Del libro Valores, un libro para niños venezolanos del cual soy coautor

Este texto lo extraigo de un libro cuya autoría es de Nelson Ures, Gordo Páez y Arnaldo Guédez: "....Dos dones naturales que nos han ayudado a sortear los vicios de nuestra condición cultural y social, uno es el don de la creatividad, expresión superior de la inteligencia humana. El otro es una astucia casi sobrenatural, y tan útil para el bien como para el mal, fueron un recurso providencial de los indígenas contra los españoles desde el mismo día del desembarco.

Para quitárselo de encima, mandaron a Colon de isla en isla, siempre a la siguiente en busca de un rey vestido de oro que no había existido nunca. A los colonizadores alucinados por las novelas de caballería, los engatusaron con descripciones de ciudades fantásticas construidas en oro puro, allí mismo, al otro lado de la loma. A todos los descamisados los persuadieron con la fábula de El Dorado mítico, que una vez al año se sumergía en su laguna sagrada con el cuerpo empolvado en oro. Tres obras maestras de una epopeya nacional utilizada por los indígenas como un instrumento para sobrevivir. Tal vez, de esos talentos precolombinos, nos viene también una plasticidad extraordinaria para asimilarnos con rapidez, a cualquier medio y aprender sin dolor los oficios más disimiles.

Por lo mismo, nuestra educación conformista y represiva parece concebida para que los niños se adapten por la fuerza, a un país que no fue pensado para ellos, en lugar de poner el país a su alcance para que lo transformen y engrandezcan. Semejante despropósito restringe la creatividad y la intuición congénita, y contraría la imaginación, la clarividencia precoz y la sabiduría del corazón, hasta que los niños olviden lo que sin duda saben de nacimiento: que la realidad no termina donde dicen los textos, que la concepción del mundo es más acorde con la naturaleza que con las ideas de los adultos, y que la vida sería más larga y feliz, si cada quien pudiera trabajar en lo que le gusta, y sólo eso.

Somos intuitivos, autodidactas, espontáneos, rápidos, y trabajadores encarnizados, pero nos enloquece la sola idea del dinero fácil.

La misión Ciencia, Educación y Desarrollo no ha pretendido una respuesta, pero ha querido diseñar una carta de navegación que tal vez ayude a encontrarla. Creemos que las condiciones están dadas como nunca para el cambio social y que la educación será su órgano maestro.

Una educación que desde la cuna hasta la tumba sea inconforme y reflexiva, que nos inspire un nuevo modelo de pensar, nos incite a descubrir quiénes somos en una sociedad que se quiera más a sí misma. Que aproveche al máximo nuestra creatividad inagotable y conciba una nueva ética –y tal vez una nueva estética- para nuestro afán desaforado y legítimo por la superación personal. Una educación que integre las ciencias y las artes a la canasta familiar, de acuerdo con los designios de un gran poeta de nuestro tiempo que pidió no seguir amándolas por separado como a dos hermanas enemigas. Una educación que canalice hacia la vida la inmensa energía creadora que durante siglos hemos despilfarrado en la depredación y la violencia, y nos abra al fin la segunda oportunidad sobre la tierra que no tuvo la estirpe desgraciada del coronel Aureliano Buendía, el país próspero y justo que soñamos: al alcance de los niños... Gabo en Valores. Una nueva educación.


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Arnaldo Guédez


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