¡Ya basta! ¿hasta cuando...hasta cuando abandonar a los nuestros?

Enrique Plata Ramirez, profesor titular de la Universidad de los Andes, ESCRITOR Y CRÍTICO LITERARIO. Un soñador a tiempo completo. Uno de esos hombres que se embarcan en la nave de los sueños y por vela le ponen el corazón. Fogoso, luchador y hasta ingenuo. Libra este hombre un desigual combate contra los monstruos de la reacción más oscura. Apuesta a la vida y en la apuesta se la juega. A pesar del formidable desafío no pide ni da tregua. Cree en la revolución, en la justicia, en la libertad y en la paz.

La ULA no es ya la universidad que creemos aquellos que siempre la imaginamos como el espacio para las ideas, la universalidad, la tolerancia y el respeto. La ULA en manos de unos facinerosos es hoy una Plaza Altamira cualquiera. Allí, los reaccionarios se siente bravos, patoteros, intransigentes; no aceptan, no toleran ni permiten que su espacio sea compartido por nada ni por nadie que no sea como ellos. En ese brutal caldo de cultivo fascista ha tomado cuerpo un monstruo: el paramilitarismo. Como siempre la derecha, brutal y torpe, crea monstruos que, como el aprendiz de brujo, luego no sabe como manejarlo y termina prisionera de su propia creación. En lenguaje orteguiano-binguero, se le escapa de las manos. Algo así como cuando se le escapó de las manos al imperio, Saddam Hussein, Bin Laden o Noriega.

En ese reino ganado por el horror fascista, el prof. Enrique Plata, junto a otros y otras ha tenido el valor revolucionario de dar la cara. Presenció los acontecimientos del 25 de mayo en la ULA cuando una banda de asesinos, armados hasta los dientes, irrumpió en la Universidad disparando y exigiendo la comparecencia de los "chavistas" para matarlos. Se atrevió Enrique a romper le pantomima y la mentira de las autoridades y no se quedó callado. Algo gravísimo para esta mafia académica.

La posición de las autoridades la conocemos todos. No solo apañaron esta grotesca violación a la autonomía universitaria y la vida misma sino que han estado activamente detrás de ella. La última demostración de este amorochamiento fue la costosa marcha realizada bajo la institucionalidad de la ULA. Una pancarta y un afiche mil veces repetido daban testimonio de esta asquerosidad: NIXON SOMOS TODOS. Una sola pancartica, seguramente pasada de contrabando, reivindicaba la Universidad: ULA SOMOS TODOS. En ese ambiente de terror Enrique está siendo amenazado.

Cuando lo supe me dio escalofríos. Vino a mi mente ese buen hombre, Giandoménico Pulitti asesinado y aún esperando por la "diligente" actuación de la Fiscalía. Se me encendió el corazón de dolor y rabia. Allí están los Enriques solos. Comuniqué mi angustia a varias personas en el gobierno. ¿Respuesta?, sucedáneos, pañitos, ¡nada!. En un país donde cualquiera tiene protección, estos valientes no la tienen. ¿A qué esperaremos?, ¿qué pase?, ¿que lo asesinen?, ¡y luego?, ¿ríos de tinta y golpes de pecho?, ¿tan poca atención merece la vida de un revolucionario?. Estas son cosas que no deben pasar. Estás cosas duelen. No me gusta cuando callas porque estás como ausente. A Enrique no lo queremos como símbolo, lo necesitamos vivo, actuante, nuestro.


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Martín Guédez


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