¿Cambiar el Gobierno o Cambiar el Sistema del Capital?

En el gran objetivo histórico número II del Programa de Gobierno 2013-2019 del Presidente Hugo Chávez, objetivo nacional 2.3, leemos: y “Consolidar y expandir el poder popular y la democracia socialista...” Ahora bien, han transcurrido catorce años desde que se agudizó la crisis que marcó el derrumbe del sistema bipartidista de AD y Copei (pacto de Punto Fijo), creado e impuesto por la burguesía nacional y el imperialismo norteamericano y con el cual fue gobernada Venezuela desde la caída de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958. No obstante y pese a que los trabajadores desde entonces han conquistado con sus luchas importantes reivindicaciones económicas y sociales, tienen hoy más que nunca la tarea de asumir su papel histórico (político) de ser “sepultureros de la dictadura del sistema del capital” que les roba el producto de su trabajo y les condena a vivir en condiciones de explotación, en la miseria, la ignorancia, la exclusión y al riesgo inminente de destrucción del planeta que habitan. En esta lucha, cuya dimensión es mundial, la clase obrera falconiana tiene el compromiso de participar y contribuir con su esfuerzo a la derrota y hundimiento de la formación social capitalista, principal enemiga de la humanidad.

No obstante, en nuestro país, semejante propósito pasa por la organización de una amplia alianza de fuerzas sociales anticapitalistas, capaz de acometer esa lucha teniendo como vanguardia a la clase obrera consciente y no a los grupos reformistas, oportunistas y pequeños burgueses que muestran, con su accionar teórico-práctico, el partidismo militante en lo que Carlos Marx llamaba en el Manifiesto Comunista “el socialismo burgués” y cuyos inspiradores sostenían la proposición según la cual “…los burgueses son burgueses en interés de la clase obrera”.

A partir de estas preocupaciones, sería interesante ir evaluando las decisiones que emanan de las gestiones de los gobiernos bolivarianos de ámbito nacional, regional y local, pues, preocupa sobremanera que muchas de ellas continúan prisioneras de las concepción que le es propia al Estado liberal venezolano y sólo se han dedicado a remozar y ponerle nombre de socialismo a lo que no es otra cosa que una fachada nueva montada sobre la vieja estructura del sistema capitalista. (Y el bahareque pintado al oleo, sigue siendo bahareque). Entonces: ¿Qué hacer frente a esa ostensible realidad? ¿Convalidamos las administraciones contrarrevolucionarias para no incomodar a quienes las dirigen como militantes bolivarianos? ¿Combatimos esos extravíos del poder, a pesar de los riesgos de acorralamiento y exclusión que ello implica para quienes las enfrentan? ¿Silenciamos nuestras conciencias a cambio de posiciones, prebendas y favores? ¿Denunciamos los desafueros y errores que se cometen en Falcón en nombre de una revolución socialista que, en muchas instancias claves del poder público, es dirigida por quienes fueron militantes convictos y confesos de los partidos AD, Copei y hasta del perejimenismo? ¿Cambiamos o no el sistema del capital?

Es indudable que los revolucionarios falconianos del presente, estamos en un momento crucial de definiciones trascendentales que nos obligan a oponernos y/o presionar para que se corrijan todas las formas de desviaciones ideológicas y políticas contrarias al socialismo científico y a sus posibilidades de realización en Venezuela, a menos que estemos dispuestos a conformarnos con que nuestra torpeza nos conduzca a una derrota irremediable. De manera que se trata de profundizar el derrumbe del viejo Estado burgués, con una teoría y práctica verdaderamente revolucionaria para la transición al socialismo, siguiendo las experiencias de la historia universal y nacional y asumiendo las enseñanzas de los clásicos marxistas-leninistas de todas las latitudes. Al respecto, el propio Carlos Marx, siempre de forma reiterativa advertía a los trabajadores: “Pero el proletariado no puede, como las clases dominantes y sus diferentes fracciones rivales han hecho en las horas sucesivas a su triunfo, simplemente tomar posesión del cuerpo del Estado existente y manejar este instrumento ya hecho para su propio propósito. La primera condición para la posesión del poder político, es transformar [la] maquinaria de funcionamiento y destruirla -un instrumento de la dominación de clase-. Esa enorme maquinaria gubernamental, estrujando como una boa constrictor el verdadero cuerpo social en las redes ubicuas de un ejército permanente, una burocracia jerárquica, una policía obediente, un clero y una magistratura servil, fuera forjada primero en los días de la monarquía absoluta como un arma de la naciente sociedad de la clase media en sus luchas de emancipación del feudalismo. La primera Revolución francesa, con su tarea para dar pleno alcance al desarrollo libre de la moderna sociedad de la clase media tenía que barrer todas las fortalezas locales, territoriales, municipales y provinciales del feudalismo, preparó la base social para la superestructura de un poder estatal centralizado, con órganos omnipresentes ramificados según el plan de una división sistemática y jerárquica del trabajo. Pero la clase obrera no puede simplemente tomar posesión de la maquinaria del Estado ya lista y manejarla para su propio propósito. El instrumento político de su esclavitud no puede servir como el instrumento político de su emancipación”.1

Por lo tanto, debemos insistir que el socialismo sólo será  posible construirlo con la participación dirigente de todos los trabajadores, columna vertebral de esa formación social. Cualquier gestión de gobierno que se proclame socialista y no asuma este objetivo fundamental como parte de su premisa teórica-ideológica y de su práctica social, no puede ser un movimiento revolucionario auténtico. Por esta razón, quienes en la actualidad tienen la responsabilidad de conducir el poder político constituido en nuestro país (gobernadores, legisladores, concejales, alcaldes, funcionariado, etc.) deben demostrar, en el decir y en el hacer y sin vacilación alguna, que son verdaderos soldados comprometidos con la causa de los trabajadores y de todo el pueblo, trabajar por echar abajo el Estado de la burguesía y facilitar la aparición del poder popular y revolucionario, pues, si atendemos las enseñanzas de la historia y de los postulados del socialismo científico, entonces aprenderemos de Carlos Marx: “…que la emancipación de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera; que la lucha por la emancipación de la clase obrera no es una lucha por privilegios y monopolios de clase, sino por el establecimiento de derechos y deberes iguales y por la abolición de todo dominio de clase; que el sometimiento económico del trabajador a los monopolizadores de los medios de trabajo, es decir de la fuente de vida, es la base de toda servidumbre en todas sus formas, de toda miseria social, degradación intelectual y dependencia política; que la emancipación económica de la clase obrera es, por lo tanto, el gran fin al que todo movimiento político debe ser subordinado como medio”.2

1 Marx, Karl. La Comuna de París y la supresión del Estado. Extractos de los borradores de La Guerra Civil en Francia. Disponible en: http://www.forocomunista.com/t8890-texto-de-karl-marx-la-comuna-de-paris-y-la-supresion-del-estado.

2MARX, CARLOS Y FEDERICO ENGELS. Obras Escogidas. Tomo II. Moscú: Editorial Progreso, 1973. p. 14

 


luisdovale@hotmail.com



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