Dolor por SIDOR

Me identifico con la Siderúrgica del Orinoco porque trabajé 18 años en esa empresa, que siempre fue del Estado venezolano desde su construcción que se inició en la época de Pérez Jiménez, hasta su privatización a una empresa argentina en 1997. Posteriormente y cuando Sidor se encontraba en el tope de su productividad, pues llego a alcanzar su capacidad plena de producción de acero líquido de unos 4.3 millones de toneladas por año, fue nacionalizada nuevamente en 2008 y fue rebautizada con el nombre de Alfredo Maneiro.

Las instalaciones de Sidor original tenían una capacidad de producción anual de un millón de toneladas métricas de acero líquido, su ampliación en los años setenta la llevó a una capacidad nominal de cuatro millones de toneladas por año, algo que nunca se pudo lograr bajo la administración estatal, aunque sí estuvo en algunos momentos por encima de los tres millones de TM.

Cuando se inauguró la etapa de ampliación de Sidor a finales de los años setenta, muchas de las antiguas instalaciones debían ser cerradas por improductivas, con alto costo de mantenimiento y un elevado personal que no contribuía a la eficiencia y generación de ganancias de la empresa. Pero no era posible, Sidor era una empresa del Estado que no se podía permitir el lujo de despedir masivamente a miles de trabajadores sin causar un serio problema político al gobierno de turno.

Sidor, al igual que las demás empresas básicas de Guayana, tenían grandes restricciones para actuar como empresas generadoras de ganancias: algunos de sus productos estaban regulados, como las cabillas y el alambre de púas; debía construir escuelas, canchas deportivas, clubes deportivos y sociales, mejorar carreteras, viviendas, contribuir con el ornato y limpieza de la ciudad, financiar cooperativas para los trabajadores y locales sindicales, servicios médicos y clínicas y todavía debía generar ganancias y financiar sus inversiones y su mantenimiento: en realidad Sidor era una empresa socialista, productiva y que generaba ganancias.

Los empleados y obreros de Sidor eran de los mejores pagados del país después de los trabajadores de Pdvsa, y era común recibir bonificaciones de fin de año equivalentes a cuatro meses de sueldo, en una época donde muchos se conformaban con 30 días de bonificación navideña. Los trabajadores y sus hijos gozaban de becas, buenas escuelas, buen transporte, buenas viviendas, y era normal el entrenamiento en el exterior de sus técnicos.

Antes de su privatización, todos los presidentes de Sidor fueron formados en la propia empresa.

Como práctica para disminuir el costo de la nómina, que se hacía insoportable para la empresa antes de su privatización, Sidor delegó en la empresa privada local, muchos de sus servicios y esta práctica la llevó a sus mayores extremos la empresa argentina que ganó la licitación pública internacional con la cual se privatizó Sidor, logrando disminuir su fuerza laboral a niveles mínimos, con alta productividad y excelentes beneficios económicos.

Como resultado, decenas de empresas privadas crecieron a la par de Sidor, especializándose en mantenimiento y servicios industriales, creando empleo productivo y bien remunerado y ayudando a Sidor en su tarea de producir acero.

La situación actual es distinta: Sidor eliminó la gran mayoría de empresas privadas que le prestaban servicio, aumentó su nómina desproporcionadamente, cambia de presidente a cada rato y son personas que desconocen la materia, su productividad ha bajado aniveles de los años setenta, da considerables pérdidas que deben ser subsidiadas por el Estado, sus trabajadores tienen pocas expectativas de crecimiento, su contrato de trabajo está congelado, decenas de empresas privadas desaparecieron en la zona creando desempleo, la corrupción se ha apoderado de su administración y el día de hoy una huelga general paraliza sus actividades por reclamos salariales.

Salvemos a Sidor: No a la corrupción, Si a la buena gerencia y a la alta productividad. Socialismo no es quiebra de las empresas y puede y debe convivir con la buena administración.



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Carlos Carpio


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