El comandante Chávez, luego de la Victoria del 7 de octubre pasado, llamó a la rectificación y a mejorar la eficacia en todos los ámbitos del estado, además de la profundización del poder comunal. Acción que nos permitiría superar el punto de no retorno del proceso revolucionario.
La profundización del poder comunal pasa por el desmontaje del aparato institucional existente; esto se haría a través del otorgamiento del poder a un nuevo andamiaje institucional comunitario, conformado por actores sociales de base que se encuentren formados para el servicio público, garantizando a su pueblo la mejora en la calidad de vida.
Aparentemente se ve sencillo, mas no es así: el estado burgués impide la transferencia de este poder a las comunidades, ya que esto implica la pérdida de todos los privilegios a los cuales están acostumbrados a percibir. Todas las instituciones, tanto las tradicionales como las creadas por este proceso, están totalmente penetradas por elementos que prefieren morir antes que perder lo que ellos llaman logros obtenidos, gracias a la capacitación profesional, en pocas palabras Meritocracia, aunque muchos pensábamos que este término ya había desaparecido; pues no es así, la realidad nos muestra que está vivito y coleando.
Los profesionales que se encuentran dentro de las instituciones públicas son ineficaces, debido a que el aparato institucional creado por el sistema capitalista está concebido para no dar respuesta, y para dilatar cada proceso, con la finalidad de justificar la aparición del sector privado, rápido, eficaz, y eficiente.
Seriamos ilusos si pensáramos que construiremos el socialismo del siglo XXI con el batallón de elefantes blancos llamados instituciones que hoy existen, incluyendo a muchas de las misiones, quienes se han burocratizado y distorsionado en cuanto a objetivos y eficacia. Pero entonces, ¿qué ha venido pasando con las nuevas estructuras llamadas misiones? sencillamente han venido siendo penetradas progresivamente por mucha de la clase profesional tradicionalista proveniente en su mayoría de las instituciones corroídas capitalistas, en donde las más afectadas o contaminadas han sido las educativas, ya que se sigue deformando a los participantes del proceso educativo; se propicia el individualismo, el egoísmo, y el excelentismo.
La educación es la base fundamental de la consolidación de nuestro proceso revolucionario, por lo que debe ser considerada área estratégica del plan de la nación, y por tanto no debe dejarse en manos de cualquiera y mucho menos de aquellos profesionales que sienten celos y promulgan doctrinas anacrónicas del modelo capitalista. Ya lo planteó Simón Rodríguez: "Nadie puede enseñar lo que no sabe, defender lo que no cree, ni dar de lo que no tiene".
Por otro lado a pesar de que hoy contamos con un grueso número de profesionales graduados de las misiones, se encuentran totalmente apartados de los planes del estado. Esto se debe a que el funcionariado encargado de desarrollar dichos planes no cree ni acepta a los profesionales provenientes de las misiones, argumentando falta de capacidad o piratería, olvidando que muchos de ellos poseían menos capacidad cuando se graduaron y sin embargo se les dio la oportunidad; sería una falacia plantear que un profesional posee todas las competencias en una área en el momento de recibir su título. Solo la práctica de campo durante el ejercicio de su profesión hará que cada persona mejore hasta lograr la formación de un profesional capacitado.
Las misiones deben ser reimpulsadas y dirigidas por la clase profesional que se formó en su seno, sin temor a que se puedan cometer errores. Bastantes errores han cometido quienes las rigen hasta ahora y no son precisamente egresados de ellas. Debe dárseles la oportunidad al pueblo a que aprenda a organizar, administrar y construir su destino. Veamos el ejemplo de Cuba. Después de la victoria de la revolución casi todos los profesionales abandonaron la isla; sin embargo, el estado logró formar nuevos contingentes de profesionales partiendo de su dignidad, constancia, cooperación y las ganas de querer ser libres. Entonces, ¿a qué tememos? Solo la nueva clase profesional nos dará la fortaleza de convertirnos en una potencia donde impere la moral, la equidad y la hermandad.
El camarada Mario Silva, planteó en uno de sus últimos programas: "para construir el poder comunal hacen falta los cuadros revolucionarios que impulsen y asuman el nuevo entramado institucional". Pues entonces, ¿de dónde sacamos los cuadros? Pues los cuadros aparecerán a través de un proceso permanente de formación impulsado por el partido de la revolución, y por el cual hasta ahora se encuentra en deuda por no haber propiciado esta política. La formación de cuadros de base consolida el proceso revolucionario, pero pareciese que existen intereses que impiden que esto se logre.
El poder comunal es una prioridad en esta etapa del proceso. Si deseamos realmente profundizar nuestra revolución, y el comandante lo sabe al decir que si no abrimos las puertas a la consolidación de ese poder podríamos ser aniquilados, o también podríamos convertirnos en aniquiladores, si no lo hacemos. O sea que seriamos responsables de que se pierda esta revolución.
Así que se hace necesario que cada uno de los que hoy ocupa algún rol de dirección ya sea institución pública o misión, o del partido de la revolución, a que reflexionemos. Si realmente somos revolucionarios abramos las puertas al poder popular; será el único que podrá garantizar nuestra revolución. De lo contrario, seremos responsables directos de que se cierren los portones de nuestra independencia. Así que tengamos presente, el no ser aniquilados ni aniquiladores.