Transitar a un modelo agrícola sustentable, un reto para la revolución venezolana

En los últimos tiempos, el tema de la producción de alimentos se ha convertido en un punto crítico a resolver en el contexto de la revolución bolivariana, y nuevamente nos encontramos frente a dos visiones opuestas, una que mantiene la lógica de los monocultivos y las grandes corporaciones mundiales que convierten los alimentos en mercancía y otra, en contraposición que recrea otra relación de la humanidad con la tierra, que se expresa en la soberanía alimentaria y el buen vivir, donde los territorios, el derecho a la vida y la idiosincrasia de los pueblos tienen un peso estratégico.

Desde esta perspectiva, es necesario conocer algunos antecedentes de la agricultura venezolana, que hasta cercano al siglo XX, era una actividad marginal, como producto del desarrollo de un país rentista, y que posteriormente asentó sus políticas públicas basadas en los programas de ajuste estructurales impuesto por el FMI y el BM, que desmantelaron el aparato productivo nacional. Además de privilegiar los monocultivos y granjas especializadas, que conllevo a generar dependencia tecnológica (por ejemplo: semillas, agroquímicos de síntesis, material genético de la avicultura), así como estrategias que favorecieron las importaciones para algunos rubros como el maíz amarillo y las grasas, con una sentencia habitual: "sale más barato comprar que producir", entre otras causas, lo que arrastro al país a una situación constante de inseguridad alimentaria.

Ante este escenario, el actual Gobierno ha generado diversas propuestas para garantizar la seguridad alimentaria y mejorar los niveles de consumo de alimentos, bajo la modalidad de redes de producción, distribución y venta (MERCALES, PDVALES), cuyos precios son mucho menores a los del mercado nacional. Según el INE, Venezuela logró reducir de 54% a 27,5% el porcentaje de hogares pobres, entre los primeros semestre de 2003 al 2007, en tanto que los hogares en pobreza extrema disminuyeron de 25,1% a 7,6% en el mismo período (Cumbre Mundial sobre la alimentación, 2008). Todo esto se logra a través de enormes importaciones, que logra objetivos importantes pero también sigue generando dependencia alimentaria y nos mantiene bajo la dictadura mundial de las grandes corporaciones, la globalización en los gustos alimentarios en el país.

Ahora bien, en el contexto de la nueva institucionalidad, con un marco legal y un Plan de la Patria que apuesta por un nuevo modelo como es el Ecosocialismo, el reto se hace enorme, porque implica acciones sobre el sistema agroalimentario nacional actual que se caracteriza por ser altamente dependiente de la importación de insumos, materias primas, maquinarias y productos procesados que atentan contra la producción nacional e inciden en un patrón de consumo alejado de nuestros hábitos alimenticios tradicionales (Morales, 2009).

Como resultado nos encontramos en una crisis, que no es solo nacional, la crisis alimentaria es mundial, que se evidencia con mucha fuerza durante 2006-2008 con la alza de los precios de los alimentos, como parte de los efectos de las políticas de ajustes estructurales en la década de los 80, que planteo la sustitución de la agricultura tradicional por agricultura industrial para la exportación sobre todo en los países del sur, bajo la lógica de los imperios de sistemas agroalimentarios globalizados (Delgado, 2010) que culmino en endeudamiento, empobrecimiento y hambre en estas regiones, que actualmente sobreviven de alimentos importados en manos de enormes transnacionales cuando anteriormente producían rubros básicos para su sustento[1], los mismos capitales que hoy deciden que Gobierno colocar en países soberano, coaccionando con planes de acaparamiento y especulación alimentaria, tal como reza una famosa expresión de Henry Kissinger en 1973 "Controla el petróleo y controlarás las naciones; controla los alimentos y controlarás a los pueblos".

Ante este panorama urge repensar y reinterpretar otro modo de producir, donde el Gobierno Venezolano hace una propuesta, el conuco como base para la unidad agro productiva. Esta unidad con una arquitectura fascinante de interrelaciones biodiversas que ha permitido la vida de miles de campesinos-indígenas en todo el territorio de forma sustentable, pero es esencial no olvidar el contexto, de allí parten las siguientes reflexiones:

Reconocer la existencia de las "otras agri-culturas"

Si bien es cierto, que lo anterior caracteriza a nuestra agricultura asociada a la lógica del mercado desde las macro políticas, en lo micro aún se mantiene activa otra forma de producir, otras "agri-culturas", esas que no se enseñan en las universidades y que son despreciadas por los académicos e intelectuales del área, esa que se obvia por no ser "eficiente y altamente productiva", esa que no le sirve al sistema capitalista porque no convierte el alimento en negocio- mercancía, por lo que no es rentable ni para los bolsillos ni para la academia.

Estos espacios de vidas son recreados por los campesin@s, con sus pequeños espacios de producción, participación de la familia, bastiones de resistencia ante un modelo de agricultura industrial de grandes extensiones, que históricamente ha intentado "exterminarlos" o en la mejor lectura del caso de "transformarlo" en "empresarios exitosos del campo", apoyándose en los programas de agricultura familiar promovidos por las grandes ONG y entes financieros. Un campesinado que históricamente ha persistido en todos los tiempos: en las sociedades esclavistas, feudales, capitalistas y socialistas; que hoy lo vemos actuando en la luchas por las tierras, el agua, las semillas, por su derecho a existir.

Estas formas de producir el alimento que se necesita para vivir, no corresponde a patrones ni modelos preestablecidos (patrones tecnológicos de producción), es decir toma diversas formas de hacer y sentir la agricultura según los ambientes y culturas, como un conuco en un cafetal o en el llano o una "trincha"(una especie de huerto flotante) en el Delta del Orinoco, y así varía de un territorio a otro, cargado de historia y de afectos, tal como lo expresa Giraldo (2013:43) "Mediante su trabajo el campesino traza sentimientos, sensaciones, afectos, incorporados en su propio cuerpo. La parcela está escrita en las manos, los brazos, la espalda, las piernas y el sudor de quien la labra (Pardo, 1991). "Crear vínculos" es afecto empático, lo que significa que cualquier perturbación a esa tierra domesticada, es capaz de manifestar perturbaciones que recorren los cuerpos de sus campesinos…"

Las pequeñas agriculturas alimentan al mundo

Reconocer el campesinado como un modelo estratégico de desarrollo de la agricultura desde la soberanía alimentaria y la agroecología es necesario para superar el mito de que solo los sistemas de monocultivos convencionales son eficientes y suficientes para alimentar al mundo.

Al revisar el informe titulado "Perspectivas de la agricultura y del desarrollo rural en las Américas: una mirada hacia América Latina y el Caribe", y publicado por la Cepal, FAO, IICA (2013) específicamente en la tabla aportes de la agricultura campesina se muestra como en trece países de América Latina, la agricultura campesina aporta sustancialmente a la alimentación de los pueblos, con la producción de alimentos y en la generación de trabajo que contribuyen al desarrollo local. "Podemos observar por ejemplo como los campesinos en Guatemala garantizan el 49% del valor de la producción, es decir casi la mitad de la producción agropecuaria del país viene de unidades con área promedio de una hectárea (ha). En Panamá, donde el área promedio es de 4,1 ha, el campesinado asegura 58,3 del valor de la producción. Y así sucesivamente en Honduras, Nicaragua, El Salvador y Costa Rica, lo que implica que en estos países el campesinado garantiza en promedio la mitad del valor bruto producido por la actividad agropecuaria" (Mançano, 21:2014). Esto es un aporte clave porque evidencia que la pequeña agricultura permite producir los rubros bases para alimentar a sus comunidades y los excedentes a las ciudades, además de generar más posibilidades de trabajo en zonas rurales que los agronegocios y por ende el mantenimiento de las familias campesinas.

De las grandes migraciones a la ciudades a la siembra de los nuevos agricultores

Según la Cumbre Mundial de la Alimentación (2008) en Venezuela existen 11 millones 360 mil hectáreas de superficie agrícola, y 14 millones 716 mil hectáreas con vocación pecuaria, de las cuales muchas de ellas son subutilizadas. Como datos del INE (2012) existe una población total de 28.946.101 habitantes de la cual solo un 11, 2% es rural que no implica necesariamente que trabajen la tierra y las que producen son mayoría con destino a la agroindustria, con estos datos referenciales podemos inferir que es imposible hablar de soberanía alimentaria sino ocupamos racionalmente los espacios cultivables.

Revertir el proceso de abandono del campo por la re-siembra de familias agricultoras, implica lidiar con las consecuencias que dejo el abandonó a estos territorios, significa reconocer a los trabajadores de la tierra como sujetos históricos y por tanto participantes activos en la construcción de las políticas pública y la nueva. También dignificar la vida de los medio rurales, mejorando las condiciones con el acceso oportuno a servicios públicos, educación, salud y seguridad. Otro aspecto a considerar es garantizar ingresos justos por su trabajo, por lo que es necesario organizar otros sistemas de comercialización que acorten las cadenas, y profundizar en la propuesta de sistemas alimentarios locales, con la organización de mercados locales.

Promover el asentamiento de nuevos agricultores, de nuevos interesados de la ciudad, implica también ampliar la oferta de ambientes de formación (carreras, cursos, talleres, encuentros), tal como lo hace UBV PFG Agroecología así como otras instituciones, bajo un concepto de toda la comunidad es la universidad, que permite el accionar desde el espacio de trabajo (la parcela) y coincide con los encuentros para la formación a través de la construcción colectiva, de forma que las nuevas generaciones de jóvenes que provienen de esos contextos continúen en esa importante labor así como fortalecer los comunidades de nuevos agricultores.

Pensar en la transición, es necesario.

Un gran desafío para la transformación del modelo agrícola convencional, que además cuenta con el sostén de un sistema educativo y científico de carácter mundial, será pensar de forma sistémica. Entender que no solo existen indicadores económico-productivista, que es una dimensión a evaluar desde el enfoque de la sustentabilidad, que hay otras dimensiones a abordar (ecológica-ambiental, cultural-social, entre muchas otras), que es también el no negarse a la tecnología, pero con uso apropiado, racional y popular implica desarrollar un contingente de técnicos y conocedores, que comprendan que las transformaciones no son inmediatas, ya que la base de estos sistemas están vivos (tierra, agua, semillas) por lo que entender desde lo holístico es indispensable, transitar a otro forma de producir, implica abrir las mentes e ir superando los patrones y modelos cartesianos, es entender que cada agro ecosistema es particular.

Sin duda esta será una de las etapas más complejas como indispensable, implicara muchos esfuerzos, donde veremos avances y retrocesos, desde la diversidad de los territorios y modelos de agricultura tradicionales de cada contexto.

Transformar los patrones de consumo

Es importante promover una metamorfosis en el sistema agroalimentario actual, que está estructurado alrededor del consumo en las ciudades influenciado por el sistema agroalimentario internacional, educar a los consumidores para que puedan conocer que existe un diversidad alimentaria aplastado por las grandes cadenas de comercialización, que los alimentos no salen de un estante, que viene de la tierra y nos conecta a lo sagrado, al metabolismo de la vida, entonces estaremos mas cerca del ecosocialismo.

Otro aspecto a considerar, en esta línea, es aprender a limitar el consumo así como optimizar los procesos de cosecha, empacado, transporte, distribución, según reportes de FAO (2011) la cantidad de desperdicio de alimentos (en referencia a toda la cadena) en las grandes ciudades es alrededor de un tercio de la producción de los alimentos que se pierde o desperdicia en todo el mundo, lo que equivale a aproximadamente 1 300 millones de toneladas al año, es también aprender a renunciar a los excesos para que otros puedan también alimentarse, es tener un sentido de justica y alteridad.

A modo de cierre…

El gobierno revolucionario, ha avanzado sustancialmente desde diversos el planos en esta tarea, desde lo educativo, tenemos universidades (UBV, IALA, Politécnicos), programas de agricultura urbana, algunos espacios de financiamiento como FONDAS donde están proponiendo modalidades de créditos para sistemas diversificados, agroecológicos. Además de áreas de diversas instituciones dedicadas a promover y formar en estos temas de la agricultura con nuevos enfoques (CIARA, INIA, INN). Es también real, que existe un alto nivel de dispersión en estas acciones que muchas veces no conllevan a lo sustancial, urge generar puntos de encuentros y/o coordinación a partir de una política clara y precisa, delimitar la visión desde lo alimentario es esencial.

Es necesario considerar a la agroecología como una mirada de alcance global para el logro de la agricultura sustentable, porque permite combinar la acción de enfoques ecológicos, sociales y políticos, para dar respuesta a la complejidad de las circunstancias socioculturales de los contextos rurales-agrícolas, razón por la cual establece una estrecha relación con los movimientos sociales y las organizaciones campesinas.

En este sentido, es imperante la inclusión de un contingente de hombres y mujeres, capaces de teorizar y llevar adelante la praxis necesaria sobre las transformaciones para desarrollo de la agricultura sustentable, la seguridad y soberanía agroalimentaria, así como, un sistema agroalimentario que fortalezca la producción nacional.

Referencias

Bello, W.2009. Food Wars. Crisis alimentaria y políticas de ajuste estructural. Virus editorial.

Delgado, M. 2010. El sistema agroalimentario globalizado: imperios alimentarios y degradación social y ecológica. Revista de Economía Crítica No 10. Segundo semestre 2010, ISSN: 2013-5254

FAO. 2012. Pérdidas y desperdicio de alimentos en el mundo – Alcance, causas y prevención. Roma

Giraldo, F. 2013. Hacia una ontología de la Agri-Cultura en perspectiva del pensamiento ambiental. Revista Latinoamericana Polis [Enlínea], 34 | 2013. Disponible en http://polis.revues.org/8773 ;DOI : 10.4000/polis.8773

INE. 2011. Informe Dinámica demográfica y pobreza. Censo 2011. Disponible en: http://www.ine.gov.ve/documentos/Demografia/CensodePoblacionyVivienda/pdf/tendencia_pobreza_censo2011.pdf

Mançano B. 2014. Cuando la agricultura familiar es campesina. En: Agriculturas campesinas en Latinoamérica. Propuestas y desafíos. Francisco Hidalgo F. François Houtart. Pilar Lizárraga A. [Editores]. Instituto de Altos Estudios Nacionales Ecuador - Quito

MARÍN, R. 1982. Uso Actual Agropecuario por Sistemas Agrícolas: Sistemas Ambientales Venezolanos. Ministerio del Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables y Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Caracas

Morales, A. 2009. La cuestión agroalimentaria. Nueva Sociedad No 223, septiembre-octubre de 2009, ISSN: 0251-3552.

República Bolivariana de Venezuela. 2008. Informe Nacional de Seguimiento de la aplicación del plan de acción de la Cumbre Mundial sobre la alimentación. Disponible en: ftp://ftp.fao.org/docrep/fao/meeting/013/ai752s.pdf

Agradecimientos: estas reflexiones es parte de muchas conversaciones con compañeros, colegas y maestros de vida.

Por: Olga Domené-Painenao

Docente e investigadora del PFG en Agroecología UBV. Miembro de la Sociedad Latinoamericana de Agroecología (SOCLA-Capitulo Venezuela). Militante del Movimiento Slow Food.


[1] "Igual que México, en el caso del maíz, a principio del 2008 Filipinas apareció en los titulares de la prensa a causa de su enorme déficit de arroz. El país había pasado de ser un exportador nato de alimentos a ser un importador neto a mediado de los noventa…"(Bello, 2012:104)



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