El
sistema socioeconómico de producción condiciona, en un grado u otro,
hasta los últimos aspectos de nuestras vidas, desde nuestras relaciones
personales y profesionales hasta nuestra relación con nuestro entorno
natural y nuestra salud. Sin duda, el sistema educativo no permanece al
margen de esta influencia.
Como
no podía ser de otra manera el sistema educativo actual ha sido y es
moldeado por los capitalistas para que responda a sus intereses
competitivos de acumulación insostenible social y medioambientalmente.
Ya desde los inicios del capitalismo, el sistema educativo feudal
controlado por las iglesias pasó a ser controlado por la burguesía como
herramienta para la formación de una clase trabajadora dócil y
relativamente bien formada para desempeñar funciones profesionales muy
determinadas. Conjuntamente, la clase trabajadora luchó por un sistema
educativo universal para todos y todas que acabara con las
desigualdades sociales y formara a una ciudadanía consciente, crítica y
socialmente responsable.
A lo
largo de la historia, el sistema educativo ha estado influenciado de
modo dialéctico por la clase capitalista y la clase trabajadora. Esta
lucha de clases por el control de la educación, vista como un arma para
el modelado de la sociedad, continúa actualmente. Solo hay que ver en
el Estado español las manifestaciones de los profesores de Secundaria
en Andalucía, Madrid o Cataluña contra medidas directamente
privatizadoras que vienen a degradar el sistema educativo público. O
las masivas manifestaciones contra las “reformas boloñesas” que vienen
a privatizar, mercantilizar y precarizar la Universidad Pública y a
ponerla al servicio de un mercado en crisis. O la oposición de la
derecha y la iglesia católica a la asignatura de educación para la
ciudadanía, etc.
Actualmente, el
sistema educativo oficial está controlado por las leyes educativas de
los partidos mayoritarios, con diferencias de enfoque desde la derecha
y la socialdemocracia. El Partido Popular (PP) y el Partido Socialista
Obrero Español (PSOE) están en una línea clara que conduce a la
privatización parcial o total dependiendo de los tramos del sistema
educativo. En esta línea, permiten, por ejemplo, que centros
concertados que reciben fondos públicos seleccionen a sus estudiantes
para esquivar a inmigrantes o alumnos de barrios “conflictivos” que
requieren un seguimiento especial y más costoso; de igual modo que
permiten a los hospitales y clínicas privadas con los que tienen
conciertos el abandonar a los enfermos más costosos para que sean
acogidos por el sistema público de salud. Gracias a este política
educativa privatizadora el número de estudiantes de las universidades
privadas pasó de 58.875 a 132.794 entre 1995 y 2003, periodo en el que
los alumnos de la Universidad Pública descendieron de 1.449.967 a
1.349.248. Los estudios de la OCDE ponen de manifiesto el elevado peso
proporcional del gasto privado del Estado español en educación: 0,5%
del PIB en 2002 (el más elevado de la UE de los 15) en un país que
invierte en enseñanza tan solo el 4,3% del PIB en 2002 un punto menos
que los socios europeos.
"El
sistema reproduce la estructura social de España. Las familias de
rentas altas envían a sus hijos a las escuelas privadas, en su mayoría,
regidas por la iglesia católica, mientras que las familias de rentas
medias y bajas los envían a escuelas públicas, donde se concentran los
hijos de los inmigrantes. Esta polarización por clase social
caracteriza el sistema escolar en España", afirmaba Viçenc Navarro,
economista y politólogo. Ambos partidos, PP y PSOE, gestionan cada día
más la educación (y la sanidad) como un negocio y no como un derecho de
todos y todas.
Por otro lado,
tanto el PP como el PSOE gestionan el sistema educativo para perpetuar
una clase trabajadora dócil y aleccionada en la obediencia. Ya desde
pequeños nos enseñan que hay una persona que manda, ya sea el docente o
el empresario, y muchas que deben obedecer, el alumnado o los
trabajadores. El que no se amolde a estas reglas impuestas será
castigado o marginado. De esta manera, el sistema educativo actual nos
enseña a obedecer sin criticar y pensar por nosotros mismos. Una
enseñanza que nos moldea para que encajemos sin chirriar, como piezas
de una maquinaria bien engrasada, en un sistema productivo injusto y
explotador del ser humano y su medioambiente.
Además,
el sistema educativo está diseñado para perpetuar las diferencias
sociales. Solo hace falta analizar los datos. Los alumnos de padres sin
estudios tienen 20 veces más riesgo de fracaso escolar que los de
padres con estudios: un 40% frente a un 2%, según el estudio publicado
recientemente en la Universidad de La Laguna. La tasa de fracaso
escolar media en el Estado español es del 30,8%, el doble de la media
de la UE-27.
El resultado del
sistema educativo actual es que la inmensa mayoría de los estudiantes
de centros de Secundaria de barrios trabajadores de bajo poder
adquisitivo no llegan a la Universidad y muchos abandonan antes de
obtener el graduado escolar. En el Estado español tan solo el 68% de
los estudiantes estudia Bachillerato o Formación Profesional, mientras
que la media de la OCDE está en el 81%. Los hijos de los trabajadores
no cualificados tienen 4,5 veces menos de probabilidades de acceder al
ámbito universitario que los de profesionales de alto nivel. Sólo un
tercio de los hijos de familias obreras en el medio rural cursa el
Bachillerato y de ellos únicamente la mitad llega a la universidad.
La
situación descrita afecta especialmente a los inmigrantes cuya
población se concentra en barrios desfavorecidos. Barrios en los que
los centros de Primaria y Secundaria carecen de los medios humanos y
materiales necesarios para atender de forma adecuada a alumnos que, en
no pocas ocasiones, requieren un trato especial debido a sus
circunstancias sociales y familiares. No es lo mismo contar con una
familia con un grado de formación suficiente para inculcar el hábito de
la lectura y para seguir los estudios de sus hijos que una que haga
caso omiso de esta labor. El sistema educativo debería ser capaz de
compensar estas situaciones con un mayor esfuerzo sobre los alumnos de
barrios más necesitados. En el contexto educativo actual en el que el
esfuerzo público no es suficiente, el éxito académico no depende
exclusivamente del esfuerzo y de la capacidad personal del alumno, sino
que está marcado sobremanera por la extracción social de éste. De esta
manera, el sistema educativo se convierte en una maquinaria de
reproducción de las desigualdades socioeconómicas.
Gracias
a las becas y al esfuerzo de familias y estudiantes concretos, siguen
dándose ejemplos de alumnos de familias de rentas muy bajas que acaban
carreras universitarias. Pero no dejan de ser una notable excepción en
un modelo en el que el capital cultural y económico condiciona
fuertemente el nivel formativo y, como consecuencia, el estatus social.
Los investigadores del informe PISA han llegado a la conclusión de que
la variabilidad observada entre centros educativos en las pruebas de
lectura está asociada en un 50% a las características del estudiante,
muy particularmente, a su estatus socioeconómico y a la condición o no
de inmigrante. Las características del centro (ratio profesor/alumnos,
medios materiales, etc.) influirían en los resultados en un 16%.
En
este contexto, los estudiantes frustrados de los barrios obreros se
convierten en mano de obra barata para sectores tan volátiles y con una
altísima precariedad laboral como la construcción y la hostelería.
Trabajadores que ahora sufren especialmente la crisis económica ya que
pueden ser despedidos fácilmente.
El
sistema educativo que padecemos limita las posibilidades de realización
desde la infancia de una gran parte de la población, contrastando con
los resultados de una encuesta de Adecco sobre niños y adolescentes de
entre 4 y 17 años de los que el 75% prefería trabajar en algo que les
gustase a ganar mucho dinero. El sistema educativo arruina las
ilusiones de futuro de muchos de estos jóvenes. En muchos casos,
incluso los padres de familias con bajo poder adquisitivo animan a sus
hijos a abandonar los estudios y ponerse a trabajar para traer ingresos
a la unidad familiar.
Frente al modelo educativo clasista actual debemos promover un modelo educativo alternativo que redistribuya eficazmente las riquezas para acabar con las diferencias socioeconómicas. En este sentido, las inversiones deben ser suficientes en los centros más necesitados de manera que acaben compensándose las carencias sociales y familiares en relación a la educación de los hijos. Parece interesante el establecer una red de centros de educación para adultos que forme a los padres, entre otras cosas, en el cuidado de sus hijos. Además, la localización de los centros educativos debería planificarse de modo estratégico para unir alumnos de diferentes barrios. Otra idea interesante a explorar es contar con la participación de la ciudadanía a través de asambleas de barrio o centros de trabajo para el diseño de parte de planes de estudios y programas docentes a todos los niveles educativos, de manera que éstos respondieran realmente a las necesidades sociales. Además, habría que aumentar el número de centros educativos y disminuir el ratio profesor-alumnos para facilitar un seguimiento más detallado de cada estudiante. Por otro lado, también sería interesante potenciar la educación no reglada fuera del horario escolar en los centros públicos en respuesta a las necesidades sociales concretas de cada zona.
Frente al modelo educativo clasista actual debemos promover un modelo educativo alternativo que redistribuya eficazmente las riquezas para acabar con las diferencias socioeconómicas. En este sentido, las inversiones deben ser suficientes en los centros más necesitados de manera que acaben compensándose las carencias sociales y familiares en relación a la educación de los hijos. Parece interesante el establecer una red de centros de educación para adultos que forme a los padres, entre otras cosas, en el cuidado de sus hijos. Además, la localización de los centros educativos debería planificarse de modo estratégico para unir alumnos de diferentes barrios. Otra idea interesante a explorar es contar con la participación de la ciudadanía a través de asambleas de barrio o centros de trabajo para el diseño de parte de planes de estudios y programas docentes a todos los niveles educativos, de manera que éstos respondieran realmente a las necesidades sociales. Además, habría que aumentar el número de centros educativos y disminuir el ratio profesor-alumnos para facilitar un seguimiento más detallado de cada estudiante. Por otro lado, también sería interesante potenciar la educación no reglada fuera del horario escolar en los centros públicos en respuesta a las necesidades sociales concretas de cada zona.
Para
que éstas y otras acciones sean posibles no cabe duda que hay que
aumentar muy mucho la inversión en educación. Los fondos para esta
inversión educativa podrían provenir de otras partidas presupuestarias,
como la destinada a presupuestos militares, y de una subida de
impuestos a las rentas más altas y las grandes empresas. Además, es
importante acabar con la educación privada subvencionada, los llamados
centros concertados dominados en el Estado español por la jerarquía de
la iglesia católica y sus actos e ideas reaccionarias. Esta educación
privatizada es clasista e ineficaz al contrario de lo que muchos
intentan transmitir. Con un gasto superior por alumno, la educación de
centros privados y concertados presenta resultados de aprendizaje
similares a los de los centros públicos una vez descontadas las
influencias socioeconómicas en el alumnado.
Transformemos nuestro mundo, revolucionemos nuestro sistema educativo.
*Jesús
Castillo es militante de En Lucha, profesor en la Universidad de
Sevilla y miembro de la sección sindical del Sindicato Andaluz de
Trabajadores en dicha Universidad.