Pedagogía petrolera

Héroes anónimos de las huelgas petroleras de 1925 a 1950 (5)

Julio Prieto fue uno de esos héroes anónimos que, como la mayoría, no sabían leer ni escribir al ser empleados por las petroleras, apenas si aprendió a leer, escribir y las reglas fundamentales de la aritmética muchos años después, aunque varios de sus trece hijos pudieron graduarse en la universidad, uno de ellos quien suscribe estas notas. Es apenas uno de los millares de héroes anónimos que hicieron presencia permanente en los sindicatos petroleros y en los frentes de lucha de esos campamentos desde el inicio mismo de los avatares obreros en la búsqueda de mejores condiciones de vida y de trabajo. En varias conversaciones con uno de sus hijos, César Prieto Oberto, explicó, con lujo de detalles, algunos pasajes de su vida en los campos petroleros desde que llegase de las áridas tierras de Capatárida, su suelo natal, con escalas de meses y años por Mene Mauroa, Cabimas, Mene Grande, La Concepción y Maracaibo. Nacido en Capatárida, Estado Falcón, en 1904, y fallecido en Maracaibo, estado Zulia, en 1983, transitó sesenta y un año en el período comprendido entre 1922 y 1983, año de su fallecimiento, en el mundo de la cultura del petróleo.

Se estableció desde 1922 en Cabimas, en el sector La Montañita, donde nacieron, a partir de 1931, cuatro de sus trece hijos, luego seis en Mene Grande desde 1940 y, a partir de 1956, los tres últimos, en La Concepción. De él conocimos lo que fue la vida de los primeros campesinos, pescadores y artesanos que llegaron para ponerse al servicio de las compañías petroleras en la Costa Oriental del Lago de Maracaibo, convirtiéndose en trabajadores, en obreros petroleros y, al pasar de los años, en luchadores sindicales y protagonistas y víctimas invisibles de la construcción de la cultura del petróleo.

Refiere que salió con su amigo y posterior compadre Ramón Molina desde su lar nativo, Capatárida, Distrito Buchivacoa del estado Falcón, ambos agricultores, un día cualquiera de 1922. Él, de 18 años, y Ramón, de 16. Durante esos años, oleadas de "corianos, margariteños, guaros, gochos y caribeños llegaron a pie, en burros o en mulas, en todo tipo de embarcaciones, desde la sierra falconiana, sus zonas costeras y sabaneras, desde allende los mares, hasta donde "corrían las morocotas de oro". Caminaron desafiando las espinas, tunas, pringamozas, las culebras y otras alimañas. Julio Prieto fue uno de ellos. Vinieron a pie, calzados con alpargatas "corianas" y con un burrito donde cargaban una muda de ropa cada uno y un limitado bastimento a base de papelón, fororo, arepa, queso, pescado y chivo salado para mitigar el hambre en el camino, en cuyo transitar complementaron con algunas especies vegetales y animales silvestres. Tardaron varios días en arribar a Mene Mauroa, puesto que "la mayor parte del camino lo hacíamos de noche, o cuando ya había caído el sol o en las primeras horas de la mañana; procurábamos las horas más frescas porque durante el día era demasiado caluroso". En Mene Mauroa (…) "fuimos empleados de inmediato por la Shell Caribbean Company para abrir zanjas para el desagüe de las aguas de los pozos de perforación, y para caminos destinados al uso de vehículos de carga y transporte de equipos petroleros", dado que la demanda de mano de obra había crecido por la llegada de muchas empresas petroleras. Varios meses después "tomamos rumbo a Cabimas, donde llegamos a fines del año 1922. No poseíamos documentos de identidad (la cédula N° 01 correspondió al Presidente Medina en 1941) y los primeros trabajos, en la primera empresa que nos "enganchó", fue La Venezuelan Oil Concessions (VOC)". El "reventón" de El Barroso nos "encontró trabajando para esa empresa; ambos trabajamos en la perforación Los Barrosos II, que fue perforado cerca del Barroso I, comenzando actividades en mayo de 1922, con un taladro de madera que funcionaba a percusión construido en el sitio".

Poco después pasaron a trabajar de nuevo en la Shell Caribbean Company. "Después del intento de huelga de 1925 en Mene Grande, se aumentó el salario un bolívar, recibimos agua fría a veces y, por exigencias del gobierno, las compañías se responsabilizaron por la asistencia médica de los obreros", aunque no cumplían con este mandato. Recuerdo que

"cuando supimos que a los trabajadores de Mene Grande les habían aumentado por la presión de la huelga del ’25, en Cabimas comenzó el agite, y en mayo de 1926 hacíamos "paros" de varias horas, pero la policía nos buscaba y como no teníamos dónde escondernos porque no habían casas para los obreros y muchos colgábamos nuestros chinchorros o hamacas de las ramas de los árboles, o nos juntábamos en los caneyes o galpones, no era difícil encontrarnos. Nos multaban y nos quitaban lo poco que ganábamos para poder salir de los calabozos. A veces llegaban donde estábamos conversando, jugando barajas o dominó, y nos arrestaban diciendo que estábamos borrachos o alterando el orden público. Como al día siguiente teníamos que ir a trabajar porque de lo contrario nos botaban o por lo menos nos descontaban el día, teníamos que pagar la multa, que era de 20, 30 y hasta 50 bolívares; muchos no sacábamos ni 40 bolívares en la semana, entonces había que pagar por partes y con intereses"(Entrevista)

Refiere el señor Prieto que, "durante años, nuestra única distracción sana consistió en asistir al cine Ideal, en La Montañita, sector donde vivía un gran número de obreros petroleros y, ocasionalmente, partidas de dominó con compañeros de trabajo (…)";

"los orientales, provenientes de los estados Sucre, Nueva Esparta y Monagas, preferían el juego de "truco", con barajas de naipes." Yo entré a la huelga porque el señor Bríñez nos aseguró que la compañía estaba obligada a darnos un mejor trato, a aumentarnos el sueldo, darnos transporte, asistencia médica, transporte y fabricar viviendas para todos, pero la policía, es decir, el gobierno, con quien estaba era con las compañías, con todas ellas que por esos años llegaban todos los días. Cuando el crecimiento de las operaciones exigió la construcción de torres (cabrias) para la colocación de los tubos, malacates, accesorios de las cabrias y demás herramientas para la perforación de nuevos pozos, "la exigencia de mano de obra me llevó –refiere el señor Prieto- a esta actividad, cuyo proceso se basa en una torre de perforación que contiene todo el equipamiento necesario para bombear el fluido de perforación, bajar y elevar la línea, controlar las presiones bajo tierra, separar las rocas del fluido que retorna, y generar en el sitio la energía eléctrica y mecánica necesaria para la operación, generalmente mediante grandes motores diésel" (Entrevista al señor Julio Prieto, varios años)

Con el tiempo, estas torres de madera tuvieron otros materiales de construcción, y láminas de hierro especiales fueron importadas para armar las "cabrias" que sustituyeron las antiguas torres de madera. "Trabajé en estas labores desde 1923 hasta 1939 en Cabimas, y desde este año hasta 1953 en Mene Grande, cuando fui trasladado por la Compañía Shell de Venezuela al campo La Concepción, en la Costa Occidental del Lago", a 20 kilómetros de Maracaibo. (…) "En total, 30 años como obrero "armador" de cabrias, siempre con el salario mínimo de un obrero petrolero. Mi salario más alto fue de 20 bolívares diarios. Cincuenta años de edad tenía" (…) "cuando pasó a trabajar en oficios más suaves, en labores de asistente del depósito de materiales del departamento de mantenimiento de campo" (Op.cit.).

"Los primeros años en Cabimas fueron muy duros. No teníamos donde vivir. Bajo cualquier árbol colgábamos los chinchorros, estábamos solteros, éramos unos muchachos y, aunque pasábamos necesidades, nos sentíamos mejor que en Capatárida, San Félix, Casigua, Borojó, Zazárida, Urumaco, San Luis, y hasta de Churuguara, Pecaya y Jacure, todos caseríos campesinos de Coro, como llamábamos al estado Falcón. Hacia fines de la década de 1920 –entre 1925 y 1929- llegó mucha gente de Margarita, de los Andes y del estado Lara, que venían de Cabudare, El Tocuyo, Carora; de Trujillo conocí compañeros de trabajo de Isnotú, Valera, Trujillo, Boconó, aunque en realidad llegaba gente de todas partes, y unos negros que hablaban inglés, nosotros los llamábamos los maifrends y venían de Trinidad y otras islas del Caribe" (Prieto, op.).



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César Eulogio Prieto Oberto

Profesor. Economista. Miembro de Número de la Academia de Ciencias Económicas del Estado Zulia. Candidato a Dr. en Ciencia Política.

 cepo39@gmail.com

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