Poder y cultura

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La Revolución debe trascender hacia una nueva etapa, un episodio histórico en  búsqueda de las raíces culturales, la erradicación de los vicios que nacen con la lógica del capital, y la transferencia total y efectiva del poder al pueblo. Son grandes torrentes de un mismo cauce que debe transformarse en numerosos regueros, líneas de acción expresadas en proyectos y acciones que concreten el Buen Vivir de los venezolanos.

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Es fácil plasmarlo en negro sobre blanco, así como yo desde esta tribuna lo hago, en un intento de estimular el pensamiento y la visión crítica de los lectores. El verdadero reto reside en construir día a día, con cada una de nuestras acciones, que sin duda serán valiosas en el esfuerzo colectivo de crear convivencia y armonía, un ejercicio de ciudadanía haciéndose cotidiano.

Sin embargo, ninguna de estas aspiraciones se harán tangibles si antes no emprendemos, con mucha fuerza ahora sí, la verdadera y profunda Revolución Cultural. La transformación ética y moral que genere un cambio en la manera de relacionarnos entre nosotros, de vernos e identificarnos como entes generadores de cambios. Tal visión pudiera parecer una hazaña, toda vez que se toma en cuenta que a ella se le opone una poderosísima trama globalizada de alienación y descontextualización, que termina por transformarnos en objetos, autómatas inconscientes de un acervo histórico propio.

Pensemos con detenimiento en un elemento que resulta elocuente al momento de enfocar nuestra visión hacía una transformación revolucionaria de nuestra vida en colectivo: el consumo de alcohol, tan sembrado en la población y productor de no pocos episodios reprobables en nuestra sociedad (sobre todo aquellos relacionados con la violencia y los desordenes en vías públicas), parece haberse expandido y enraizado aún más entre los venezolanos; preguntémonos si acaso las Empresas Polar han disminuido sus ganancias producto de la venta de cerveza; si así fuese seguramente ya hubiesen mudado sus empresas a otro país, o abandonado el ramo, porque el capitalista no arriesga nunca su bien más preciado, los dividendos que pueda obtener de la explotación y el consumo desmedido de los productos que produce.

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En esta nueva etapa de la Revolución importante es hacer énfasis en la eficiencia de las gestiones locales, dirigidas hacia la construcción de un Estado Comunal, tan anhelado y aun etéreo, con algunas manifestaciones ejemplares, pero con mucho más camino por recorrer que huellas dejadas en la senda. El Poder Popular no debe convertirse en un lugar común en boca de quienes en esta coyuntura aspiran a gobernaciones y alcaldías. Por el contrario debe constituirse en un estandarte de compromiso. Tengamos presente que son los revolucionarios quienes hablan de la transferencia de poder al pueblo, no los oligarcas, a estos últimos no les interesa revertir un orden social que garantiza sus intereses. Ahora bien, la cultura es poder, dado que es consciencia y ejercicio pleno de la libertad y la identidad. Poder Popular y cultura deben avanzar de la mano, echando por tierra la lógica burguesa, más viva que nunca entre nosotros.

letratrepidante@gmail.com



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