Los padecimientos de mi amada Universitas Carabobensis

Como escudos el pecho y el brazo

Cual banderas la mente y la voz

(Fragmento del coro del Himno de la UC)

Escribir en este momento crítico que vive la Universidad de Carabobo implica hablar desde la parrhesía (decir la verdad tal y como se piensa con el coraje y los riesgos que esto implica) siendo lo más cuidadosamente objetivo posible, entendiendo que se trata de la casa de estudios donde adquirí las pericias técnicas que sustentan mi acreditación profesional.

Lo hago porque me siento severamente preocupado, por el destino y la utilidad futura de las universidades como concepto; y, porque la crisis moral por la que atraviesa, pone en peligro la credibilidad de los profesionales universitarios sin que seamos capaces de poner como escudos el pecho y el brazo para defender una institución centenaria que se preció de cumplir estándares internacionales y que se encuentra sumergida en un dilema ético, académico y profesional como consecuencia de una desatinada conducción.

A nivel general, no solo mi amada casa de estudios si no también todas las demás universidades (autónomas, experimentales, politécnicas etc.) se encuentran en medio de una crisis de identidad, donde no queda claro si su objetivo es la búsqueda del conocimiento o simplemente el entrenamiento para la formación de profesionales; es decir, ¿somos los actuales egresados unos universitarios o simplemente profesionales? Entendiendo como universitarios los generadores de conocimiento, investigadores (que no es lo mismo que hacedores de paper en revistas arbitradas por ellos mismos) o técnicos capaces de producir ciencia o tecnología pertinentes que ayuden a resolver (en la realidad material) los problemas de la sociedad donde la universidad esté circunscrita.

La crisis de identidad universitaria no se vive solamente en Venezuela; ya que el debate sobre la ciencia y la tecnología pertinente viene dándose internacionalmente desde hace treinta años. Lo preocupante, es que en Venezuela resulte un tabú hablar de eso y se acuse a quienes se atrevan a plantear esa discusión, de atentar contra la universidad cuando de lo que se trata es de hacerla pertinente y útil más allá de la certificación profesional. Ese debate es urgente, tan urgente como el de la democracia universitaria que cada vez se ve más disminuida.

Una de las universidades que menos debate el asunto es precisamente la de Carabobo. No es que las demás debatan mucho, pero en el campus de Bárbula hay una crisis funcional que no genera en este momento las condiciones mínimas para que al menos se pueda reunir la gente en un pasillo. Esto obedece en gran medida a unas autoridades universitarias que renunciaron a todo contacto con la vida académica y se conectaron con dos vertientes: La de Te canasta para damas de alta sociedad con eventos sociales y la vía conspirativa en la que se ha suscrito el secretario de nuestra casa de estudios Pablo Aure.

Recuerdo que cuando estudié en la Carabobo y el rector era Ricardo Maldonado, hicimos vigilia varias noches seguidas dentro de las instalaciones del rectorado en contra de la decisión de las autoridades que se habían sumado al paro convocado por Fedecámaras. Entonces pensábamos que no podía haber una rectoría peor. Hoy a la luz de las comparaciones, nos damos cuenta de que sí se podía gobernar la universidad de peor manera. En principio porque entonces, un estudiante podía hablar con el rector interceptándolo en un pasillo (porque antes los rectores daban clase) o hacerle una vigilia en el jardín del rectorado. Ahora hablar con el secretario implica ir a una marcha opositora o a una guarimba para verlo fotografiar a los estudiantes antes de huir irresponsablemente mientras publica twits como si estuviera marchando con los jóvenes.

El maldonadismo también es de derecha y le hicimos en su momento severas críticas y más de una toma a su despacho, pero tenían un mínimo de decoro dentro de su conducta universitaria. Se respetaban unas elementales reglas de juego internas para que no se perdiera la identidad de universitarios.

En la Universidad de Carabobo de hoy, es imposible pensar en eso, ni siquiera es posible quedarse hablando después de una clase porque las autoridades universitarias perdieron todo control del recinto universitario, se ausentaron total y absolutamente de la producción intelectual y de la administración de las condiciones para la actividad docente o de extensión. Nuestro campus terminó siendo un espacio para entrenamiento de juegos de guerra, con un consejo universitario que en vez de poner en agenda la pertinencia de su propia existencia -que viola el principio de la democracia participativa y protagónica- un plan integral para la recuperación de la seguridad en el campus o una estrategia para la reificación de la identidad universitaria, está técnicamente utilizando los recursos del estado para propiciar cambios políticos que no se atreven a hacer por la vía democrática.

Casos concretos y puntuales son la casi desaparición del Orfeón Universitario al que no le han asignado recursos ni siquiera para un uniforme, que tiene una valiosa joven atendiendo los ensayos porque jubilaron a la maestra Aura Marina Ríos sin prever presupuesto destinado para llamar a un concurso que permitiera designar un nuevo titular o la sub utilización de la orquesta de cámara que no la conocen ni los universitarios, son visibles muestras de la opacidad de una universidad que brilló a través de esos íconos culturales antes de que estas autoridades actuales llegaran a arrasar con la identidad de nuestra alma mater para convertirla en un subsidiario de los partidos políticos de derecha.

El secretario de la Universidad de Carabobo, abandonó toda relación con la universidad para embarcar (nos) a los universitarios en su proyecto personal poniendo en riesgo la credibilidad y la razón de la Universitas Carabobensis. La consecuencia es que la sociedad en general comience a considerar las universidades autónomas lugares para el elitismo y la conspiración política, y, como tiene un año casi parada y el mundo sigue igual, podría la gente terminar pensando que no se necesita. Ese desprestigio en el que Pablo Aure y sus secuaces quiere sumergir a la Universidad, no puede ser permitido indiferentemente de la posición política que se tenga frente a los problemas partidistas de índole nacional.

Es necesario aprovechar el pronunciamiento del más alto tribunal del país para: convocar elecciones universitarias que permitan una renovación de las autoridades, recuperar el tiempo perdido de los estudiantes que pacientemente han esperado la solución al conflicto y les posterga su eventual graduación, que se abran espacios para un debate universitario que incluya el tema de la democracia, la investigación y la ciencia pertinente, la identidad universitaria y el tema de la seguridad en el campus.

Son tareas pendientes para el futuro inmediato de mi querida universidad a la que veo padecer en silencio los desmanes de las peores autoridades universitarias que hayamos podido conocer.

Amada universidad tus hijos ante Dios te juramos lealtad por eso invoco la conciencia de los profesores, estudiantes, egresados, empleados, obreros activos o jubilados a evaluar-debatir respetuosamente la pertinencia de estas autoridades que han violado el juramento de defenderla con la mente y la voz.



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