Amo a Rakovsky... ¿y qué?

A mí me produce mucho dolor, mucha tristeza y casi llanto cada vez que me recuerdo cómo jodieron al camarada León Trotsky y sus más allegados camaradas y amigos, entre ellos: al grande, al grandísimo Cristian Rakovski. Tal vez, el mundo político actual no sepa medir, en tiempo, cuánto hubiese economizado la humanidad en progreso y desarrollo si el camarada León Trotsky hubiese dirigido a la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial. Creo, no importa si estoy equivocado, ya lleváramos algunos años de comunismo propiamente dicho dejando atrás la fase socialista propiamente dicha. Malditos para siempre sus asesinos.

En la vida quien no llega a amar a otras personas que no son de su entorno estrictamente familiar sanguíneo, termina por aislarse de las razones más profundas del amor de clase como del odio de clase. De verdad verdad, lo confieso con el corazón puesto en mis manos que amo, requeteamo, lo amaré por siempre y para siempre a Trotsky por encima de las nubes y de todas las galaxias habidas y por haber y, a través de él, amo igualmente -por ejemplo- a Rakovsky, a Uritsky, a Joffe y todos los que fueron sus más allegados camaradas y colaboradores. Claro, no dejo por fuera de ese amor, ni por el carajo, a Marx, a Engels, a Lenin, a Rosa Luxemburgo, a Mehring, a Karl Liebknecht y todos esos proletarios que han enarbolado bien alto las banderas de la lucha de clases para hacer realidad el sueño del socialismo aunque no lo hayan conseguido. Es un amor distinto al que se siente por una mujer o por los hijos. Pero es un amor fuera de serie. Camarada Trotsky: lo amo... lo amaré y punto.

Sin embargo, en esta oportunidad escribiré del camarada Christian Rakovski, ese  búlgaro que sembró por todos lados los más altos valores del internacionalismo proletario o revolucionario y, por esa razón, el estalinismo le cobró con saña y perversión  la grandeza revolucionaria de Rakovski.  Ciertamente, Rakovski nació en Kotel (Bulgaria) porque así lo determinaba el mapa de los Balcanes. El gran revolucionario fue, al mismo tiempo, médico francés, ruso por sus fuentes de camaradería, amistades y relaciones literarias, dominó todas las lenguas balcánicas tanto como hablaba y escribía muy bien cuatro idiomas europeos. Intervino activamente en la vida de cuatro partidos socialistas (el búlgaro, el ruso, el francés y el rumano), fue  uno de los más importantes jefes de la Federación de los Soviets, fue fundador de la Internacional Comunista,  fue Presidente del Soviet Ucraniano de los Comisarios del Pueblo, fue embajador de los Soviets en Inglaterra y Francia. Dice el camarada Trotsky ''Era natural que las dotes personales de este hombre: su vasto horizonte internacional y su carácter noble y profundo, le valiesen el odio de Stalin, en quien se personifican las cualidades más opuestas''.

Rakovski era un ser humano de cualidades extraordinarias, era por demás solidario y solidario hasta donde otros no son capaces ni siquiera de imaginárselo. El tuvo una pequeña finca como propiedad personal a orilla del Mar Negro. Todo lo que le entraba por concepto de ganancia de la finca lo invertía completo en gastos del partido socialista rumano y lo que  le sobraba se lo entregaba íntegro a otros grupos revolucionarios de otras regiones.

Trotsky admiraba la capacidad, la inteligencia, la energía y la solidaridad de Rakovski. Sin duda, que en los burócratas, en los falsos socialistas, en los que son incapaces de hacer esfuerzos propios de superación, el gran camarada Rakovski, ejemplo del más acabado internacionalismo revolucionario, tenía que causarles envidia, odio personal.

Luego de muerto Lenin y haciéndose Stalin de todo el poder en la Unión Soviética, comenzó la feroz persecución, los asesinatos, los genocidios, las masacres, las deportaciones, los falsos juicios jurídicos que todos fueron políticos contra los fieles seguidores del gran maestro de la revolución: Lenin. Rakovski era un internacionalista revolucionario que dominaba informaciones privilegiadas. Eso martillaba en la cabeza al stalinismo.

Contra Rakovski el estalinismo enfiló todas las baterías de su despotismo. En los interrogatorios Rakovski decía unas pocas verdades para dejar de decir muchas verdades. Imaginémonos a un burócrata interrogando a un verdadero revolucionario exigiéndole que cuente la historia y se culpe de los crímenes que justamente ha cometido la burocracia. Las llamadas purgas estalinistas son las pruebas más patéticas de un régimen oprobiado, criminal, inhumano que no sólo acabó con millones y millones de valiosas vidas humanas sino, especialmente, contra la posibilidad de hacer realidad el socialismo durante el siglo XX.

Malditos, malditos siempre los interrogadores, los torturadores, los inquisidores soviéticos que juzgaron y condenaron a esa legión de revolucionarios que no hicieron más que entregar sus vidas por la revolución y haber sido fieles propulsores del marxismo y del internacionalismo proletario.

Toda revolución, sin excepción, que se habitúa a juzgar a sus adversarios haciendo uso de falsas acusaciones, termina ella misma en el foso de la ignominia y se derrumba por completo. ¿Acaso la caída de la URSS no es una prueba irrefutable?

El 11 de septiembre de 1941 ya el cuerpo del camarada Rakovski no pudo seguir resistiendo las torturas y los vejámenes continuados del estalinismo y al fin: murió en Oriol, Rusia. ¡Viva Rakovski! ¡Amo a Rakovski!: ¿y qué?



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Freddy Yépez


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