Por la Universidad Venezolana del Siglo XXI

Toda reflexión sobre el mundo académico venezolano contemporáneo, necesariamente apunta hacia su transformación, entendida esta como el impulso vigoroso que genere un cambio en los paradigmas educativos, de investigación y extensión en su mayor amplitud.

Ciertamente, la universidad venezolana de comienzos del siglo XXI no puede seguir copiando fracasados modelos de los siglos precedentes, por el contrario, debe abocarse en la consolidación de un sistema que permita socializar sus distintos ofrecimientos educativos, articulando el trabajo de investigación, de extensión, cultura, deporte e incluso recreación, con las más apremiantes necesidades del país.

La realidad venezolana contemporánea, está cada vez más lejos de la realidad instaurada a partir de la llamada democracia saudita. Venezuela vive hoy día una reconfiguración en todos los órdenes sociales y por ende, la educación, en sus variados niveles, debe mantener el mismo ritmo. Para ello se hace necesaria una revisión de las distintas propuestas educativas que rigen en el país y dentro de ellas, la competencia, formación y actuación de las universidades, resultando oportunas revisitarlas, para lograr así una verdadera transformación, cónsona con el venezolano del siglo XXI y con las nuevas directrices de la educación, en un siglo que comienza a superar los añejos síntomas del largo bostezo instaurado en la educación anterior.

Sin embargo, en el caso específico de la Universidad de Los Andes (ULA), el siglo XXI no ha podido llegar debido al atornillamiento de ciertos gestores de la democracia saudita, que la han tomado como un campo exclusivo, personal, como una parcela a la cual no puede ingresar todavía el proyecto de transformación necesario que la sintonice con el desarrollo galopante propio de la globalización. Pero no tardará en llegar y de eso estamos plenamente seguros. Podrán, estos gestores individualistas, cortar todas las flores pero no podrán evitar que un día, finalmente, llegue la primavera.

La Universidad de Los Andes ha vivido sumergida, los últimos años, en un lamentable proceso de decadencia, ha visto como en su interior se ha fortalecido cierta y esclerosada plutocracia, que ha avalado, cínicamente, la proliferación de grupos armados cuyo único mérito, gritado a voces, es la supuesta lucha contra otra más que supuesta dictadura, que sólo el imaginario de achacosos y empolvados seudo líderes han configurado con el apoyo de unos cuantos medios de comunicación. A estos líderes de marras es a lo que prefiero denominar como gestores de la democracia saudita. Individuos cuyo legado para el pensamiento y la memoria del país es totalmente nulo, que no sean las ambiciones políticas, personalistas y desde luego, ahistóricas. Con este gris panorama hemos culminado en nuestra universidad, cronológicamente, el siglo XX y aperturado el XXI. Mas, como decía anteriormente, las propuestas de transformación no han arribado a nuestro suelo académico debido al pensamiento obtuso y obsoleto de sujetos propios para habitar en el pasado. El mismo en el que quieren continuar manteniendo a nuestra universidad. En el oscurantismo de una edad media académica que ninguno de los venezolanos merecemos y queremos.

La universidad que queremos apunta hacia la consolidación de una universidad verdaderamente autónoma, popular y democrática; que reconozca la autonomía como un ámbito superior y no como una parcela política que no puede ser escudriñada, pues la autonomía es la esencia de la universidad, la autonomía no es la concepción del despilfarro, de la banalidad y la nadería que permita atacar a un gobierno respetuoso del proceso académico; la autonomía no es la conformación de un gran y sectarista partido político donde exclusivamente tenga cabida todo aquel pensamiento opuesto al gobierno bolivariano pues ya entonces se reconoce como la negación a la libertad de disentir en los ámbitos universitarios; autonomía no es crear y multiplicar distintas y enrevesadas pruebas que sirvan como obstáculos para que los venezolanos no puedan ingresar al sistema universitario tal como lo establece nuestra constitución.

Por ello, queremos una universidad que responda a las urgencias y necesidades del país; que se interese por la verdadera formación de una generación de relevo, política y académicamente hablando; la universidad debe ser el lugar propicio para el desarrollo del conocimiento, para la reflexión y la crítica, verdaderamente amplias, haciendo honor a su concepción de estudios universales; la universidad debe estar en permanente contacto con la comunidad, reconociendo sus necesidades y estableciendo mecanismos de integración, entre los cuales sería bueno resaltar la unión con las diversas misiones que adelanta el gobierno nacional.

Para ello se hace necesaria una exhaustiva revisión curricular que permita sincerar los planes y proyectos educativos y articularlos con la realidad venezolana, dentro de los planes y proyectos establecidos por el país. Se hace, igualmente, necesario la revisión y el establecimiento del intercambio y los convenios con distintos organismos educativos nacionales e internacionales que permitan la verdadera transformación universitaria; es prioritaria la reconfiguración de una verdadera política de postgrado en dos vertientes: la que se ofrece a cualquier profesional en cualquier rama o especialidad y la que debe brindarse a nuestros profesores, afianzando entonces las directrices de las maestrías, doctorados y reconociendo la importancia y necesidad del postdoctorado.

Lo anteriormente apuntado no es más que un esbozo de la realidad y las necesidades de nuestra universidad. Estamos conscientes que nos encontramos ante una encrucijada: seguir avalando la achacosa y celulítica dirigencia plutocrática universitaria, que ha devenido en el gran fiasco, en la máscara a quitar, o abrirle paso a una generación nueva, que no está contaminada y cuyo único compromiso es con Venezuela y los venezolanos. En esta última tendencia nos situamos quienes integramos la fórmula bolivariana que aspira a dirigir a la Universidad de Los Andes, con el reto mayor de llevarla verdaderamente hacia el siglo XXI.

Así mismo, estas son parte de las reflexiones con las cuales pretendo dinamizar el vicerrectorado académico de la Universidad de Los Andes, por lo cual proponemos nuestro nombre para tan digno cargo, siempre dentro de un marco de seriedad, honestidad, responsabilidad y objetividad. No es tan empinada la cuesta si me ayudas a subirla y luego a sembrar. Juntos cosecharemos un país diferente.

plataenr@ula.ve


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