¿Qué piensa la gente del Mercosur?


En el mes de agosto de 2012, el diario El Universal, de Caracas, realizó una encuesta a través de su versión digital dirigida a saber la opinión de sus lectores los efectos del Mercosur en Venezuela y viceversa.

Conscientes de las deficiencias funcionales de una encuesta de este tipo, que además de ser por mensajes electrónicos, puede ser alterada en la cantidad de consultados, pues no hay registro de la encuesta personalizada, creemos que reviste alguna utilidad, ante la ausencia de mediciones de opinión sobre los mecanismos de integración.

Aún en el caso que las opiniones finales reflejen una cantidad menor de la presentada por el diario, tendría un valor relativo de información.

La siguiente fueron la pregunta y la respuestas dadas a El Universal:

¿Cómo cree que influirá en la economía de Venezuela su entrada al Mercosur?

Total votos: 7241
Será muy beneficioso, tanto para Venezuela como para las demás naciones del bloque 93.48%
Será negativo para el país (Venezuela) 3.76%
No tendrá ninguna repercusión 2.76%
En el año 2000 publicamos este comentario sobre la imagen del Mercosur y la idea de la integración en las poblaciones de nuestro continente. Es útil recordarlo, a propósito de la encuesta del diario El Universal de Caracas, sobre la relación de Venezuela con el Mercosur.

Gert Rosenthal afirma que “En América latina se ha hecho evidente que crece el apoyo político para la idea de la integración, sobre todo en los gobiernos que participan en el reciente proceso de apertura democrática en la región”.

Esta es una tendencia cierta. Se puede evaluar de distintas maneras, como venimos señalando. Agreguemos el siguiente resultado de un amplio estudio de opinión.

En 1994 se realizó la súper encuesta conocida como el Barómetro Iberoamericano. 9576 personas fueron consultadas en 18 países de América latina y el Caribe. Para el caso de los Estados Unidos la muestra se hizo dividida en dos rubros, la de un EEUU-latino y otro EEUU-no latino. Los resultados se tomaron como opiniones separadas, como si fueran dos países.

La pregunta era: “¿Cree Ud. que los esfuerzos de integración latinoamericana son beneficiosos para su país, o no tienen ninguna importancia?”.

Esto se realizó cuando el Mercosur estaba en pleno apogeo de comercio e inversiones. La Comunidad Andina iniciaba su recuperación, después de la crisis sufrida a finales de la década de los ochenta. El Mercado Común Centroamericano y el Caricom vivían una reorganización institucional y comercial. En el mismo cuadro estaba el NAFTA, que apenas tenía un año de actuación en el mercado mundial.

Las respuestas fueron sorprendentes.

En todos los países, más del 50% de los consultados contestaron que percibían la integración como algo “beneficioso”, sin definir en qué o para quiénes. Sólo el 15% de los consultados como “EEUU-no latino” contestó: “no tiene importancia”. El restante 85% de norteamericanos “puros” decidió contestar que “no sabe/no contesta”. O sea, le importa un bledo la fulana integración.

El diplomático y economista argentino Jesús Sabra muestra en su libro Las Negociaciones Económicas Internacionales, un mapa de los tratados bilaterales y multilaterales de la década. El único Estado que se mantiene prácticamente aislado, como si vivieran en las primeras aguas de su fundación, es Norteamérica.

Salvo dentro del Nafta, EE.UU. no muestra otros arreglos con países latinoamericanos. Recién en 2004, tras la semiderrota del ALCA EE.UU. comenzó a pactar bilateralmente con algunos de sus vecinos. del sur. Al pacto comercial con Chile que comenzó en el año 2000, le siguieron acuerdos comerciales con Ecuador, El Salvador, Panamá, Honduras, Nicaragua, Colombia y Perú.

Vistas con cuidado las respuestas de esa amplia encuesta iberoamericana, sirven para registrar que existe una sana tendencia general a la integración. Es una tendencia que se expresa como si fuera una sensación, un deseo. Se funda en valores históricos de identidad latinoamericanista, pero en relación con la defensa de las libertades democráticas.

Así como la esperanza-ilusión sobre el surgimiento de un nuevo desarrollo económico. Normalmente es así el movimiento zigzagueante de la conciencia humana, especialmente en períodos de transición.

El caso de Cuba resultó sugestivo. Registró la más alta opinión a favor de la integración: 93%. En una lectura especular sobre ese guarismo podríamos inferir que indica los tres valores predominantes en la Cuba que se está conformando desde mediados de la década del 80: a) Mercado capitalista, b) libertades públicas y c) reintegración a la comunidad latinoamericana.

En este sentido, de ser cierto, estaría reflejando el deseo, la aspiración, de una sociedad que se siente muy aislada, no precisamente porque está rodeada de agua. Desde la Declaración de expulsión en la OEA de 1962, es el Estado más marginado del hemisferio. Pero también podría ser un resultado diferido en la formación cultural de la generación actual.

Cada joven cubano aprendió lo que dijeron Martí o Bolívar, o lo que piensa Fidel, sobre “la integración de los pueblos latinoamericanos”. Algo similar en su invocación histórica podemos encontrar en los contenidos que se imparten en las escuelas de Panamá, Venezuela y México. Torrijos, Bolívar y la Revolución Mexicana de 1910 siguen siendo improntas ideológicas.

Los críticos neoliberales de Hugo Chávez pueden estar tranquilos A él no se le podría endilgar alguna responsabilidad por este presunto fundamentalismo integracionista. Cuando se realizó el Barómetro Iberoamericano de 1994, Chávez estaba tras las rejas en una cárcel aledaña a Caracas.



Texto tomado del libro Mercosur: Origen, Evolución, Perspectiva, de Modesto Emilio Guerrero. Ediciones Vadel Hnos. Caracas 2005


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Modesto Emilio Guerrero

Periodista venezolano radicado en Argentina. Autor del libro ¿Quién inventó a Chávez?. Director de mercosuryvenezuela.com.

 guerreroemiliogutierrez@gmail.com

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