Lo peor que puede ocurrirle a quien siendo joven fue revolucionario, es llegar a la adultez y transcurrir el resto de su vida siendo la negación viviente de sus principios ideológicos originales con tal de preservar prebendas y parcelas.
Lenin planteaba la imposibilidad de que un verdadero revolucionario pudiera mantenerse en un gobierno burgués, tales alianzas son contra natura e inviables a menos que se trate de un histrión que se mimetiza o permanentemente cambie de color.
En Venezuela y América Latina, antiguos partisanos del marxismo terminaron siendo bufones del sistema burgués y su engreída cultura, con tal de envejecer en cargos burocráticos.
Lo que gobiernos burgueses no lograron con represión y balas, lo hicieron con dádivas y concesiones. Lograron corromper a los revolucionarios.
En tiempos de revolución social y gobiernos que prestan apoyo, los ex revolucionarios son los opositores más implacables. Obsequian desprecio al mérito y prestigio notorios de quienes en forma impoluta siguen la senda de la revolución. Esos que renunciando a las ventajas o prebendas de cúpulas privadas o públicas, bregando por una sociedad mejor.
En política el fin no justifica los medios, no hay política revolucionaria que pueda ejercerse sin lealtad, sin moral, sin solidaridad ni respeto a quienes te dieron la mano. Toda otra política es contrarrevolucionaria y debe ser denunciada.
En verdad las aparentes alianzas antinaturales entre derechas e izquierdas, son abrazos entre dos derechas con maquillaje distinto. Por eso los ex revolucionarios traicionan a sus camaradas ya que les irrita ver en ellos la perseverancia de luchar por una revolución social nutrida de dignidad, idealismo y causas justas.
Mediante procesos materiales, que no legales, sacarán del juego a sus camaradas revolucionarios porque así lo negociaron con sus secuaces de la derecha extrema. Mentir, simular que nada pasa, es esencial para el triunfo de la traición y confinar al estado de indefensión absoluta a la víctima de la vendetta.
Violar el debido proceso del imputado es vital para la eliminación política, sin derecho a ser oído ni participar en los foros donde se les acusa, al final, el resultado producido es la marginación del revolucionario, pero debe parecer casualidad para que no aparezcan victimarios y haya impunidad.
El único que enfrenta abiertamente los delitos burgueses nacional e internacionalmente, es el revolucionario que la cúpula fascista debe eliminar pues su actividad le en rostro a los revolucionarios su cualidad de renegados, oportunistas y acomodaticio. La cabeza del revolucionario es la única que vale para pactos electorales y aspiraciones políticas burguesas.
Se ha podrido la academia, invadida por fantasmas opacos que odian a las estrellas que brillan. No podrán quitarle ni su prosperidad ni su fama. Y al final Robespierre, de tanto cortar cabezas, será el próximo decapitado. La moral revolucionaria será quien derrote a la desvergüenza reformista.