Una filosofía para los sidoristas y la clase obrera en general

 

 
 

Si en algo está de acuerdo la inmensa mayoría de la militancia del proceso venezolano y de quienes se sienten identificados con la Revolución Bolivariana, es en que ésta revolución todavía no ha terminado. Porque, es verdad que la oposición ya no está en condiciones de vencer a la revolución, pero también es cierto que la revolución aún no está en condiciones de derrotar a la oposición e instaurar el socialismo. Para lograrlo le hace falta suscitar de nuevo en el pueblo la pasión y el calor de humanidad que el Gigante le insufló, pero que se ha ido apagando. De allí que lo peor que pudiera pasarle a la Revolución Bolivariana y al legado del Comandante Hugo Chávez, es que la incapacidad de profundizar en las ideas o la cobardía de pensamiento se apodere de ella.

Y, ¿cómo no inquietarse en estos días?, si las fecundas vías abiertas por Marx están bajo sospecha en Venezuela, y a más de uno le gustaría obstruirlas o prohibirlas debido a todos los prejuicios reinantes; pero desgraciadamente para ellos, al lenguaje servil siempre le sobreviene la esclavitud ideológica, y a ésta la insurrección popular. De allí que la libertad de pensamiento y la libertad de crítica dentro de la Revolución Bolivariana es fundamental para hacerla irreversible; esa será su mejor arma en esta etapa para poder seguir avanzando con pasos firmes hasta lograr una nueva vida moral, una nueva vida afectiva, que no puede dejar de estar íntimamente ligada a una nueva intuición de la vida, hasta que ésta se convierta en un nuevo modo de sentir y de ver la realidad,  ese sería, entonces, el momento de la concreción del socialismo en Venezuela.

Recordemos que el socialismo se cimienta por el acrecentamiento progresivo y por una repartición equitativa de los bienes y los servicios, que la sociedad, constituida meramente por trabajadores manuales e intelectuales, necesita para elevar el nivel de vida del pueblo, dándole acceso positivo y cómodo a los que lo integran, ofreciéndole sin restricciones los beneficios justos de la civilización y la cultura.  En el capitalismo, es decir, en el reino de la propiedad privada, lo mismo en la esclavitud que en el feudalismo, el hombre deja de ser el objeto y el fin de sí mismo, y se convierte en fuerza de trabajo sujeta a las leyes del mercado. Se cosifica, pues. Se transforma en cosa, en res, como bien lo precisaba George Luckacs, usando un vocablo del latín.

No es casual que la burguesía piense que el poeta, por ejemplo, sólo puede ser su sirviente, su vasallo para que le diga a la sociedad que la burguesía “si tiene sensibilidad”; su payaso para aliviarle el estrés; o su enemigo. Roque Dalton, decía que el poeta enemigo es ante todo el poeta enemigo; el que reclama su pago, no en halagos ni en dólares sino en persecuciones, cárceles, balazos. Tal cual como lo recoge la nota al pie de página de la trabajadora metalúrgica y poetisa YASMIN CHAURAN ARAY, en un interesante documento publicado en APORREA.ORG, titulado “SIDOR es sólo una parte, el todo es más complejo” donde dejó escritas unas palabras finales penetrantes: “Si la providencia me depara unos 20 tiros de bala en una calle de Guayana no será por destino divino, ni por hampa común, sino por asesinato político”. Nada de proletarios respetados por ser mansos.

El poeta salvadoreño, quien fue fusilado por la inmadurez de la dirigencia de su propia organización, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), sugería que debemos tener una confianza invencible y lúcida en la clase obrera, pero también reclamaba que había que participar directamente en sus luchas, aportando con el trabajo intelectual para que el proletariado alcance en verdad la conciencia de clase y la haga plenamente suya.

Siendo así las cosas, desde la izquierda hay que contribuir a despertar la conciencia de la clase obrera, a hacerle ver la horrible política del sistema capitalista, cuya violencia ha crecido a tal extremo, que hoy día amenaza con la aniquilar totalmente a la humanidad y al planeta donde vivimos. Debemos manifestarle la buena nueva contenida en el socialismo, o sea, la voluntad de vivir, la voluntad de vivir en paz. Nada de derrotismos y quietismo, porque en verdad le haríamos el juego al enemigo número uno de la humanidad, el capitalismo. Ya decía Vladimir Maïkovski, el poeta es un obrero:

Los corazones también son motores.

El alma también es fuerza motriz.

Somos iguales.

Camaradas de la clase trabajadora.

Proletarios del cuerpo y del espíritu.

Solamente unidos

solamente juntos podremos engalanar el universo,

acelerar el ritmo de su marcha.

Por eso hay que echar el resto en todas las manifestaciones de la vida social venezolana para ganarse al pueblo trabajador, al pueblo todo, pero a su vez hay que hacer lo que esté al alcance de nuestras manos para que el pueblo pueda comprender cada vez más y mejor la idea del socialismo. Al conjunto de la vanguardia consciente de toda la clase obrera venezolana, en primer lugar, le corresponde en esta hora magnánima de las muchedumbres parir verdades para la patria, cumplir su grande e histórica misión de fortalecer la unidad moral y política del pueblo, romper las cadenas de la enajenación y del idealismo burgués que atan al conjunto de la sociedad venezolana al capitalismo; en fin, efectuar la tarea de forjar y educar a las masas para el socialismo mediante el trabajo permanente, organizado, planificado y cohesionado.

Ya sabemos que la ideología originaria de las revoluciones democrático-burguesas –la libertad, la igualdad y la fraternidad– ha sido sepultada hace mucho tiempo por la burguesía, que de avanzada del progreso se convirtió en fuerza retrógrada. Así lo demuestra la filosofía de la última etapa del capitalismo –el imperialismo–, que es la negación concluyente de la capacidad de la razón para no pecar de ignorancia, y la exacerbación de la noción de lo irracional, que persuade a los hombres servirse sólo de su intuición o de sus instintos como móvil de su conducta.

Afortunadamente, la clase obrera tiene su filosofía, la cual no es otra que el materialismo dialéctico, que ­dejó de ser una doctrina, para convertirse en un instrumento constructor de un mundo distinto (el mundo socialista) al de la burguesía, que representa lo viejo, lo que muere; por lo que ya no puede seguir dirigiendo a la sociedad, porque sencillamente pretende detener la marcha de la historia.

A diferencia de la burguesía, la clase obrera encarna lo nuevo, lo que crece, la fuerza renovadora de la vida humana.  Era como lo explicaba frecuentemente el Comandante Chávez, cuando nos hablaba de la lucha entre lo viejo y lo nuevo, entre lo que muere y lo que nace, entre lo que se extingue y lo que crece, y que no es otra cosa que la poderosa expresión de la ley del desarrollo.

El propio Marx afirma significativamente en los Manuscritos… que: Toda la llamada historia universal no es más que la generación del hombre por medio del trabajo humano… el hombre ha nacido de sí mismo, de su proceso de nacimiento.

…el hombre tiene un acto de nacimiento, la historia…

Pero ese desarrollo no es un simple crecimiento o una simple disminución de lo que existe; es sí, un cambio cualitativo, un salto súbito, revolucionario. De hecho el resorte de todo movimiento es la contradicción interna o del proceso, y de esta manera es como tiene que ser asimilado por la clase trabajadora, porque sino, no va pal´ baile.  Es igualito a lo que aprendimos en el bachillerato, que en las matemáticas, la lucha de los contrarios está representada por los signos más y menos (+ y ­–); en la física por la electricidad positiva y la electricidad negativa; en la química por la combinación y la disociación de los átomos; y en la ciencia social, por la lucha de clases.

Lejos está el materialismo dialéctico de ser una filosofía de gabinete, cerrada y acabada, cuyos principios han de servir para resolver todos los problemas de los seres humanos, a la manera de las enciclopedias y los vademécum de remedios. El materialismo dialéctico, es como lo aseveraron sus creadores, un faro de luz para la acción. Este concepto es uno de los aspectos esenciales del marxismo: la unión indisoluble entre la teoría y la práctica.

El hoy pertenece al hecho, hermanos de la clase obrera, tienen Ustedes en estos momentos todas las posibilidades creadoras de la sociedad socialista, asuman unidos, inseparablemente, la responsabilidad que le corresponde a una autentica vanguardia.

 POST/DATA: ENCUENTROS QUE MARCAN: A los dieciocho años de edad ROQUE DALTON era un cristiano progresista, él mismo así se proclamaba, pues, había estudiado con los jesuitas en su país natal, El Salvador. Y estando en Santiago de Chile, donde fue a cursar la carrera de Derecho, se encontró con el famoso artista mexicano DIEGO RIVERA, a quien PABLO NERUDA había invitado a la capital sureña. El poeta mesoamericano fue a entrevistarlo, ya que hacía de periodista de una revista universitaria, y el gran muralista aceptó conversar con él; en medio de la entrevista se interesó por conocer la edad de tan joven periodista y le interrogó, además, si había leído algo de marxismo. Al contestarle ROQUE DALTON, hijo del pulgarcito de América que tenía 18 años, y que no había leído absolutamente nada de marxismo, el adorado Sapo de la FRIDA KAHLO, le clavó enseguida la mirada y le dijo que tenía 18 años siendo un imbécil. Cuatro años después Roque Dalton se hizo militante comunista.



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Isrrael Sotillo


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