El ocaso del Estado burgués en la segunda depresión

La Revolución Francesa fue la respuesta violenta de la burguesía al predominio de la nobleza y el clero en el Estado absolutista; el sistema político que derivó de tal confrontación de clases fue el de la democracia burguesa. Éste no es un término para nada peyorativo o despectivo, ya que fue la burguesía la que impuso su cosmovisión en la novel concepción del Estado moderno, la cual se convertiría –a posteriori- en el paradigma político occidental.

Con la irrupción del socialismo científico de Marx y Engels, en el siglo XIX, surge un esquema alternativo que se contrapone diametralmente al régimen de la plutocracia. El Estado proletario, en oposición al Estado burgués, es el instrumento de la clase obrera para alcanzar su liberación definitiva: los trabajadores, campesinos, estudiantes y el resto de las masas, establecen la democracia participativa y popular como vía para la edificación del Estado revolucionario. A través de la autogestión ciudadana de la tierra y las fábricas, se concreta la planificación de la producción y el reino de la abundancia; el partido obrero es la vanguardia. El Estado burgués, por el contrario, es la dictadura de las clases dominantes sobre el proletariado a través de la explotación salvaje, en el marco de las crisis periódicas del sistema de la plusvalía y aberraciones crónicas como el desempleo.

El revés parcial del socialismo en la antigua URSS y los Estados obreros deformados de Europa del Este, se debió al fenómeno de “aburguesamiento” de los cuadros políticos dirigentes de los partidos comunistas, desde Moscú hasta Berlín, y la brecha generacional persistente en dichas coordenadas. El Estado proletario no se renovó y fue derrumbado por aquellos que habían sido ignorados durante decenios. En 1989, las masas, en la ex URSS y Europa del Este, reclamaban a las élites “verdadero marxismo”, ¡no la vuelta al capitalismo!

Los logros del “socialismo real” en los fenecidos Estados obreros deformados, en ámbitos como la educación, la salud, la cultura, el deporte y el bienestar general, nunca han podido ser igualados por los países capitalistas. En la actualidad, la Segunda Gran Depresión ha puesto en evidencia el rotundo fracaso del Estado burgués en Norteamérica, Europa y otras latitudes. El Estado proletario tiene una nueva oportunidad para demostrar que es el único modelo capaz de garantizar la supervivencia de la especie humana.


ADÁN GONZÁLEZ LIENDO
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Adán González Liendo

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