Tener conciencia centuplica por mil el horror de la existencia

Dos novelas han marcado mi vida “El corazón de la tinieblas” de Joseph Conrad y “Los engranajes” de Ryunosuke Akutagawa. Los leí siendo estudiante de matemáticas en el Pedagógico de Caracas. Libros estremecedores que todos los días recuerdo mientras paseo, mientras converso, mientras miro desde la ventana la larga noche de la existencia. Uno no puede ser el mismo después de leer estas dos esenciales obras paridas por un genio de occidente y otro de oriente. Y a partir de esa lectura, digo, cuando lo hagas, entonces se crecerá tu carga, crecerá tu dolor y ya no estarás por aquí como un maniquí al que batuquean por todas partes. Te ubicarás en un punto superior desde el que verás mejor todos los oleajes de las ilusiones. Desde allí hablarás, dirás tus verdades y te maldecirán, y serás odiado y perseguido hasta la muerte.

Y la política no podrá ser tu causa, aunque vivirás inmerso en ella, y algunos creerán que eres un político.

Aunque lo mejor sería apartarse porque tu verdad dolerá, tu verdad penetrará hondo y tu verdad matará.

Y no podrás vivir sin proclamarla.

Serás irremediablemente un condenado y un maldito.

Te darás cuenta igualmente que todo lo que digas no importará gran cosa. Que nada cambiará.

Que igualmente se impondrán los malos y los canallas, los traidores y las personas, que “persona” en griego quiere decir máscara.

Por eso lo mejor sería apartarse.

Ya uno ve que el curso de esta revolución no podrá sostenerse tal como se lleva. Es que lleva dentro su propio caballo de Troya.

Lleva lo que no es y eso es confusión.

Lleva lo que no la puede sostener y eso aberración.

Llevamos cada cual, como dice nuestro gran Libertador, como la corza herida en nuestro seno la flecha y ella nos dará la muerte sin remedio, porque nuestra propia sangre es nuestra ponzoña…

Esta verdad no tiene nada de pesimista, es una realidad.

Porque nos hacen falta muchas cosas, como también decía nuestro gran Libertador, sobre todo hombres que piensen, hombres que sepan mandar y hombres que sepan obedecer; hombres valientes, hombres decididos a sacar de cada uno de nosotros esa ponzoña que nos inocularon los curas y los conquistadores.

No sé cómo podría llevarse una revolución como la nuestra en hombros de un solo hombre. Y es un hombre al que lo condenan al error semi-hombres que no han pasado una temporada en la escuela del infierno. Rodeado de personas que no entienden en un ápice al trágico Bolívar, ni podrán entenderlo nunca. No nacieron para eso. Rodeado de personas que no sienten el horror que late allá abajo entre los muertos de hambre, entre los malditos, entre los desahuciados y condenados de la tierra. Personas que no aceptan ni por el carajo que ser rico es malo. Cuánta mala facha. Cuánta pompa. Cuantos meros gritos y consignas.

Porque Bolívar vio todo eso claramente cuando poco antes de morir dijo: “Aquí el único que ha tenido carácter he sido yo”. Así es, sólo Chávez ha tenido carácter, y por eso estamos mal. Rafael Urdaneta no fue un hombre de carácter, y teniendo 25 mil hombres a su mando acabó transándose con José María Obando y José Hilario López, los asesinos de Sucre.

Así veo el final de todo, entre sombras confusas, entre fantasmas y duendes delirantes en una comparsa sin fin.

Queda escrito. Son mis visiones.


jsantroz@gmail.com


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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