Misión Sucre

En los años cincuenta y sesenta del siglo XX, cuando disfrutaba de mi niñez y adolescencia, llena de pausa y de etapas, fueron tiempos, en nuestra querida Venezuela, donde no abundaban los profesionales, pues la educación ni era popular, ni estaba masificada, como en la actualidad, gracias al empeño del Comandante Supremo, Hugo Chávez. Por esa época, la que recuerdo y, supongo que antes debió ser igual, todas las personas, cuando por requerimiento de algunos datos que solicitaban en cualquier trámite, en el espacio a llenar, donde decía: Profesión u oficio, todos escribían: Comerciante. Era, pues un orgullo, un prestigio y sinónimo de honradez, ser comerciante. Hoy. ¡Caramba! Es totalmente opuesto.

Transcurrido ese período y ya en la década de 1960, en adelante, la fiebre adeco-copeyana, los aprovechadores de aquel momento, los que se convirtieron en nuevos ricos a través de la corrupción, los que inventaron aquello de que “con los adecos se vive mejor, porque roban y dejan robar” y, si no lo cree, mire usted para la zona Metropolitana de Caracas, por ejemplo: Chuao, El Cafetal, San Luis, Santa Paula, por referir solo un pequeño punto de nuestra geografía, no queda la menor duda que todos esos clientes adeco-copeyanos, que se aprovecharon del momento de la rebatiña, del “plan de emergencia”, artilugio demagógico del más claro y vulgar “populismo”, aplicado solamente a los seguidores de la moda política o “guanábana”, seguro tuvieron y tienen, todavía, comercios, o como los llaman ellos: “negocio”; tengo un negocio, mi negocio con mi socio, no importa de qué, cómo, con qué, ni a quién debo apartar de mi camino, solo me pusieron donde había y ahí fue.

Esa facilidad, se fue extendiendo a lo largo y ancho del país y, el auge económico, por supuesto muy personal, se empezó a mostrar al llenarse las universidades privadas, mientras las públicas, se volvían elitistas y los grupos de presión, por supuesto al lado del sionismo, y los curas, terminaron por adueñarse de las facultades emblemáticas y pusieron un muro, como el de Berlín o el que le levantaron a los palestinos y, solo pasaban y todavía rebasan ese límite, los de su misma mugre o el que pague más.

El Presidente eterno, Chávez, con su visión bolivariana, robinsoniana, de carácter verdaderamente popular, incluyente, extendida a lo más insólito y profundo que se pueda esperar, puso en práctica el pensamiento de Don Simón Rodríguez o Samuel Robinson, que es: “(...) o creamos o erramos (...)”. Así, ha transcurrido un corto tiempo que además de irreversible, ha dejado en nuestra sociedad, sobre todo en nuestros niños y niñas, la esperanza de ganarse a pulso las cosas, el prestigio, el respeto; y, no la cultura de tener, de competir, que los ha llevado a imponer, una cosa que el oscurantismo religioso le dio por llamar “pecado capital”, concretamente la envidia, pero que no es más que la razón y esencia del capitalismo anunciante y por la que nuestros ciudadanos, ponen en práctica y disfrutan extrayéndose con morboso placer, las tripas, los sesos, los ojos amarrados con la lengua y, demás manifestaciones sencillas ellas, que arrastra la competencia por tener y tener, sin importar que existen preceptos de vida, convivencia entre seres que llaman “prójimo”, lo que se convirtió en una máxima simulada, una envidia con sonrisa incluida, que heredamos según las ridículas religiones, desde que un -dicen- antiquísimo “malandro” llamado Caín, mató a su hermano Abel, precisamente por envidia.

La visión de la educación, concebida por los dos más grandes “simones” de nuestra América mestiza y el mundo, la protagonizó el pueblo que acudió presto y feliz a la invitación hecha por el Presidente eterno Chávez, al convertir la patria de los que amamos a Venezuela, en la más grande aula educativa del mundo. Que maravillosa masificación, que victoria sobre la oscuridad del espíritu; se acabó la mirada profunda que desde sus cuencas, lanzaba la calavera, con vergonzante intimidación hacia el pueblo, que apenas auscultaba con los ojos cerrados. No importa que ese pueblo curioso, que “creó, no erró”, empezó a obtener respeto, a observar con suspicacia, a entender lo subliminal del mensaje, a saber de la oralidad, a entender la intencionalidad y, a responder ante la acción del espoliador, del devastador y del otrora comerciante, ahora gestor de todo, intermediario ante todos, y con su mano volteada y su mirada de soslayo y sin abrir mucho la boca que tuerce par que no lo oigan, menos que lo escuchen, sentencia: “...échemelo aquí...”.

La intención, es por demás plausible, es fenomenal y no todos van a ocupar los asientos privilegiados; solamente debemos agradecer, que el pueblo preterido, lee, escribe, propone, discute y exige con el valor que le da su sapiencia que estuvo dormida, envuelta en sumisiones y oratorias eclesiales, hostias consagratorias, milagros irredentos y una miserable esclavitud solapada entre muros de prisiones que el poderoso le puso siempre, surtiéndolo de grilletes en el alma y pueblos enteros por cárceles. Por eso la expresión que se oye como ruido de quijadas caídas, que es, también, la de las regordetas doñitas del Toro y Alaiza, viuda del Coronel Arriechi, cuando con gran frustración regurgitan: “(...) ¡Qué horror; con esa estupidez, de poner a estudiar a esa chusma bruta, ya no tenemos quien trabaje para nosotros! (...)”.

Por estas pequeñas cosas, que parecen tonterías, pero que se profundizan y le dan a la Revolución, con todos sus lunares que se nos esconden o se mimetizan en nuestras propias narices, la lucha y el triunfo, que se debe seguir, con convicción, con ahínco, con amor patrio, que la misma Revolución va poco a poco decantando, como subsanadora natural y, quedará, antes de que se pierda o la secuestre la oligarquía, en manos de las generaciones nuevas, hoy niños y niñas, y le darán al sueño de Bolívar, Simón Rodríguez, Zamora, Hugo Chávez, Robert Sierra, este último mártir y joven brillante, como ejemplo de la nueva generación pujante, inteligente, patriota, que es lo que garantizará la continuidad de la decencia que empezó a vislumbrar Venezuela desde 1999.

¡Viva la educación popular! ¡Chávez vive, la patria sigue y Maduro firme!

¡Albricias por la Misión Sucre!

gtariba@cantv.net


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