¿Eficiencia? ¡Profundicemos la Revolución!

Desde hace bastante tiempo se ha venido discutiendo en Venezuela el problema de la ineficiencia en las políticas públicas.  No lo ha dicho Chávez sólo recientemente o a propósito de las elecciones del pasado 7 de octubre.  Quien ha seguido al Presidente en sus continuas intervenciones en los medios se habrá dado cuenta de la preocupación del Comandante al respecto desde hace varios años.  Esto se percibe como un problema complejo, profundo, de difícil solución,  resistente a todos los esfuerzos que se hagan fuera de los caminos revolucionarios

La angustia que expresa el comandante Chávez la sentimos también nosotros, quienes vivimos en los barrios y en las urbanizaciones populares, quienes sufrimos más de cerca la ineficiencia de alcaldes y gobernadores.  La sufrimos también no porque queremos sentir un beneficio personal o particular, sino porque nos damos cuenta de muchas fragilidades que atentan de continuo contra nuestro proceso bolivariano y porque percibimos también que la desesperanza puede instalarse como un virus en las zonas populares, enfermando, precisamente, a la clase que tiene que asumir el rol protagónico en todo proceso revolucionario.  Es éste uno de los graves peligros que enfrentamos: que la ineficiencia nos fragmente y que diluya la fuerza popular. El discurso falso de la burguesía y de sus servidores políticos tiene eco en muchos sectores de la población, que no ha entendido todavía, a veces por falta de un mensaje claro de nuestros dirigentes bolivarianos, de qué se trata el socialismo, de cuál es la lucha y a qué fuerzas nos enfrentamos.  Esta población, que necesita ser atendida ideológicamente, puede llegar a la conclusión de que realmente "este socialismo" no funciona: hay paralización o abandono de obras importantes, corrupción en las instituciones públicas, en los bancos, acaparamiento de los comerciantes, especulación, inflación, abuso de los patronos en contra de los trabajadores, etc.  No se dan cuenta de que es esto precisamente contra lo que lucha toda revolución socialista, de que estos problemas son propios del sistema capitalista y de que éste es un monstruo generador de tragedias, donde el enriquecimiento personal es el valor más sagrado, incluso más importante que la honradez y el amor a la Patria.  Reconocemos que nuestro proceso le ha cambiado la cara al país, que hemos superado muchos de los graves problemas que amenazaban incluso la existencia de la Patria.  Hoy Venezuela es ejemplo y referencia en el mundo, pero cada día se hace más necesario que nuestro proceso avance a paso firme en la construcción del modelo socialista.  Mientras los medios de producción y la economía financiera estén al servicio de los intereses de los ricos, estará el terreno abonado para la contrarrevolución, pues se corre el peligro de que el trabajo continuo de la burguesía en contra del proceso bolivariano y todas las consecuencias nocivas que esto genera sean interpretados por muchos como incapacidad del socialismo y como el fracaso de nuestro proceso frente a las necesidades del pueblo.

El problema de la ineficiencia tendrá la posibilidad de solución conforme sea posible lograr las transformaciones revolucionarias necesarias.  Tal vez muchos alcaldes, gobernadores y ministros sean culpables y hayan sido irresponsables e incompetentes en sus funciones, mereciendo que no se les postule de nuevo o que se destituyan de sus cargos.  Pero el problema va mucho más allá de eso.  En Venezuela nos encontramos con la vocación socialista del Presidente y el Gobierno enfrentada a estructuras políticas y económicas capitalistas.  Yo creo que aquí está lo fundamental; no vamos a solucionar la ineficiencia cambiando funcionarios -por necesario que esto sea- o poniendo nombres distintos a las instituciones.  Nuestro reto es, pues, lograr las transformaciones que nos permitan, de una vez por todas, acabar con el viejo estado.  Si no destruimos este monstruo, corremos el peligro de que todas las políticas sociales del Gobierno y todo avance revolucionario sean devorados a mediano o corto plazo.

Yo quiero ilustrar lo que he dicho con algunos pocos ejemplos.  Vemos el caso, por ejemplo, de nuestras vías de comunicación terrestres.  Cuando recorremos las calles y avenidas de cualquier ciudad de Venezuela nos avergüenza ver las condiciones en que se encuentran.  En las ciudades, por ejemplo, reina el "bacheo", que llena nuestras calles y avenidas de parchos que en muy poco tiempo vuelven a convertirse en huecos.  ¿Y quienes reparan nuestras calles y avenidas? ¿Maquinarias y personal de nuestras alcaldías y gobernaciones o nuestro pueblo organizado? No.  Quienes hacen esos trabajos son las conocidas empresas contratistas, es decir, empresas capitalistas que explotan a humildes trabajadores y quieren sacar la mayor ganancia posible en el trabajo para el que son contratadas.  También muchos de estos trabajos son encargados a falsas cooperativas, y es que en verdad nuestras cooperativas no pasan de ser otras empresas capitalistas más con una denominación falaz.  Entonces viene el trabajo de mala calidad, apurado, irresponsable.  Se impone el viejo vicio clientelar: funcionarios de alcaldías, gobernaciones y ministerios conceden las licitaciones a sus amigos y a sus propias empresas; otros, que son encargados de la supervisión de estos trabajos, son sobornados con impunidad, precisamente porque toda la estructura política de nuestras instituciones favorece tales actos de corrupción.  En estos casos, como en muchos otros, la ineficiencia va de la mano de la corrupción.  Vicios del viejo estado mantienen paralizados trabajos como el metro de Valencia, el de Maracaibo, el sistema de transporte masivo de Barquisimeto y lleva a paso de tortuga el sistema ferroviario del país, las nuevas carreteras y autopistas, por decir sólo algunas cosas.

Otro ejemplo que quiero comentar es lo que pasa con la banca.  Como sabemos, la nacionalización de algunos bancos importantes ha sido un paso estratégico fundamental para el avance del socialismo, pero en mi opinión hace falta todavía una transformación profunda.  Lo que percibo es que los bancos nacionalizados siguen siendo instituciones capitalistas que trabajan y se mueven según los criterios y valores del capitalismo, promoviendo el consumismo en sus campañas publicitarias y cuyas gerencias, al margen de los lineamientos del Gobierno, actúan en sus oficinas según sus propios criterios y no conforme a los fines urgentes de la Revolución.  Así, aunque el Gobierno ordene facilitar los trámites de los créditos para adquirir viviendas, por ejemplo, los gerentes de los bancos se encargan de poner mil trabas y hasta de pedir cobro de comisiones para entregar los créditos.  Lo mismo puede decirse de los créditos para la agricultura: obran las gerencias a favor de los grandes empresarios del campo en perjuicio de los pequeños productores y campesinos.  En este ámbito se palpa el vicio del capitalismo corrupto y corruptor que domina las actividades bancarias y financieras.

Un caso que me ha llamado la atención y al que no le consigo explicación alguna es lo que está pasando con los carros que se están importando de China, de marca Chery.  La venta de estos vehículos se ha entregado a comercializadoras capitalistas.  A alguien del Gobierno se le ocurrió esta idea, y ¿qué ha pasado?  Esas comercializadoras han obrado como saben hacerlo: acaparan los vehículos y los venden con sobreprecio.  El mismo vicio de siempre.  No es posible que sigamos en la ingenuidad de pensar en la buena voluntad de algunos capitalistas, o que algunos de ellos quieran colaborar con la Revolución, o que haya algunos aspectos del capitalismo de los que nos podamos servir, o que haya estrategias de mercado que redunden en beneficio para el pueblo, porque todo esto es contradictorio con el espíritu de un proceso revolucionario.  No podemos fortalecer  y profundizar la Revolución alimentando a la burguesía, dándole armas que usan en nuestra contra y oportunidades para que sigan enriqueciéndose.  Ellos no quieren colaborar con nada y mucho menos con una revolución socialista, lo que quieren es ganar mucho dinero y aprovecharse de lo que puedan aprovecharse, y a la vez destruir el proceso revolucionario.  En el caso de los vehículos Chery, es también posible que algunos funcionarios del Gobierno, por sus propios intereses económicos personales o compromisos con amigos de la clase explotadora, hayan recomendado y facilitado los contratos con las empresas comercializadoras.  En este caso estaríamos hablando no de una actitud ingenua, sino de un acto más de corrupción.   

Nuestro proceso bolivariano se enfrenta a una oligarquía que se dedica día y noche a sabotearla, a ponerle trabas, a ejercer todo su poder y su influencia con el único fin de destruirla.  Es ése su papel y no puede ser de otra forma. Para la burguesía es un triunfo ver que nuestras autopistas y avenidas estén llenas de huecos o que las lluvias derrumben una carretera o un puente, que no avancen con rapidez obras estructurales como el sistema ferroviario o los sistemas de metro de varias ciudades.  Para lograrlo cuenta todavía con un cuerpo importante de leyes, estructuras políticas y económicas que están a su servicio y el favor de muchos funcionarios que piensan en su enriquecimiento personal en perjuicio del interés de nuestro pueblo.  La ineficiencia no sólo se explica por la incompetencia de nuestros funcionarios; hay que añadir el trabajo de todos los días, que sí es muy eficiente, de nuestros enemigos y la corrupción sistemática de nuestras instituciones públicas.  Nuestra Revolución debe dedicar toda su fuerza a combatir tales plagas, no sólo en el discurso, sino en las necesarias transformaciones institucionales que profundicen el socialismo y lo sitúen como la única opción para nuestro desarrollo y el único camino posible para construir la Patria.


danieldanilomm@hotmail.com



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