Este hecho es tan extraordinario que desde 1859, cuando se perforo el primer pozo en USA, la economía política dictaminó que uno de los proventos más conspicuos que genera la actividad extractiva es precisamente una renta del suelo, esta categoría llevada a los predios de la teoría del valor-trabajo, es sencillamente un ingreso parasitario. Inicialmente este ingreso parasitario se localizó en mercados nacionales y fue el que conocieron los economistas clásicos y la dupla Marx/Engels. No obstante, siendo el capitalismo extensivo por naturaleza, su proceso de acumulación tenía que rebasar los estrechos marcos nacionales y hacerse planetario. En tal sentido, sus categorías económicas también adquieren rango internacional. La renta del suelo adquirió carta de ciudadanía internacional cuando en la historia del capitalismo apareció en escena el capital monopolista, ávido de los recursos naturales ubicados en los países del Tercer Mundo.
Desde los albores del siglo XX, grandes masas de plusvalor creadas en lo fundamental en las economías capitalistas desarrolladas, y trasmutadas en renta del suelo petrolera, ha sido la savia que ha dado vida tanto al llamado capitalismo rentístico de países periféricos como Venezuela, así como también, al modo de producción que los discípulos de Lenin instauraron en la fenecida Unión Soviética. En esta última, la construcción de la industria pesada, el desarrollo científico-militar, el Pacto de Varsovia, la Revolución Cubana y en fin, el internacionalismo proletario del partido comunista soviético, se montaron sobre la renta petrolera que el régimen bolchevique comenzó a disfrutar desde 1920 aproximadamente; cuestión ésta que desconocieron las masas trabajadoras soviéticas. Por consiguiente, el analfabetismo petrolero también fue una característica del rentismo petrolero que viabilizó el proyecto político de los comunistas rusos. La experiencia soviética nos enseña que la renta petrolera puede ser utilizada como expediente geopolítico para darle vida a un experimento anticapitalista en un sólo país y crear las murallas externas que pongan a salvo el proyecto puertas adentro.
En el caso de la Revolución Bolivariana, para nadie es un secreto que la estabilidad de tal experimento reposa en la cuantiosa renta petrolera que el país viene acumulando desde la tercera década del pasado siglo. Para bien o para mal, los alcances y los límites de esta aventura histórica están signados por la cuestión petrolera. En tal sentido, tres son los problemas capitales que este proyecto necesita dilucidar para alcanzar su Plena Soberanía: blindar teórica y políticamente la defensa de nuestros principales recursos naturales(defensa cualicuantitativa de la renta del suelo), apoderar a las clases trabajadoras para que controlen la distribución de la renta petrolera y utilizar la renta petrolera como arma geopolítica para hacernos de amigos externos que nos amurallen frente a los embates imperialistas por venir. Hasta el presenta el gobierno bolivariano ha adelantado una política exterior basada en la renta petrolera que se manifiesta a través del PACTO DE SAN JOSÈ, PETROCARIBE, EL ALBA, MERCOSUR. Sin embargo, esta redistribución geopolítica del petróleo se nos antoja que es una utilización reformista de este provento. Los países a los que Venezuela está asistiendo con petróleo -excepto Cuba-, son formaciones sociales donde impera el capitalismo por la calle del medio. Por consiguiente, nuestro petróleo va directamente a financiar y favorecer la tasa de ganancia del capital, antes que el salario real de las masas trabajadoras. Semejante política puede retardar los planes bélicos del imperio hacia Venezuela, pero no adelanta un centímetro en la construcción externa del socialismo. Por esta vía estamos potenciando los proyectos capitalistas centro y suramericanos; la solidaridad así obtenida es bastante resbaladiza, pues llegará hasta donde el petróleo y el interés del capital lo permitan. Ideológicamente debemos entender que estos vecinos siempre estarán en la acera del frente.
Ahora bien, creemos que existe otra manera de utilizar la renta petrolera como arma geopolítica que tenga en consideración los intereses coyunturales y estratégicos de las clases trabajaderas de nuestros países vecinos. Esta sería la utilización revolucionaria de la renta petrolera: nos referimos a financiar proyectos productivos que sean adelantados por comunidades, empresas comunales y gremios de trabajadores, todo ello tendiente a ir creando en estos países, embriones de relaciones sociales anticapitalistas que en el futuro puedan evolucionar hacia el socialismo. El gobierno venezolano está obligado a tranzar acuerdo con los trabajadores de las naciones que ayudamos económicamente, pues la historia soviética nos enseña que una salida anticapitalista en un sólo país con el tiempo resulta inviable. Esta redistribución clasista de la renta petrolera, puede empezar de manera expedita con las naciones limítrofes de manera que la construcción socialista en nuestro suelo, sea también un proceso geopolítico. Si esta idea prende en la conciencia de los trabajadores de las naciones hermanas, entonces, la renta petrolera venezolana tendrá dolientes en todo el continente y servirá para que en otras latitudes latinoamericanas se cimente la idea de defender a ultranza nuestros recursos naturales como base material de arranque de un nuevo proyecto histórico libertario.
MSC
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