La deuda de Rafael Ramírez

Para Eduardo Galeano, en su obra las Venas Abiertas de América Latina, Venezuela es uno de los países mas saqueados del planeta. Ni el oprobioso saqueo de plata ejecutado por los españoles en el Potosí boliviano, ni los desmanes con el oro del Ouro Petro brasilero materializado por los portugueses, son comparables con la monumental sangría petrolera que han sufrido los venezolanos en más de cien años de vasallaje neocolonial estadounidense.

Desde 1928 hasta 1970, ningún país del mundo exportó más petróleo por día que Venezuela. Con más de 3 millones de barriles diarios, cuando no alcanzábamos 4 millones habitantes, nuestro suelo pagaba la maldición de ser una colonia gringa subordinada al insaciable egoísmo de las transnacionales petroleras. Según Pérez Alfonzo, en 1960 un sólo campo petrolero como Mene Grande aportaba diario más de 1,6 millones de barriles al imperialismo, saqueo éste que sólo ha dejado en esta localidad las ruinas en subsidencia de un desértico asentamiento de pisatarios en la pobreza, la exclusión, sin pasado que memorar ni futuro para soñar. Esta es la historia contemporánea de Venezuela, pisoteada por la bota norteña, con gobiernos dictadores y subsecuentes socialdemócratas entreguistas de la cuarta república, traidores de los intereses de su pueblo explotado, y serviles a los yanquis.

El camarada y guerrillero Alí Rodríguez Araque, documentó cómo se le dio continuidad al saqueo con la política adeca-copeyana de privatización petrolera en los años 90, mientras él presidía la comisión de energía del extinto congreso y luchó denunciando ante oídos sordos las consecuencias sociales, económicas y políticas de la nefasta Apertura Petrolera. En esa lucha no pudo un hijo de los desposeídos ganarles la batalla a la misma criminal derecha adeca-copeyana que hoy hace vida en la asamblea nacional, que dilapidó la soberanía de los venezolanos y estafó a la nación. No hubo corte suprema de justicia que defendiera los derechos de todos los venezolanos, los gobiernos de turno entregaban el futuro de los venezolanos con la diligente gestión de un congreso transnacional de adecos y copeyanos que hoy se pintan de amarillo y negro, anaranjado o de azul y blanco, para señalar de corrupta la política petrolera más exitosa que ha conocido la patria de Bolívar, la política de Plena Soberanía Petrolera, la política del pueblo hecho gobierno bajo el liderazgo de Chávez que devolvió a los venezolanos el derecho decretado por el Libertador de administrar sus recursos naturales sin anuencias foráneas.

De manera que no es un problema jurídico la tarea que el imperio ha delegado hoy a la derecha venezolana. No es cualquier contradicción de forma la que el imperio enfrenta contra el Ministro Petrolero de Chávez, es la necesidad del imperio de enterrar el legado del comandante Chávez porque no perdonan la osadía de diseñar e implantar una política petrolera soberana, de echar de nuestra faja a las trasnacionales vampiras de las “Asociaciones Estratégicas”, de desmontar y enterrar la política imperial de la “Apertura Petrolera”, de romper el cerco colonial que nos impusieron para evitar que nos relacionáramos con el mundo. No perdonan a los hombres y mujeres que reunificaron la OPEP, que maximizaron la captación de la renta petrolera y la convirtieron en más de un millón de viviendas dignas, en escuelas, en ferrocarriles, en hospitales, en inclusión social, en inversión humana para salvar a los venezolanos del hambre, del analfabetismo, del desasosiego, de la exclusión.

El Ministro Rafael Ramírez, hombre que materializó la nacionalización de la Faja Petrolífera Hugo Chávez, el de aquel soberbio discurso del 2007 en la asamblea nacional sometiendo el proyecto de migración a empresas mixtas, el que moralizó la clase trabajadora petrolera y chavista con la PDVSA Roja Rojita, y enfrentó las arremetidas de las transnacionales petroleras desde al sabotaje del 2002 hasta las demandas internacionales, es un blanco político del imperio. Es una cabeza pedida por el imperio a la derecha venezolana, por el contenido de clase en su discurso, por la historia revolucionaria que precede la formación de su liderazgo político, y por el peligro que representa para las pretensiones imperiales que chavistas como éste conformen las filas de la Revolución Bolivariana luego del asesinato de Chávez.

La vergonzosa historia de explotación y saqueo neocolonial sobre el continente encontró su antítesis en suelo venezolano, con voluntades de hombres y mujeres resueltos a ser libres, que sin temor ni vacilaciones mostraron al mundo entero la gallardía del pueblo Bolivariano para enfrentar al imperialismo. Ese legado de Bolívar y Chávez reside en el pueblo, con líderes revolucionarios de la talla de Rafael Ramírez, que ha multiplicado en el corazón de la clase trabajadora petrolera venezolana y del mundo, las razones para batallar por la construcción de la gran Patria Socialista, enfrentando el triste legado entreguista que ha azotado nuestros pueblos y que hoy invoca la parasita y criminal burguesía criolla desde una asamblea nacional de derecha.

Ante las pretensiones del imperio de barrer con el legado de Chávez y su política petrolera, asumiremos una posición de defensa y unidad. No nos llamamos a engaños fragmentadores de la realidad, que pretenden separar la suerte de un hombre de Chávez de la suerte de un pueblo. Ya han caído muchos patriotas en batalla con el uso de burdos eufemismos mediáticos y al pueblo le ha tocado colocar los muertos, los hambrientos y los harapientos de la derrota. No tienen moral los asesinos de Bolívar, los asesinos de Zamora, los asesinos de Chávez, hambriadores del pueblo venezolano para señalar a ningún hombre de esta Revolución Bolivariana, nuestros revolucionarios son sagrados para el pueblo chavista, quien es el único facultado para valorar los aportes de nuestros cuadros a los logros de la revolución.

Que lo sepan los nacidos y los que están por nacer, nacimos para vencer y no para ser vencidos”

CHE


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