A propósito del aumento de precio de la gasolina, reflexiones para los decisores políticos y la politización de la acción ciudadana

Opinar sobre el aumento del precio de la gasolina es jugar con candela, por ser un derivado del petróleo inflamable y mucho más en tiempos de polarización política y de crisis económica como la que vive nuestra patria.

     Pensar críticamente sobre este tema de interés nacional, coloca al pensador, en la vía de riesgos y desafíos, dado que, en el imaginario colectivo nacional actual, opinar públicamente sobre cualquier tema, rápidamente es ser ubicado en uno de los polos políticos, o se es “opositor” o se es “oficialista”, como no soy ni lo uno, ni lo otro, se hace necesario partir de algunas premisas.

     No soy militante partidista, he sido desde un rato largo de mi vida un luchador social, de esos que llamaban de izquierda, especie en extinción, porque ahora “todos somos revolucionarios o de derecha”, reconozco logros del gobierno, pero también critico desaciertos que no son pocos, pero indudablemente, menos y no comparables con gobiernos pasados, así como tampoco, con los innumerables desaciertos y equivocaciones de la actual oposición política.

    El no opinar sobre asuntos públicos de interés es ser idiota desde la concepción de los antiguos filósofos griegos, para ellos, el ciudadano que no opinaba y participaba en los asuntos públicos era un idiota; pero hoy, si opinamos y pensamos críticamente en una asunto de tanto interés político, económico y social como el aumento de precio de la gasolina, es correr el riegos de ser catalogado desde el gobierno como “desestabilizador” y desde la jerga opositora ser un “enchufado”

     El desafío está en asumir que cualquier opinión o pensamiento crítico sobre este tema, es exponerse a estar en la línea de fuego de la polarización política, ante la falta de otro camino,  tomamos la vía del desafío.

     En una democracia participativa y protagónica como es el mandato de nuestra constitución, el tratar asuntos de interés nacional, requiere de la dialéctica saber/ignorancia, como ciudadanos, incluidos los electos por el voto para cargos públicos o los designados para ese ejercicio, ni somos sabios, ni somos ignorantes absolutos, de ahí que, el diálogo de saberes y diálogo de ignorancias, son mecanismos democráticos para la construcción de consensos, corresponsabilidad y respeto de disensos, a la hora de la toma de decisiones políticas trascendentales para la vida nacional como el que nos ocupa.

     El diálogo de saberes y diálogo de ignorancias implica el reconocimiento del otro, sea este ciudadano decisor político o ciudadanía en general,  el reconocimiento del otro, es aceptar sus saberes e ignorancias, ignorancias en el sentido de Elí de Gortari (1988): “Falta de ciencia, de letras y noticias, ya sea en general o en particular…La ignorancia no afirma nada, a diferencia del error, que afirma equivocadamente, ignorar no es estar errado, es solo desconocer algo”.

     El diálogo de saberes y diálogo de ignorancias, es un proceso humano comunicativo democrático, en el cual se ponen en interacción dos lógicas diferentes: la del decisor político y la del ciudadano con una clara intención de comprenderse mutuamente; implica el reconocimiento del otro como sujeto diferente, promover la libertad y la autonomía, para que cada uno tome las decisiones más apropiadas para sus condiciones y contextos particulares.

     El decisor político debe indagar sobre las miradas ciudadanas y la cuestión petrolera, ya que, al ciudadano y la ciudadana le surgen interrogantes sobre los que tiene verdades, saberes e ignorancias parciales, racionalidades diferentes, o apreciaciones equivocadas, provenientes de falta de información gubernamental, de la interpretación de formadores de opinión pública de oposición o de lo que informan intencionadamente, los medios de comunicación privados.

     Interrogantes tales como: ¿La ciudadanía conoce con veracidad la Política Pública petrolera?, ¿Está suficiente y verazmente informada de los acuerdos y compromisos alrededor del petróleo que ha firmado el gobierno con Petrocaribe, con el gobierno chino, entre otros?, ¿Cómo es el acuerdo petrolero actual con EE.UU? ¿Por qué desde hace casi diez años, importamos gasolina de USA y otros países? ¿Qué significa vender petróleo a futuro? ¿Cómo es la distribución financiera del ingreso petrolero?, ¿Por qué la oposición política dice que “regalamos petróleo a Cuba, Nicaragua y al Caribe” en general?, ¿Por qué la oposición política dice públicamente y no hay respuesta gubernamental, sobre la “supuesta triangulación” que hace el gobierno cubano con el petróleo que le enviamos?

     En un eventual aumento del precio de la gasolina es necesario claridad respecto a los interrogantes anteriores y muchísimos más, así como también, dejar claramente establecido el destino de dichos recursos de producirse el aumento de precio de la gasolina.

     Las interrogantes anteriores son opacos para la ciudadanía y el gobierno no aclara, la oposición opina desde la incertidumbre y los medios de comunicación privados informan desde sus intereses nacionales y compromisos internacionales; todo ello se constituye una situación claro oscuro que debe ser transparente en un debate y diálogo nacional.

     Sostiene la oposición política y la canalla mediática, que el gobierno desde 1999, no ha decidido sobre este asunto, entre otros aspectos, por lo sucedido hace veinticinco años –el Caracazo- con el aumento de precio de la gasolina entonces, aumento que fue anunciado, pero no fue consultado al pueblo.

     No debe repetir esa historia, de anunciar el aumento de la gasolina, no debatirlo, ni consultarlo y tomar la decisión en un encuentro de cúpulas y élites, que decide por todos nosotros, porque entonces, ¿Dónde queda la democracia participativa y protagónica, la corresponsabilidad Estado/Ciudadanía? ¿Por qué no usar los mecanismos constitucionales de consulta al pueblo?

     No es ético, ni política, ni moralmente, no realizar una consulta nacional al respecto, como tampoco lo es, por la premura económica y el cálculo electoral, querer condicionar la opinión pública mediante propaganda política para tontos, que no es lo mismo que ser idiota, afirmando que, el subsidio a la gasolina y su precio es comparable al precio de un litro de agua potable que es más costoso, porque no son comparables sus impactos económico, social y político, tanto en el ámbito nacional como en el ámbito internacional y los compromisos contraídos por el gobierno en el tema petrolero.

     Ya comenzaron los políticos de oficio, a jugar adelantado y emitir opinión en contra o a favor del aumento de la gasolina, sin ir al fondo del asunto.

     Si procede un aumento de la gasolina, tiene que surgir de un gran debate nacional y un referéndum consultivo del pueblo, por ser asunto de interés nacional.

 

alcalaafanador@yahoo.es



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