¿Federación Nacional de Estudiantes Universitarios Vs Democracia Consejista Universitaria?

Ha dicho el presidente Maduro que luego del 6 de diciembre radicalizará la revolución y rectificará los errores. Lo ha anunciado en un evento que celebra la creación de una nueva federación de estudiantes universitarios (FNEU). ¿Es que acaso no se da cuenta que crear esta federación es un nuevo error y que va contra la radicalización del proceso revolucionario? Que dicha estructura organizativa es negadora de la democracia participativa y protagónica de los estudiantes y es contraria al desarrollo organizacional del Poder Popular en las instituciones universitarias. Que esa federación contribuirá a envilecer burocráticamente aún más a los activistas estudiantiles que se identifican oportunistamente por no tener convicciones firmes por falta de una formación político-ideológica consistente, con el gobierno nacional bolivariano y con las autoridades clientelares de turno en las universidades nacionales para lograr prebendas.

Si se desea ser coherente con la consigna de la revolución universitaria, hay que hacer correspondiente lo dicho con los hechos. No se ha hecho suficiente revolucionariamente con la creación de nuevas instituciones universitarias, si no se ha cuidado que sus dinámicas, en tanto fuerzas actuantes en una determinada dirección cultural alternativa radical, se desplieguen con base en una nueva formación para pensar y actuar de conformidad con una racionalidad emancipadora y con formas apropiadoras y productoras de saberes críticos, una nueva investigación científica no reproductora de la lógica de la dominación y explotación de los seres humanos y la naturaleza, y afianzadora de la independencia tecnológica (recordemos aquí las inconmensurables contribuciones de Rigoberto Lanz y quienes le acompañaron al respecto en la Misión Ciencia y por la Reforma Universitaria), y una nueva gestión institucional de participación colectiva y contralora, etcétera, en fin, unas instituciones que no sean reproductoras del capitalismo a niveles ideológico, epistemológico, teórico, metódico, curricular, etcétera.

La estructura actual prevaleciente de las instituciones universitarias desdice (ver nuestra caracterización y propuestas transformadoras, junto a las del Movimiento 3 de Octubre de la UNESR por este mismo medio y el portal de la UNES), tanto en lo académico-formativo-investigativo-extensivo como en lo estructural-organizacional-administrativo-funcional, de dinámicas revolucionarias. Por ello es clave estratégicamente, instituir formas organizativas y prácticas que desaten, impulsen y sostengan la más amplia participación de los distintos sectores que la constituyen como expresión del poder popular universitario: trabajadores docentes, administrativos, obreros y los estudiantes (no hay que olvidar que no existen formas neutras y que las formas condicionan el contenido). Formas organizativas y prácticas de ejercicio de la democracia directa y contralora como, por ejemplo, los Consejos Democráticos de los Trabajadores y de los estudiantes, que son las que sustentan fundamentalmente, en tanto cogobierno paritario, las otras dinámicas transformadoras (estructural-organizacional, de gestión político-institucional, y la administrativo-funcional), ya que son activaciones de poder contrarrestantes de las formas organizativas y prácticas reproductoras capitalistas que son dominadoras, burocráticas, autoritarias, manipuladoras, corruptoras, promotoras del arribismo, etcétera y que se expresan principalmente a través de la prevalencia del centralismo burocrático sobre la democracia participativa, y de las instancias “superiores” que someten o subordinan a las “inferiores” bajo la excusa de la actuación unitaria y disciplinada. Además, se manifiesta también a través de la delegación representativa en presuntos dirigentes que se atribuyen papel protagónico para lograr prerrogativas y beneficios de los que no gozan sus representados, que actúan inconsultamente y que no rinden cuentas de su gestión. Incluso, esos presuntos dirigentes, cuando no amañan elecciones por demás ilegítimas porque no participa la mayoría de los estudiantes, hacen sus designaciones como directivos de organismos fantasmas con elecciones entre ellos mismos o de segundo grado, sobran ejemplos en nuestras universidades de esa antidemocracia. Preguntemos ¿con esas formas organizativas y prácticas se hace revolución o contrarrevolución universitaria?

La experiencia organizativa de los estudiantes universitarios venezolanos en el proceso de adelantar sus luchas por la reforma o revolución universitaria contemporánea luego del derrocamiento del dictador Pérez Jiménez, en el marco general de las luchas populares en el que se inscribían contra los gobiernos puntofijistas de los años 60, condujo a cuestionar las estructuras organizativas de las FCU y centros de estudiantes por la intrínseca dinámica burocratizadora y contrarrevolucionaria que desarrollaban. Ello se hizo en el contexto del cuestionamiento interno de las organizaciones revolucionarias que luchaban armadamente en ese entonces (el MIR y otras), y del Proceso de Renovación Universitaria que se impulsó para transformar revolucionariamente a las universidades autónomas. Proceso renovador que acordó disolver a las FCU y centros estudiantiles para dar origen y viabilidad a organizaciones estudiantiles autónomas y democráticas que no actuaran burocráticamente. Dicho proceso fue cercenado por el asalto y allanamiento policial-militar de las universidades por parte del primer gobierno de Copei presidido por Rafael Caldera con el apoyo en el congreso nacional de AD, que redujo la autonomía y limitó el ejercicio democrático, cuando no los eliminó para la creación de nuevas universidades “experimentales” (esto es, sin democracia y autonomía), hasta el día de hoy con la aprobación y vigencia de la Ley de Universidades actual. Para después, obligadas las izquierdas revolucionarias por un nuevo contexto debido a la derrota de la lucha guerrillera y el reflujo de masas consecuente, tuvieron que emprender la reconstrucción de las FCU y centros estudiantiles en las instituciones universitarias. De allí que corresponda históricamente a las fuerzas estudiantiles revolucionarias en un contexto distinto por favorable a las transformaciones revolucionarias, retomar la tarea trascendente de continuar la reforma o renovación universitaria con mayor alcance y profundidad, así como de forjar en consecuencia las formas organizativas de lucha estudiantil que propicien la prevalencia de la democracia directa sobre la delegada o representativa como forma manifiesta de poder popular universitario para posibilitar la fuerza y poder estudiantil-popular que debe tener expresión en las coordinaciones locales, regionales y nacionales de los consejos democráticos populares estudiantiles y de los trabajadores universitarios.

Es por ello que a tiempo les proponemos a los estudiantes que se han articulado como FNEU que anuncien el compromiso de asumir la continuidad histórica de las luchas estudiantiles revolucionarias universitarias venezolanas y latinoamericanas (no olvidemos la inicial lucha de la Reforma de Córdoba en 1918), así como la de materializar las propuestas de la Democracia Participativa y Protagónica por vía de la construcción inmediata de los Consejos Democráticos del Poder Popular en la instituciones universitarias. Indudablemente esto conllevará a la mediata disolución de dicha federación y su sustitución por coordinaciones consejistas de equipos locales y regionales no permanentes, u otras formas parecidas, que si asumen una delegación o representación será transitoriamente, bajo rendición de cuentas y contraloría estudiantil. La asunción de la edificación consejista de las instituciones universitarias anticipará concretamente y para muestra ejemplarizante ante todos, el tipo de socialismo que deseamos instaurar: la mejor y más participativa forma democrática posible. Si la FNEU diera paso a esta trascendental acción, contribuiría decisivamente a consolidar la revolución de modo irreversible. Claro que esta exigencia demanda la renuncia a toda aspiración burocrática, al desprendimiento de la ideología oportunista y del arribismo politiquero; es decir, se requiere de la autocrítica y de la crítica para practicar una nueva cultura política y, asumir las valoraciones que proponía el Che para el hombre nuevo como parte de la imprescindible Revolución Cultural. ¡ Seamos consecuentes: corrijamos los errores y radicalicemos la revolución!



diazjorge47@gmail.com



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Jorge Díaz Piña

Doctor en Ciencias de la Educación (ULAC), Magister en Enseñanza de la Geografía (UPEL), Licenciado en Ciencias Sociales (UPEL). Profesor universitario de la UNESR

 diazjorge47@gmail.com

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