Una virtud que no es tan frecuente como creemos y deseamos

Tolerancia-Versus-Intolerancia


UNA VIRTUD QUE NO ES TAN FRECUENTE COMO CREEMOS Y DESEAMOS



Debido a las elecciones y a problemas de tipo personal, había dejado de escribir para Aporrea. Espero que esta contribución aunque extensa, sea publicada en su totalidad y pase el filtro de ese medio de comunicación social.

Este es un tema que siempre se ha debatido y para no pecar de ignorante, me voy a permitir tomar algunas ideas de un Diccionario de Filosofía que poseo, cuyo autor sin duda trata el tema con mayor propiedad de lo que yo podría hacerlo.

Tolerancia: (Inglés= toleration; Francés= tolérance; Alemán= toleranz; Italiano=tolleranza).

1º) La norma o el principio de la libertad religiosa. En ocasiones se ha considerado poco adecuado para designar dicho principio un término que significa “soportar”, aunque la palabra ha constituido el emblema de tal libertad desde las luchas iniciales que fueron emprendidas y a través de las cuales se ha venido afirmando en formas aún débiles o incompletas. Es por esta razón, que ningún otro término puede sustituirla. La Tolerancia fue entendida desde el comienzo de las luchas religiosas como la coexistencia pacífica entre varias confesiones religiosas y en la actualidad es entendida con un sentido más general, como la coexistencia pacífica de todas las posturas posibles en materia religiosa. El criterio para determinar si dicha exigencia se realiza en las situaciones históricas o políticas particulares es solamente uno: su realización, significa que ninguna violencia, inquisición jurídica o policial, disminución o pérdida de derechos o cualquier discriminación hiera al ciudadano a causa de sus convicciones, positivas o negativas, en materia religiosa.

2º) En el lenguaje común, y a veces en el filosófico, la Tolerancia se entiende también en un sentido más amplio, que incluye toda forma de libertad, moral, política y social. Entendida de esa manera, se le identifica con el pluralismo de los valores, de los grupos y de los intereses en la sociedad contemporánea y en ocasiones se discierne en dicho pluralismo un medio que permite mantener el control de los grupos sociales existentes en la totalidad de la sociedad y, por ello, un obstáculo para la realización de una nueva forma de sociedad. Por “Tolerancia pura” se entiende en ocasiones la que abarca a las políticas, a las condiciones y a los modos de comportamiento que no deberían ser tolerados, porque impiden, si no destruyen, la probabilidad de crear una existencia sin temor ni sufrimiento, y Herbert Marcuse afirmó que, si la Tolerancia indiscriminada se justifica en los debates inocuos y en las discusiones académicas y es indispensable en la religión y en la ciencia, no puede admitirse cuando están en juego la paz, la libertad y la felicidad de la existencia, porque en ese caso equivaldría a la represión de todo factor innovador en la realidad social. En este sentido más genérico, la palabra Tolerancia no se puede distinguir de la libertad y sus problemas son sin más ni más que los de los límites y de las condiciones de la libertad política.

3º) Una acepción muy particular es la que da Karl Popper, quien subraya que la Tolerancia es condición indispensable para el conocimiento, ya que requiere la continua posibilidad de la crítica y de la confrontación. Éste es el sentido de los tres principios de la Tolerancia que Popper propone: 1) “Puede suceder que yo estaba equivocado y tú tenías la razón”; 2) “Si analizamos el problema racionalmente, es posible que podamos corregir algunos de nuestros errores”; 3) “Si hablamos del problema racionalmente, ambos podemos acercarnos a la verdad”.

La Tolerancia es, por estas razones, insustituible, ya sea desde un punto de vista epistemológico, como condición indispensable en el camino hacia la verdad, o desde un punto de vista ético, como condición necesaria para la autonomía individual. Es sinónimo de racionalidad, mientras la Intolerancia equivale a irracionalidad. El ambiente ideal para la práctica de la Tolerancia es la sociedad abierta, la sociedad democrática; para defender la Tolerancia, es necesario vindicar (defender) la democracia, porque donde no hay democracia no hay Tolerancia.

Hoy día el concepto de Tolerancia adopta a lo sumo el significado de convivencia con las minorías étnicas, lingüísticas y raciales. La Tolerancia de diferentes creencias religiosas implica el problema de la verdad, mientras la Tolerancia de las minorías étnicas incluye la superación de prejuicios, y estos últimos se combaten de modo diferente a la manera en que se enfrentan las cuestiones religiosas.

Intolerancia: (Inglés= intolerance; Francés= intolérance; Alemán= Intoleranz; Italiano= Intolleranza).

La Intolerancia es la certeza de poseer la verdad absoluta, a la que se busca hacer prevalecer según el modelo convenido o la represión. Desde dicho punto de vista, la Intolerancia ha caracterizado toda la historia europea, tanto religiosa como laica. Basado en la sospecha y la Intolerancia ha operado siempre en Europa la razón de Estado religiosa, política y social para obtener el consenso o para eliminar la oposición; de esta manera, la historia del poder siempre ha justificado y justifica la violencia legal oponiéndola a la ilegal. La Tolerancia por lo general se ha practicado en Europa por necesidad histórica, esto es, cuando no era posible eliminar a personas e ideas por la fuerza del poder. Ello no debe distraernos del planteamiento de un problema tan antiguo como actual, el problema de los límites de la Tolerancia.

John Locke, el gran defensor de la Tolerancia, fue el primero en ponerle límites, enumerando cuatro casos en los que era necesario ser Intolerante. Este filósofo inglés rechazaba, en primer lugar, la Tolerancia para quienes enseñan principios que amenazan los cimientos de la convivencia humana y de las buenas costumbres: “El magistrado no debe tolerar ningún dogma adverso y contrario a la sociedad humana y a las buenas costumbres necesarias para la conservación de la sociedad civil”. (Carta sobre la Tolerancia). También se excluía de la Tolerancia a quienes reservan para su secta “una prerrogativa contraria al derecho civil” (ibid), y a los católicos, a quienes no debía permitirse ni reunirse ni difundir sus doctrinas, ya que, según Locke, representaban una amenaza para la paz y la seguridad del reino, dado que eran súbditos de un soberano extranjero y de un poder que afirmaba ser superior a cualquier otro. Locke también rechazaba la Tolerancia a los ateos, pues sostenía que Dios era el garante de la validez de los pactos, y la carencia de una fe religiosa hacía imposible una referencia normativa estable entre los hombres.

Al problema de los límites de la Tolerancia también se han enfrentado otros filósofos, tanto del siglo XIX como del XX. John Stuart Mill, en el Ensayo sobre la libertad sostiene que el único límite que hace falta poner a la Tolerancia es el daño: cuando una conducta daña a otros individuos no puede tolerarse (el conocido como harm principle, principio del daño). Entre los contemporáneos, la cuestión ha sido planteada por Herbert Marcuse, el cual escribe, refiriéndose a los nazis: “Si la Tolerancia democrática se hubiera ejercido cuando los futuros jefes comenzaron su campaña, la humanidad habría tenido la posibilidad de evitar Auschwitz y una guerra mundial”. Al referirse luego a la historia, sostiene que tratar las cruzadas contra la humanidad, como la cruzada contra los Albigenses (Cátaros), “con la misma imparcialidad que las luchas desesperadas por la humanidad, significa anular su diversa función histórica reconciliando al verdugo con sus víctimas”. Los límites de la Tolerancia pueden resumirse en el único principio, que la Intolerancia no puede ser tolerada por cuanto si ésta prevaleciese, ya no sería posible la Tolerancia.

John Locke y Francois-Marie Arouet (Voltaire), buscando proporcionar un fundamento racional a la Tolerancia, pusieron de manifiesto al mismo tiempo la irracionalidad de la Intolerancia. La Intolerancia en el campo religioso es para Locke fundamentalmente irracional, ya que los hombres no pueden ser obligados a aceptar creencias religiosas diferentes de las que tienen; la elección religiosa pertenece a la conciencia personal que no soporta la intervención de ninguna otra persona. Voltaire, por su parte, subraya lo absurdo de la Intolerancia partiendo de la condición humana, de su debilidad ontológica. Retomando el análisis de Pascal sobre la condición del hombre, escribe en el Tratado sobre la Tolerancia (1763) que el hombre es un átomo en el universo, un pequeño ser débil y lleno de defectos; ¿incumbe a un átomo juzgar?: “Todos estamos amasados con debilidades y errores”, escribe en el Diccionario filosófico (1764); para seres así la consecuencia lógica es el perdón recíproco; ésta “es la ley primera de la naturaleza” (ibid). La Intolerancia para Voltaire es el fruto del fanatismo; el único remedio para superarla se halla en la filosofía.

Posición similar en algunos aspectos a la de Voltaire la sostienen hoy en día algunos teóricos del posmoderno y del pensamiento débil. El posmoderno filosófico significa el fin de las certezas absolutas, de la objetividad y de la metafísica; la pretensión de poseer verdades absolutas coincidió en el pasado con la historia de la violencia y de la Intolerancia, mientras que, por el contrario, la propuesta de “una ontología débil” significa Tolerancia y no violencia. El hombre posmoderno ha aprendido a aceptar su propia debilidad más allá de los absolutos del pasado, por lo cual no tiene sentido para él una imposición despótica o una acción violenta. Así escribe G. Vattimo: “Si ahora digo que, pensando la historia del ser como guiada por el hilo conductor de la reducción de las estructuras fuertes, me oriento a una ética de la no violencia, no estoy buscando legitimar objetivamente ciertas máximas de acción (…) Si alguien me dijese que no tengo necesidad de hablar de la historia del ser para explicar la preferencia por un mundo donde predominen la solidaridad y el respeto por los demás, más bien que la guerra de todos contra todos, siempre podría objetarle que es importante y útil darse cuenta de las raíces de estas preferencias nuestras”. Las recientes oleadas migratorias, la creciente difusión en el mundo islámico de concepciones cada vez más integralistas y teocráticas, el renacimiento de varios particularismos políticos, las guerras de religión que surgen de los fantasmas del pasado, los racismos y las xenofobias que cunden por doquier en Europa y en el mundo, replantean hoy en día, incluso desde un punto de vista filosófico, la jamás interrumpida actualidad del problema de la Intolerancia.

Luego de haber transcrito, casi de manera literal el contenido de éste Diccionario en relación al par de palabras que encabezan el artículo, me permito hacer un breve comentario respecto a la importancia que posee el leer y sobre todo incorporar a nuestro comportamiento dentro de la sociedad de la cual formamos parte. Es conveniente destacar que ello atañe no solamente a quienes adversan nuestra forma de pensar (en apoyo a la necesaria Revolución socialista que cada vez más se propaga entre los seres humanos que formamos al planeta), sino también a quienes compartimos estos ideales.

Hay que recordar que los dos últimos puntos que forman parte de la propuesta del ahora Presidente reelecto: Hugo Rafael Chávez Frías, son: IV) Contribuir al desarrollo de una nueva geopolítica internacional en la cual tome cuerpo un mundo multicéntrico y pluripolar que permita lograr el equilibrio del universo y garantizar la paz planetaria.

V) Contribuir con la preservación de la vida en el planeta y la salvación de la especie humana.

Estos dos grandes objetivos históricos no podrán ser conseguidos a menos que impere entre los venezolanos y en general entre todos los habitantes de éste mundo la Tolerancia, que como ya hemos visto anteriormente es el origen de la mayoría de los conflictos que se presentan en nuestro planeta cuando se transgrede y pasamos al lado opuesto, como es la Intolerancia.

Recordemos que todos los seres vivos dependemos unos de otros y que cuando comprometemos la vida de otro ser vivo, nos exponemos a afectar la totalidad del precario equilibrio que mantiene nuestro planeta y que cada vez amenazamos por nuestra inconsciencia. La tierra ha existido durante muchos millones de años sin nuestra presencia, lo contrario no puede ser posible y tenemos la capacidad de comprometer gravemente la existencia de la especie humana si continuamos con la carrera destructiva que hemos iniciado principalmente a partir del siglo XVIII (1800), cuando de un mil millones de seres humanos hemos pasado a siete mil millones, en tan sólo poco más de doscientos años, con todas las consecuencias que ello lleva aparejado.

No nos dejemos guiar por la consigna que esgrimía el candidato oposicionista (palabras más palabras menos): “El Presidente Chávez tiene el empeño de salvar a la especie humana, mientras que yo no me preocuparía por ello”.

¡No conozco una frase más infeliz! Le ganó al filósofo del Zulia.



Juan David Staback Avila

Ciudad Bolívar, 13 de Octubre del 2012.



Esta nota ha sido leída aproximadamente 4981 veces.



Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter




Notas relacionadas