Hermanos y hermanas
venezolanos:
Permítanle a este viejo
latinoamericano compartir unas reflexiones con ustedes, con el legítimo derecho
que asumo al hacerlo, por ser parte de esta hermosa tierra que nos
hermana, no solo en históricas penurias y añejas frustraciones, sino también en
la terquedad de la esperanza, en el ansia eterna de buscar la legítima redención
para nuestras gentes y abrirnos paso hacia un futuro más digno, próspero y
humano. Todos somos hijos de América Latina.
No distingo en este comentario a
los venezolanos por su género, ni por el color de su piel, ni por su edad, ni
por su riqueza material, así como tampoco por sus ideologías. Los veo a todos como hijos de
esa noble nación de la que me he enamorado perdidamente en las dos oportunidades
en que la visité, y donde pude conocer la nobleza, la amistad, las
alegrías y los sueños de sus hijos, así como la bella historia de luchas
cosechada por ellos a lo largo de la historia patria.
El próximo día 7 de octubre será
un día crucial para todos ustedes. Ese día gozarán del raro privilegio de poder
decidir el futuro de la nación no en un campo de batalla, como tampoco en una
confrontación que enlute hogar alguno -como desgraciadamente nos tiene
acostumbrados la historia de la humanidad-, sino en el marco de las más legítima
constitucionalidad, en el marco de las urnas. Ese privilegio, empero, entraña
una histórica responsabilidad para cada ciudadano, de la que uno no puede
rehuir o apartarse simplemente. Ese día se abrirán nuevas alamedas para todos o
se retrocederá al oscuro panorama del pasado. Ese día podrá continuarse
apostando por lo venidero o se volverá a la excluyente sociedad que caracterizó
a la IV República.
Lo primero que debe comprenderse
es que Venezuela ha iniciado, a partir de 1999, un proceso histórico que la ha
colocado en un lugar de privilegiada atención ante los ojos del mundo. Nunca se
ha vivido tal transformación, tan dinámica e inclusiva, en nación alguna. Por
ello se debe hacer valer la democracia participativa promovida por el Comandante
Hugo Chávez. Es cierto que las revoluciones no son perfectas y necesitan tiempo
para verse los frutos de las mismas. Es cierto que aún queda mucho por hacer,
eliminar errores y exclusiones cometidas, buscar formas más efectivas e
inmediatas de dar respuesta a las inquietudes del pueblo. Por ello, no votar por
Chávez es tronchar un proceso en marcha, que irá perfeccionándose en la propia
dinámica política, ecómica y social de la nación. No votar por Chávez es
arrebatarle a la Patria la oportunidad que se merece.
Primero que todo, les insto a
que cada uno de ustedes, desde el propio mandatario hasta el más humilde
ciudadano se cuestione a sí mismo lo siguiente: ¿He hecho realmente todo lo que
podría haber hecho por Venezuela? ¿En qué debo cambiar para hacerme más útil a
ella? ¿Cómo puedo servirla mejor de ahora en adelante? Y estas preguntas, lo
digo a camisa quitada, deben hacérselas, en primer lugar, cada cuadro
revolucionario, ya que la lucha les exige estar siempre cercanos al pueblo pues
a él se pertenece. Se las deben hacer porque muchas veces somos nosotros mismos
los responsables del desencanto en las gentes porque no somos capaces de
explicar nuestros métodos, medidas y decisiones. Se las deben hacer porque,
primero que todo, hay que ser un ejemplo para el pueblo.
Por su parte, Henrique Capriles
encarna al pasado que nunca debe volver a imperar en Venezuela. Capriles
representa la exclusión de una democracía representativa que solo beneficia a la
oligarquía y a los monopolios internacionales. Capriles representa el
desmantelamiento de las misiones implementadas en los últimos años y el regreso
al olvido y a la marginación. Capriles representa la pérdida de la dignidad
nacional para los venezolanos.
Cierto es que muchos aún
permanecen escépticos, dudosos o, simplemente, alejados de su responsabilidad
ciudadana. Varios son los que han abandonado el camino y se han sumado la
derecha histórica o tratan, dentro de la izquierda, abrir rutas alternativas.
Para estos últimos, aconsejo dejar a un lado las apetencias o puntos de vista
personales, a favor de la unidad y tomar conciencia de que el pueblo es
nuestra principal responsabilidad. La fragmentación ayuda al enemigo a
posicionarse y vencernos en cualquier contienda.
A los venezolanos ricos, muchos
de los cuales se han aliado a la MUD, les invito a que examinen detalladamente
el paquetazo neoliberal propugnado por Capriles que, a la larga, los
desfavorecerá en beneficio del capital transnacional. El proceso revolucionario,
indudablemente encaminado a profundizarse luego de un triunfo de Chávez, no
cierra de tajo las puertas del capital nacional, siempre y cuando no se base en
la explotación de los trabajadores.
Tengo plena confianza en
Venezuela y en su maravilloso y digno pueblo, tal como la tengo en el triunfo de
Hugo Chávez el próximo 7 de octubre. Tengo también confianza en los cuadros
honestos y sinceros, en los que no se corrompen ni traicionan, en los que se
mantendrán en la trinchera a donde las Patria los mande. Esos son los chavistas
y bolivarianos de verdad.
¡Hoy, más que nunca, son
necesarias la organización, la unidad y la vigilancia!
No quería culminar esta
reflexión sin decirle a Venezuela que me tiene dispuesto a servirle, como sea,
donde sea y para lo que sea.
percy@enet.cu