribución de la tierra, vivienda y derechos indígenas dirigidos específicamente a las mayorías pobres del país. En un principio se proyectaba para ellas un papel mucho más allá de ser simples conductos administrativos para el estado. Dada la resistencia del viejo orden, arraigado todavía en el estado, las Misiones llegaron a representar la posibilidad de un poder muy diferente –la democracia de base prometida en la Constitución bolivariana de 1999. Las prácticas corruptas del sistema anterior se enfrentarían y se acabarían, y los ingresos petroleros del país se dedicarían por primera vez a resolver las necesidades de las mayorías. Al mismo tiempo, Ramírez prometió que la producción actual de 2,5 millones de barriles diarios se aumentaría a 5 millones para 2015, lo que financiaría la diversificación económica y el desarrollo industrial, que serían las claves de la estrategia que pondría fin a la dependencia del oro negro.

Hoy, a mediados de 2014, la producción no ha pasado los 2,5 millones de barriles, y los crecientes problemas técnicos que afectan a la industria reflejan la falta de inversión en infraestructura y planta. La poca inversión registrada ha sido producto de las ‘empresas asociadas’ con inversionistas extranjeros mediante acuerdos que muchas veces incluyen condiciones aún más onerosas que las impuestas en los acuerdos operativos con las multinacionales petroleras de los años setenta. El gasoducto Rafael Urdaneta que atraviesa el Golfo de México, por ejemplo, es propiedad de un consorcio de compañías que incluye Repsol de España, Gazprom de Rusia y la corporación Chevron de Estados Unidos.

La deuda de Pdvsa subió de un salto de $3,75 billones a $78,5 billones en 2012. La inversión china (que representa una deuda hoy en día de más de $5 billones) se salda con petróleo (actualmente medio millón de barriles, cifra que seguramente subirá) a un precio no declarado; 1 millón de barriles se venden en Estados Unidos, y Cuba recibe alrededor de 250.000 diarios, también sin que se declare el precio de venta, que luego revende para ganarse divisas. Lo que demuestran las cifras es un ingreso que gira alrededor de los $90 billones anuales, con una ganancia neta de unos $60 billones.

Y sin embargo, la producción, tanto agrícola como industrial, está paralizada. Las empresas estatales –incluidas la siderúrgica y la del aluminio, ubicadas en el estado de Bolívar alrededor de Ciudad Guayana– están estancadas por falta de repuestos para la maquinaria, la escasez de materias primas y la ausencia de inversión a través del tiempo. Unos $120 millones asignados a la Corporación de Guayana por Chávez en 2012, por ejemplo, nunca llegaron a la empresa. El abastecimiento de bauxita, materia prima del aluminio, por ejemplo, está prácticamente parado, y los seis inmensos vehículos extractores comprados a Bielorrusia están todos dañados e inutilizados por falta de repuestos. La fábrica de aluminio Alcasa, en Puerto Ordaz, que se había declarado la primera industria del país que pasaría al control obrero, ya dejó de funcionar. La construcción, a su vez, está paralizada por la falta de cemento y cabillas 4.

La producción agrícola sigue en un declive vertiginoso, al grado que el 90% de los alimentos consumidos en Venezuela son importados –a pesar del inmenso potencial agrícola del país. Las expropiaciones de tierras, que se suponía sentarían las bases de una agricultura socialista, bajaron en 2013, y de hecho el ministro de agricultura sugirió hace poco que algunas tierras se devolvieran a sus antiguos propietarios, los mismos que durante todo este período emplearon sicarios para atacar las ocupaciones campesinas.

La producción automovilística, que emplea a 80.000 trabajadores, está funcionando apenas– el número de carros fabricados en una semana equivale a lo que, hace algunos años, se hubiera producido en una tarde 5. En lo que se refiere a la industria farmacéutica la producción nacional ha cesado completamente. Hay una escasez nacional de medicinas y drogas esenciales, incluidos los tratamientos contra el cáncer, los anticonvulsivos y hasta la aspirina –verdadera cuestión de vida o muerte. Eduardo Samán, tres veces ministro encargado de enfrentar la especulación y tres veces suspendido a las pocas semanas por su empeño en hacer su trabajo persiguiendo a especuladores y cerrando negocios que abusaban, argumentó en una conferencia reciente en Caracas, con respaldo de datos y cifras, que Venezuela estaba en condiciones de producir sus propias drogas genéricas en vez de importarlas a precios inflados 6. La asistencia de prensa y medios masivos a la conferencia fue enorme, por la asistencia de ministros. Sus discursos fueron ampliamente reportados y retransmitidos, pero los comentarios de Samán no merecieron una sola mención. Hay proyectos de prestigio que han significado gastos inmensos que nunca llegaron a funcionar –un ejemplo notorio es la refinería de azúcar en Barinas. La lista completa de estos proyectos sería demasiado larga para el espacio limitado del presente artículo 7.

La Gran Misión Vivienda, la más emblemática, se representa repetidamente como el gran éxito del proyecto chavista. Cada jueves, Maduro sale en televisión, entregando viviendas en algún rincón del país y soltando cifras que lindan en los cientos de miles –pero aquí también la realidad dista mucho de lo que se alega en el programa. En realidad, el programa de construcción de viviendas ha bajado en un 66% en comparación con el año pasado. En abril de 2014 Maduro anunció el plan de construir 220.000 casas –sin aclarar que eso representaba una reducción de la cifra original de 380.000. De las casas prometidas, se construyeron hasta ahora el 4% del total 8. Y donde la visión que tenía Chávez era de crear comunidades con escuelas, facilidades para los deportes, centros comunitarios y pequeños comercios, los proyectos actuales se limitan a los edificios físicos, muchos de ellos sin acabar. La administración de esas torres a medio terminar se ha entregado a grupos de delincuentes que compran y venden ‘espacios’ –no cuartos ni departamentos– ante la indiferencia benévola del estado.

Guerra económica –¿de quién?

Pero ¿dónde están los ingresos petroleros? ¿Por qué quedaron sin terminar tantos proyectos? ¿Dónde quedaron los dólares distribuidos entre importadores para comprar productos que nunca llegaron? El sistema de distribución de dólares es bizantino –poca es la gente que lo entiende; pero lo cierto es que ha encubierto una fuga de capitales que nunca regresaron al país, ni en efectivo ni en especie. Jorge Giordani, ministro de la planificación, declaró recientemente que habían “desaparecido” 20 billones de dólares en 2012 y que en 2013 el 40% de los dólares entregados acabaron en manos de ‘empresas de maletín’ –es decir empresas fantasma– en un inmenso negocio de lavado de dinero. Dijo que tenía una lista completa que iba a publicar –pero la lista no ha visto la luz del día hasta ahora 9. Se supone que esos dólares –se estima en $190 billones– se anidaron en cuentas bancarias en Panamá, Estados Unidos y Rusia, entre otros refugios.

La beneficiaria de este comercio secreto no es solamente la vieja clase dirigente, los capitalistas venezolanos que siguen siendo dueños de un 35% de la economía. La nueva burocracia estatal chavista que se encarga de las agencias del estado y de las empresas nacionalizadas se ha enriquecido de manera insólita en el ejercicio del poder del estado. Los proyectos de infraestructura, que absorben una proporción inmensa de los recursos del estado, se demoran o quedan incompletos. La corporación de ingeniería brasileña, Odebrecht, socia del estado en muchos de sus proyectos mayores, por ejemplo la construcción de puentes en la Faja del Orinoco o del emblemático sistema ferroviario iniciado por Chávez, ha suspendido sus operaciones hasta que se aclare el futuro financiero de estas y otras operaciones. La construcción de viviendas, financiada por lo que se llama el Fondo Chino, que recibe fondos de Pdvsa y del Banco Central para proyectos grandes, no publica sus cuentas. Y estos proyectos tampoco se terminan por lo general. Sin embargo, el presupuesto se distribuye y se gasta en cada caso, por ejemplo para la compra de materiales –el cemento por ejemplo– aun cuando no haya producto.

¿Cómo caracterizar entonces esta economía? Es una economía capitalista –de esto no cabe la menor duda, como el mismo Chávez reconoció– y a cargo de una capa de burócratas que actúan en concierto con el capital privado o como acumuladores directos de capital. Este cuadro se confirma en el marco internacional, donde se están operando empresas conjuntas –o ‘asociadas’–, sobre todo petroleras, con China, Rusia, Bielorrusia, España, Irán; a ninguno de ellos les importa el altruismo, ni la solidaridad, ni la construcción de una economía socialista en Venezuela ni en sus propios países.

El proyecto económico articulado por Chávez y luego por Ramírez, y repetido por todos los portavoces del gobierno, está echando marcha atrás. El estado, que Chávez quería “pulverizar”, ha crecido y ha aumentado su nivel de penetración, arrogándose cada vez más poder –desde el petróleo hasta las comunicaciones, desde el control de divisas hasta la importación directa. Sus 16 ministerios originales se aumentaron a 32 y el número de viceministros cuadruplicó, dando cada vez más oportunidades para el nepotismo 10 que también caracterizaba la cuarta república que precedió al chavismo. Entretanto las Misiones, y la democracia directa que tenían que encarnar, se han desmoronado. Existen, y Maduro anunció hace unas semanas que se pondrían bajo la égida de un nuevo ministerio recién creado –a cargo de la ex ministra responsable de precios justos. Al igual que los ‘consejos comunales’ y las ‘comunas’, son brazos administrativos del estado y carecen totalmente de autonomía política o independencia económica.

Hasta ahora, y a pesar del deterioro manifiesto del proceso, el chavismo sigue teniendo un alto nivel de apoyo entre las mayorías cuya lealtad a Chávez se moviliza y se explota a diario. Pero no hay persona venezolana que no esté al tanto, en base a la experiencia personal, de la realidad de la corrupción y de la inflación que afectan al país. La pregunta es: ¿qué futuro se imagina el chavismo para sí mismo y para su proyecto?

¿Una encrucijada final?

La reacción de Nicolás Maduro ante la crisis política de los últimos meses ha sido de hablar de la reconciliación y organizar conferencias de paz. No estaba claro, sin embargo, qué se entendía por paz. Las primeras reuniones dejaron muy claro el asunto –se trataba de la paz social, o sea de la colaboración de clases; ese sería el marco de las discusiones. La federación de empresarios y los capitalistas más ricos del país fueron invitados, junto con la MUD. Las organizaciones de masas y los aliados políticos del Psuv, a saber el partido comunista y Patria para Todos, fueron excluidos de los debates. Así que la reunión era realmente un diálogo entre el sector mayoritario de la derecha antichavista, el sector empresarial y el gobierno.

Jorge Arreaza, vicepresidente, explicó unos días después que de los 59 puntos propuestos por el bloque antichavista, se habían acordado ya 56, entre ellos los elementos de una nueva política económica que implicaría alzas de los precios de productos básicos y apoyo económico al sector privado. No era de extrañarse, pues, que el jefe de la organización de los empresarios, Fedecámaras, felicitara a Maduro por su “flexibilidad”. En realidad Maduro ya se había reunido con los dirigentes del capital privado, incluyendo Lorenzo Mendoza, jefe de la compañía productora de alimentos y bebidas más grande del país, Polar, a finales del año pasado. Las reuniones de paz en abril y mayo de este año produjeron incrementos del precio del café, el arroz, el pollo y otros productos básicos. Mercal, los mercados de alimentos subsidiados, mantuvo los precios oficiales (los precios justos), siempre y cuando se conseguían, pero según el Banco Central hubo una caída del 11% en el volumen de productos disponibles en comparación con 2013 y para 2014 ya había caído en un 29%.

El primero de mayo Maduro anunció un aumento del 30% en el sueldo mínimo. En 2008 el incremento anual se equiparaba con la tasa de inflación; entre 2009 y 2012 la diferencia era de 10 a 12% cada año. En 2013 el incremento del 20% se enfrentaba con un nivel de inflación del 56%, y para fines de 2014 no sería menos del 75%, aunque ya se habla de la posibilidad de una tasa del 100% 11. En concreto, la canasta básica de alimentos, según el Banco Central, que garantizaba un insumo de 2.200 calorías, costaba 3.700 bolívares a finales de 2013 con un sueldo mínimo en ese momento de 2.972 bolívares. Pero el cálculo está basado en 50 productos a precio justo, mientras que la realidad es que los productos (azúcar, café, arroz, harina, pan) sólo se consiguen a ese precio en Mercal y Pdval, los mercados subsidiados, cuando hay existencias.

Según el análisis de Marea Socialista, el 38% de la población sobrevive con de dos a cuatro sueldos mínimos como ingreso familiar, un 42% con menos de dos, y eso sin tener en cuenta el alza de los precios del transporte que subirán en un 40% dos veces en el curso de 2014. Esto significa que un 80% de la población está viviendo en circunstancias difíciles, dificultades que se arrecian cada mes con una inflación imparable. El otro 20%, muchos de ellos funcionarios del estado o empresarios, son los que uno ve al volante de sus cuatro por cuatros en la ciudad y que llenan los restaurantes cuyos precios, otra vez según el Banco Central, han subido en un 800% en los últimos cuatro años. Esta es la gente que tiene acceso a dólares, de la manera que sea, y a las cosas que sólo se pueden comprar con dólares.

El instrumento clave de control político y social en Venezuela es el Partido Socialista Unido de Venezuela, el Psuv. Fue creado por decreto por Hugo Chávez en 2006. El funcionamiento del partido no corresponde en ningún sentido al modelo de la democracia directa abogado por Chávez. Al contrario, imita las estructuras centralizadas y autoritarias del Partido Comunista Cubano –reflejando la influencia ejercida por los cubanos en cada nivel del estado y el gobierno. El partido cubano ha celebrado once congresos en sus 54 años, lo que significa que no puede ser un modelo de transparencia ni de democracia interna. Por otro lado es muy posible que la combinación del libre comercio con una maquinaria de control férreamente organizada que hoy día impera en Cuba sea exactamente la estructura que favorece la dirección del chavismo. Una señal sumamente preocupante es la creciente presencia militar en el estado y el gobierno en todos los niveles y terrenos; la virtual criminalización de la protesta (a pesar de la insistencia al principio en el derecho de protesta que otorgaba la Constitución) y la reacción abiertamente represiva que representa el desmantelamiento forzoso de los campamentos de paz, parecen presagiar una militarización del estado. Eso sería consecuente con los acontecimientos recientes, pero absolutamente contradictorio con los conceptos centrales del chavismo –la solidaridad, la transparencia, la democracia y el uso de los recursos públicos para bien de las mayorías.

El problema es que el estado ya no dispone de los recursos necesarios para relanzar la economía. Sólo los conseguirá recurriendo a inversionistas extranjeros, como China o Rusia, u a otros socios extranjeros sin compromiso ni interés alguno en un proyecto socialista. Sólo invertirán para acumular. Y hay dos razones para invertir en Venezuela: una es la participación en la industria petrolera y la otra sería la existencia de una fuerza de trabajo barata entre una población cuya participación de los ingresos nacionales está en dramático declive. Hasta ahora, el control político ejercido a través del Psuv mediante una combinación de clientelismo, corrupción y una organización local dura, aunado al recuerdo de un Hugo Chávez santificado, han mantenido la unidad de las mayorías. Pero hay un creciente descontento en las bases.

El año pasado hubo más de 3.000 protestas, huelgas locales y ocupaciones de tierras. El gobierno y los medios de comunicación se han hecho los sordos ante las luchas de las comunidades indígenas, por ejemplo. El caso de Sabino, dirigente del pueblo yukpa en el estado de Maracaibo, que está luchando por proteger sus territorios ancestrales ante las incursiones de Carbozulia, la gigantesca compañía minera propiedad del estado, es emblemático. Sabino y varios familiares han sido asesinados, y la persecución de su familia sigue sin parar.

Todo esto sirve para demostrar que la organización comunitaria que tanto emocionaba a los observadores extranjeros de la revolución bolivariana en sus primeros años se ha incorporado y subvertido. Sin embargo, el discurso de la organización independiente de las masas sigue circulando, aun si hoy se emplea cínicamente para encubrir una realidad muy distinta. A pesar de todo existe una memoria colectiva de la lucha y la resistencia de los años anteriores a la llegada de Chávez. La profunda decepción y desaliento que sienten muchos sinceros activistas y revolucionarios venezolanos se entiende completamente, y la izquierda sigue desorientada y desarmada ante las contradicciones y traiciones del chavismo. Sin embargo son estas mismas personas activistas y socialistas quienes deberán organizar y dirigir las luchas desde abajo que vendrán, sea a través de los sindicatos o de las organizaciones de base auténticamente democráticas.

El gobierno chavista hace tremendos esfuerzos por mantener una apariencia de unidad. Sin embargo es un secreto que se grita a voces que en el interior del gobierno hay una batalla campal entre grupos de poder buscando posicionarse para una próxima transferencia de poder. La mayoría de los medios no privados son propiedad de o están directamente controlados por el gobierno 12, lo que significa que los mensajes transmitidos son de una uniformidad aplastante; sin embargo se siente cada vez más en las declaraciones oficiales un sentido de urgencia y una desesperada búsqueda de salidas. Lo fundamental es que la situación económica es insostenible. Las líneas aéreas están amenazando con suspender sus vuelos si el gobierno no salda su deuda de $5 billones, por ejemplo. El gobierno estadounidense, por supuesto, está explotando la situación al máximo. La derecha observa y espera, y la MUD colabora.

¿Y la revolución? El gran impulso colectivo de los primeros años del chavismo se ha transformado en una pasividad generalizada; la política está determinada exclusivamente por los de arriba y sirve exclusivamente los intereses de una burocracia arraigada y dedicada a su propio enriquecimiento.

Puede que Chávez siga siendo la bandera que se lleve en las luchas por venir, pero debe ser un Chávez cuyas contradicciones y errores se reconocen y analizan. Será imprescindible para que la resistencia recobre su autonomía y su propia historia. Pues, si bien es cierto que Chávez celebraba y reconocía esa tradición combativa, existía antes de que llegara al poder. Y la realidad es que en un momento dado se alejó de ella para crear un aparato de poder independiente de las bases del movimiento que se puso en contra del verdadero proceso revolucionario y traicionó su promesa. Esa es la tradición que debe reconstruirse, y urgentemente, si el movimiento de masas, sea en nombre de Chávez o no, va a lograr resistir las depredaciones y exigencias de un capitalismo que, sea cual sea el color de su uniforme y el contenido de su discurso, sólo sabrá sobrevivir a costa de las mayorías y en base a su explotación para bien de los dueños del capital.

Notas:

1 Analizo con detalle la carrera de Hugo Chávez y sus años en la presidencia en mi biografía Hugo Chavez, a socialist for the 21st century (Londres, 2014).
2 Hace un año y medio se anunció que se importarían más carros y que la gente podía pagar un enganche para asegurarse los primeros importados. Se formaron largas colas en las agencias distribuidoras. Hace una semana (a finales de mayo) protestaron miles de personas en las agencias exigiendo una aclaración sobre qué había pasado o con los carros o con su dinero –ni uno ni otro había aparecido. En cuanto a las pensiones, cuando una amiga fue a tramitar su jubilación, le informaron que, aunque tenía derecho a la pensión, desde hacía más de un año y medio no se había tramitado nada.
3 El gobierno ha criticado las cifras; sin embargo sus voceros las citan una y otra vez.
4 Según el Banco Central, la industria del cemento era la única cuya producción aumentó en 2013. Sin embargo el cemento es imposible de conseguir y se vende en el mercado negro a diez veces su precio oficial. Lo que está a la venta en estos casos parecen ser materiales propiedad del estado supuestamente dedicados a la construcción de vivienda social.
5 Esta situación fue analizada con detalle por Stalin Pérez Borges, dirigente de Marea Socialista y del movimiento sindical, en su programa de radio retransmitido por aporrea en www.aporrea.org.
6 Las manifestaciones de trabajadores de la salud, exigiendo una intervención de emergencia del estado en el sector, no merecieron respuesta alguna, a pesar del robo tanto de drogas como de equipo por pandillas armadas que merodean libremente por los pasillos de los hospitales.
7 Véase Guerra, José, El Legado de Chávez (Ed Libros Marcados, 2013). Guerra, se dirá, no es amigo del chavismo, pero eso no quita que sus análisis vienen fundamentados con datos y cifras.
8 El Comercio, 15 de abril de 2014. Este periódico es independiente del estado venezolano, pero contiene informes económicos fiables.
9 A mediados de junio Giordani publicó una declaración personal que ha hecho estragos en el gobierno y en los círculos chavistas. Es una larga denuncia, señalando la ineficiencia, la falta de estrategia de parte del gobierno e indicando la escala de la corrupción en y alrededor del estado. Otros personajes de primera línea se solidarizaron con él –incluyendo importantes ex ministros. La respuesta ha sido su expulsión del Psuv y un llamado –bastante desesperado– de Maduro y otros a la “unidad”.
10 Para dar un ejemplo entre cientos, la mujer de Maduro, Cilia Flores, ex presidente de la Asamblea Nacional, tiene 62 familiares trabajando en la Asamblea, sin hablar de los demás parientes distribuidos a través del estado. Esto se repite en casi todos los niveles e instancias del estado.
11 Véase el número especial de Marea Socialista, abril de 2014, y el artículo “En defensa de la Renta Petrolera y la Soberanía Económica” del 8 de mayo de 2014 en www.aporrea.org/trabajadores/a187736.html
12 La existencia de medios de comunicación abiertamente críticos, que era el orgullo del proceso hace varios años, ya existe sólo como un recuerdo.

Mike González es autor de una nueva biografía sobre Hugo Chávez (Pluto Press, 2014), Catedrático Emérito de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Glasgow y miembro de la corriente internacional de En lluita / En lucha.

Artículo publicado originalmente en International Socialism Journal, número 143, Julio 2014 y traducido para la revista anticapitalista  La hiedra (@RevistaLaHiedra).

http://lahiedra.info/rindiendo-cuentas-el-futuro-de-la-revolucion-venezolana/



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