La complejidad del mundo universitario. Al ministro Manuel Fernández (III)

Aclaratoria: cuando aludo al ministro Manuel Fernández hago alusión a los actores sociales del mundo universitario.

Uno de los pensadores venezolanos más densos en el tema universitario es Rigoberto Lanz, fallecido lamentablemente en abril de 2013, un mes después que el Comandante Hugo Chávez.

Recordemos que Rigoberto se había encausado en el pensamiento posmoderno.
Realizó en los últimos años un extraordinario esfuerzo editorial con el aval de la UCV, el ORUS (Observatorio de Reformas Universitarias. Capítulo Venezuela) la UNESCO y la OPSU, donde lograron publicar ocho textos titulados “La Universidad se reforma”. En dichos textos, aparecen artículos, entrevistas y reflexiones de diversos actores sociales del ámbito universitario nacional e internacional. Allí expusieron sus ideas profesores, estudiantes, autoridades y pensadores de manera plural y democrática. Siempre con las reflexiones, bien sea en forma de prólogo o de epílogo de Rigoberto Lanz. Con esto quiero decir que para tratar el tema universitario hoy necesariamente hay que acudir a la revisión de estos textos. En el primero de ellos, publicado en 2.003, Rigoberto Lanz culmina con un artículo titulado: “¿Quién le teme a las reformas?” donde nos deja este demoledor diagnóstico de las universidades tradicionales venezolanas:

“Estamos en presencia de una perniciosa combinación de varios factores: Crisis y decadencia de un modelo de educación que vive históricamente sus momentos terminales; entronización de una subcultura burocrática que recubre sus mentalidades; vaciamiento progresivo del componente crítico y creativo del quehacer universitario desplazado por un clima de rutinización opaco y desestimulador; conversión de la universidad en una agencia de titularización que prescinde de la generación propia del conocimiento; desconexión creciente entre la misión democratizadora del espacio educativo y la masiva exclusión del modelo social dominante; desactualización dramática del componente intelectual del trabajo académico; anacronismo de la enseñanza profesional de cara al concepto mismo de “trabajo” que está severamente intervenido hoy por la revolución tecnológica en curso; sistemas de gobierno interno enteramente burocratizado; colapso de los modelos de representación, eclipse de la participación, apoliticismo neoconservador; ingobernabilidad del sistema por las desproporciones entre las plataformas de gestión y la población interna; entre los sistemas de financiamiento y los recursos requeridos, etc”. Pag. 268. Tomo 1.

En ese mismo texto encontramos un artículo de Alex Fergusson (“Notas para el diálogo sobre la transformación universitaria y del país”) nos plantea que “una transformación universitaria seria, de verdad, y no este simulacro moribundo al que asistimos, sigue requiriendo una agenda que incluya, entre otros, los siguientes aspectos:
• El papel y la pertinencia de los gremios y organizaciones laborales en la dinámica universitaria.
• El simulacro de democracia inherente al esquema organizativo actual de la universidad.
• La implantación de un nuevo modelo organizacional así como la modernización urgente de la plataforma tecnológica y comunicacional actual de la universidad venezolana, que permita una gestión participativa, transparente, eficaz y eficiente de los asuntos universitarios..
• La pertinencia y la visión disciplinaria-reduccionista del conocimiento y su expresión en la estructura actual de profesiones y carreras.
• Un mecanismo eficiente de evaluación de la gestión académica (profesoral y estudiantil) que establezca criterios de pertinencia claros y aplicables para el personal docente y de investigación, así como para os estudiantes.
• La revisión profunda de las formas de ingreso a la universidad, el sesgo excluyente de sus políticas de “cupo” así como la perversión de las “pruebas internas” y de los “cursos propedéuticos”. (págs.. 203-204)

Y termina exigiendo: “Se trata de visualizar otro modelo de universidad capaz y dispuesta a pensarse a sí misma en todo momento, que nos permita salir de este ambiente rutinario y burocratizado en el cual nos desenvolvemos y en el que la pobreza académica, el autoritarismo, la ineficiencia y la impertinencia social tengan cada vez menos espacio”

En otro artículo del tomo II llamado: “Reformar es lo más difícil”, señala Rigoberto lo siguiente: “Lo que se debate en el fondo es la escandalosa incoherencia de una institución modelo en eso de enseñar cómo debe gerenciarse cualquier organización y su incapacidad radical para mirarse a sí misma según esos conocimientos y experticias”
Sin embargo, Rigoberto Lanz, luego de realizar el esfuerzo aludido, en el año 2.005 publica un artículo con el que inicia uno de los tomos de “La universidad se reforma” en el que paradójicamente titula: En verdad la Universidad no se reforma: http://www.voltairenet.org/article123931.html (2005).

Allí Rigoberto expresa: “De esa impresionante masa crítica de información y análisis resalta una realidad brutal: la universidad no se está transformando (ni siquiera en el sentido funcional que propaga el discurso del Banco Mundial con el subterfugio de la "modernización" de la educación superior). El primer impacto de este curioso fenómeno (cuanto más información se aporta más patético es el cuadro) es la perplejidad con la que numerosos estudios tienen que hacerse cargo del hecho de provenir justamente del mundo académico. A primera vista lo que constatamos es un discurso circular que piensa la universidad desde la universidad misma”.

¿Significa esto una conclusión pesimista del amigo Rigoberto?. Por supuesto que no. Es una constatación de la realidad universitaria. El mismo brasileño Cristovam Buarque, en el II tomo de “La Universidad se reforma”, publica un artículo denominado: “La universidad global”. Allí Buarque plantea que: “No ha habido cambios estructurales en la universidad en los últimos mil años. El rol de la universidad ha cambiado muy poco”. Sin embargo, luego el autor reflexiona: “Para que la universidad se convierta en un instrumento de esperanza, sin embargo, la esperanza debe ser recuperada dentro de la universidad. Esto supone entender las dificultades y limitaciones universitarias y formular una nueva propuesta junto con nuevas estructuras y nuevos métodos de trabajo. Luchar para defender la universidad, implica luchar para transformar la universidad”.

Para ello la universidad debe entender que los cambios son necesarios en cinco niveles decisivos:
a) Retornar a la posición de ser punta de lanza en términos de producción de conocimientos.
b) Retornar a ser una legítima garantía del futuro de los estudiantes.
c) Retornar a ser el principal jugador en términos de distribución del conocimiento.
d) Asumir la responsabilidad ética y el compromiso con un futuro de la humanidad que no incluya la exclusión social; y
e) Reconocer que la universidad no es una institución aislada sino que es parte de una red global.” (pág. 224)

Por ello volvemos a lo que concluye Rigoberto Lanz: “Para que un tal horizonte sea siquiera planteable es menester que el debate más elevado marque la pauta, que la interpelación democrática de las ideas no cese de abrir rumbos, que la polémica pueda ser procesada sin traumas. Es justamente ese espíritu el que debe ser defendido sin tregua en los escenarios que se avecinan: discusión de los marcos legales que regulan la vida universitaria, profundización de las políticas públicas hacia este sector, adecuación del Sistema de Educación Superior a los imperativos constitucionales, al reordenamiento del Estado, y sobre manera, articulación de todo ese inmenso aparato institucional a la tarea mayor de derrotar la pavorosa exclusión social de la que ha formado parte la universidad durante siglos”.
Seguiremos ahondando en esta complejidad del mundo universitario….





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Cécil Gerardo Pérez


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