Ideas de una educación que forma para la lealtad: Principios de esperanza de una sociedad distinta

Los seres humanos, por esencia nos caracterizamos por ser altamente sociables, de sentido político y con vistas individuales cuando de hablar de convivencia se trata; por ende, los medios y las estrategias que se emplean en la formación de cada ciudadano deben estar orientados a enaltecer una educación que forma para la lealtad en sus distintos aspectos y categorías. Siendo la lealtad un valor, altamente practicado por los ciudadanos de bien que se comprometen consigo mismo y con el otro, que practican y asimilan la otredad y la alteridad. Y eso se caracteriza por asumir los principios y los ideales que caracterizan las acciones del uno y su incidencia en el otro, sin romper ese lazo afectivo que el otro ha asumido con el uno. Siendo característico, los ideales como la ayuda recibida,  la defensa de las ideas, el país que te acoge como patria, una empresa que da trabajo, y sobre todo aquel espacio donde te desarrollas como profesional formador de profesionales junto a colegas en el oficio.

            Uno de los aspectos desde la concepción de una educación orientada a la lealtad es aquel que, no solo se enfoca en el reconocimiento del otro y en asumir ese compromiso que va más allá de ese simple estar; sino que se profundiza en el ser, su entorno, sus emociones, su esencia, su seguridad y el compromiso con los valores inherentes a la firmeza y la razón cierta de la certidumbre de esa confianza en el otro y su la reciprocidad. Es decir, entender que el otro, en su accionar espera que los demás actúen condescendientes a él y sus acciones; más nunca espera que como cual oportunista de la vida, el otro se beneficie, se favorezca, se lucre y no pueda retribuir al otro y a la sociedad misma de lo recibido; acción esta detestable por no decir otras cosas.

            Rememorando unas vivencias, de esta vida que me tocó vivir en la gran escuela que considero es la Universidad; puedo contar grandes aprendizajes que me formaron en actitud y configuraron lo que hoy he logrado ser, por ejemplo, recuerdo como si fue hace un año, cuando junto a un grupo de colegas decidimos asumir la responsabilidad de formar las poblaciones de relevo para nuestra universidad - que requiere tantos profesionales formadores en el área de la ingeniería - y como docentes de oficio apostamos todos los que estuvimos habilitados intelectual y técnicamente para formar estos profesionales; ahora bien, todo fue bueno, en el transitar de esos momentos, me toco involucrarme más por haber sido el que cumplía con la formación en el área que la mayoría de mis colegas desconocían y presentaban debilidades muchas, cosa que no fue limitantes y que cada uno pudo asumir su parte de la labor, en esas noches bajo lluvia algunas de ellas, nos regresábamos a nuestras casas alguno de nosotros a una  y dos horas de distancia de la universidad, y lo hacíamos con esa ilusión de la calidad y el compromiso de servicio al otro, hasta ahora, y aún sigo comulgando con esa visión amplia del sujeto-mundo. Tristemente puedo decir, que llegado el momento de servida la mesa para empezar a disfrutar de esos frutos logrados, los mismos, perdieron el rumbo, unos se comprometieron, otros con ataques de supuesta dignidad pusieron la coraza de la rebeldía, el resentimiento y la frustración para no retribuir lo que recibieron con tanta dedicación, eso llamado lealtad nunca tocó sus fibras, no llegaron en muchos casos a cultivar esa capacidad para servir, y es triste repito, pues como decía la Madre Teresa de Calcuta "...quien no sirve para servir, no sirve para Vivir", no quiero decir con esto que perdí mi tiempo, ni mucho menos "...he arado en el mar", como inmortalizó el Libertador; quiero decir, que espero y sigo confiado en que la providencia divina toque sus fibras y logren abrir sus ojos, pues, somos un sistema dependiente, y la dependencia es espiral, sistemática y recíproca y este sobrevive solo con la lealtad.

            Ese caso no es el único, recuerdo aquellos días en que pasó un hermano de la vida y un estudiante de pregrado allá en las aulas del Santiago, ambos con tantas deficiencias en su desempeño académico, laboral, y hasta personal; lo que supuso dedicar mucho de mí para apoyar como docente de oficio a estos colegas que aún al primero lo considero hermano de la vida, y al otro tristemente no sé cómo catalogar, porque nunca aprendió lo que significa ser alumno y menos tutorado;  digo esto porque no sé en qué momento tomaron otro rumbo distinto al que yo sigo actualmente, con las mismas ideas y conciencia del sujeto-mundo. Lo cierto es, tras recibir el apoyo con sus proyectos de grado como tutor, en un caso, facilitador de mis propios proyectos de investigación para que el pudiera aprobar su maestría y recibir su título en el otro caso, lo que demuestra mi voluntad de colaboración y determinación a apoyarlo; así mismo pasó,  con su trabajo sociocomunitario para quedar fijo, y otros que no por sacarlos a la luz dejaré a la sombra del inconsciente de cada uno, lo cierto, es que ascendió de categoría usando un proyecto de mi autoría; pues, creo que al igual que en el caso anterior, no conocieron ese concepto tan cargado de emoción y conciencia llamado lealtad. Solamente pasó por sus inconscientes, es decir nunca estuvieron conscientes de las cosas, no las asumieron como reales y por tanto nunca pasaron. La vida, repito es un ciclo que si no superas tus debilidades siempre darás vueltas en el mismo eje y pasaras por el mismo punto sin evolucionar.

            Presento estos casos, no por ser los únicos, sino por ser los más resaltantes, aunque seguro estoy que las barreras autoimpuestas como: !no me están dando nada yo me lo merezco¡, !no me está apoyando, la ley me da el derecho¡, dejan cabida para dar cuenta de otros casos más patéticos, como uno de reciente data donde algunos colegas llegaron a fingir ser mansas palomas y congraciarse con grupos distintos a los suyos, que por las acciones que realizan le son intolerable para sus sentidos, todo esto para conseguir ser beneficiario de un cupo en una maestría, y así, después de lograr su cometido, no pasa mucho tiempo ni pierde la oportunidad de demostrar tal cual realmente es en un caso particular, y son en casos generales, ejemplos claros, que demuestran la falsedad en la que viven, lo falso que son y representan al no tener identidad propia, fija e inmutable, al creerse más inteligentes que el tonto útil que se consiguen en el camino; cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Evidencias estas que dan cuenta de ejemplos conceptualizadores y caracterizadores de la deslealtad individual y colectiva, expresión manifiesta de la más clara miseria humana, que toca todos los sentidos.

            Ahora bien, una educación enfocada en el valor de la lealtad, pretende formar personas esencialmente libres, comprometidas con el otro y abiertas al otro; lo que caracteriza la visión distinta a esa que nos divide y nos decepciona de lo demás. Esperando con ello, obtener ciudadanos en estrecha relación con el mundo, relacionados con los demás seres humanos, abriendo las esperanzas en los otros, asumiendo que no serán traicionados; pues, el hecho de tomar en cuenta al otro, es el característico punto de partida del ideal y la esperanza en la vida. Sin duda, esa utopía de los seres humanos colaborando, conversando y sobre todo escuchándose, está llena de sentido y vigencia cada día más, añadiéndole esa categoría denominada esperanza de unos para con los otros; siendo esta, el único catalizador de la lealtad.

            Otra de las categorías, son las universidades, como espacios de socialización y lugar de encuentro y desencuentros de los estudiantes, deben ser los entornos promotores de este tipo de educación orientada a la formación en los principios de la lealtad, pues, tal cual como están y se gerencian, distan mucho de eso que la sociedad espera; es decir, que trascienda de eso que se ve como una empresa política y cultural a la que asisten clientes y que atienden empleados. Caracterizada en muchos casos como un ambiente cultural donde una heterogeneidad de formas sociales e ideologías suelen enfrentarse en una lucha irremisible por la dominación de unos a los otros.

            Siendo entonces necesario, enfocar la educación y ese proceso de enseñanza, hacia configurar en los participantes el valor de la lealtad, como una llave que permitirá tener auténtico éxito en el desarrollo pleno de la personalidad en cuanto nos relacionamos; trascendiendo de esos instintos bajos de la sobrevivencia, la dependencia y la sumisión a otra categoría que permitiría en todo caso, fijar la personalidad individual y la práctica colaborativa, pues la seguridad en sí mismo y la confianza en el otro permite sobrepasar esas barreras.  Y educar bajo este esquema, consistiría en mostrar implícitamente que no existen planes particulares a priori, que solo las elecciones personales del educando constituirán su futuro, y la función de los educadores sería acercar la libertad al educando y mostrársela;  poniendo a todos en la posibilidad de poder tener y obtener posesión de lo que es y hacer descansar sobre él la responsabilidad total de su existencia individual, colectiva y social.

            Reflexión para analizar y debatir sobre los principios del mismo, por tanto, les invito a abrir la mente a pensar nuevas posibilidades y no dejar a la intemperie del ambiente lo que por naturaleza biológica debemos tener a la salvaguarda mucho más abajo de nuestro corazón y dentro de nuestro cuerpo. Saludos.

 


antoniojisasi@gmail.com



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