Una reflexión para iniciar la primera revolución propuesta por el Presidente Maduro

Romper con el modelo del monocultivo es una cuestión de sistema (capitalismo) y cultural, también un problema en el que es necesario responder con políticas y estrategias tendientes a lograr el objetivo de soberanía y seguridad agroalimentaria, el cual sólo es posible conquistar con la participación de los trabajadores y campesinos.
Los procesos de colonización, neo-colonización y posteriormente los intentos de independencia política y económica de las nuevas Repúblicas, no lograron la transformación de las fuerzas productivas del campo venezolano.

Las pocas conquistas de los trabajadores y campesinos en materias como redistribución de la tierra a quien la trabaje, de avance científico y tecnológico, de falsas y fracasadas reformas agrarias no han logrado alcanzar estados de producción óptimos; en otras palabras, la agricultura venezolana quedó rezagada hasta para el mismo desarrollo del capitalismo dependiente.

Los hacendados, dueños de hatos ganaderos y terrófagos no han logrado impulsar un sólido sistema de producción agrícola, han reducido esta actividad económica a una parte de un eslabón de la producción donde el menos favorecido es el pequeño y mediano productor.
El campesino pobre es víctima de las grandes mafias de intermediarios o de cualquier otro usurero que se beneficia del trabajo del hombre y la mujer campesina.

El problema del latifundio con su sistema social degenerado, con sus trabajadores que viven en condiciones de servidumbre propias de siglos pasados, hace más deplorable la situación de los pocos campesinos y trabajadores que aún se mantienen en el campo. El sistema de concentración de la tierra y el uso de paquetes tecnológicos impuestos por las trasnacionales que mercantilizan los alimentos (revolución verde), además de hacer más desolado el territorio, influyó de forma determinante en que se requirieran cada vez menos trabajadores para realizar labores agrícolas, se introdujeron braceros colombianos y de otros países, los canarios tomaron en sus manos muchos negocios, como el de los agro-insumos; produciendo mucho sin cuidar los frágiles suelos y las reservas acuíferas, y aplicando dosis exageradas de químicos y venenos, muchos de ellos prohibidos en otras partes del mundo.

Esta manera de ver la agricultura terminó incrementando los campos de monocultivos, entre ellos el arroz, caña de azúcar, ajonjolí, girasol, plátano, soya, papa, palma africana, maíz, y transgénicos; cultivos que por su explotación extensiva requirieron para su explotación mano de obra asalariada. Se sustituyeron a los campesinos, que luego de ser productores casi independientes pasaron a ser asalariados del campo, y se les disminuyeron sus derechos y la protección social del trabajo, en comparación a los trabajadores de la ciudad.

Los cultivadores de raíces y tubérculos (como la yuca), los hortaliceros, caficultores, cacaoteros, auyameros, maniceros, apicultores, naranjeros, sisaleros, sembradores de ocumo y apio, entre otros, fueron disminuyendo y con ellos sus conucos y las técnicas ancestrales que muchos llaman "vegecultura" (porque utilizan para su reproducción parte de la planta, estacas o raíces). Este fenómeno afectó la producción de alimentos, ya que las actividades mencionadas, en buena medida satisfacían las necesidades de un mercado local, con su respectivo impacto en el costo de los alimentos y por la fácil ubicación en las despensas de las bodegas y casas comerciales, hacían de la escasez de alimentos algo realmente desconocido; en contraposición, el monocultivo trajo como consecuencia la dependencia en el consumo y producción de alimentos.

En opinión de los antropólogos el problema pasa por revisar desde conceptos hasta políticas, a fin de poder recomponer las fuerzas que permitan desarrollar realmente la agricultura, para ello proponen incorporar a la discusión la cuestión “tecno-económica”, categoría que incluye una perspectiva socioeconómica, "como el instrumental y los diversos modos de organización del trabajo estructurado por las relaciones sociales", de allí que, la agricultura dentro de esta perspectiva sea definida como "un sistema tecno económico capaz de producir alimentos”. Desde este enfoque Mario Sanoja entiende la agricultura “como un sistema agrario que presenta los siguientes componentes: el componente ambiental ecológico, el tecnológico y el componente económico-social” (Sanoja, 1981). Esta mirada impone un viraje de 180 grados en el modelo productivo agrícola, en vista de que plantea romper con las leyes de acumulación capitalista que impiden tener una verdadera prosperidad agropecuaria.

Insistimos, en estos momentos es preciso desarrollar un modelo o una economía agrícola de tipo "colectivista que trabaje a gran escala", de lo contrario de nada servirá la fusión de ministerios (como en el caso de Alimentación, Agricultura y Tierras) si no desmontamos el modelo de emirato petrolero, que en palabras de Domingo Alberto Rangel “fue el responsable del estancamiento agrícola de Venezuela.

Para ello es necesario la participación, ya lo decía el Comandante Chávez: invocar "el poder creador del pueblo”. Voy a parafrasear al Che Guevara: nunca se podrá hacer socialismo, con los métodos mellados del capitalismo no se puede solucionar el drama de la pobreza y la desigualdad. Sólo con las armas nuevas, creativas, producto de los poderes creadores del pueblo es que vamos a ir solucionado esos problemas, “sólo el pueblo salva al pueblo”, la comunidad organizada, el saber popular, es un despertar de saberes de participación.

"Allí está la formula, ahora: ¿Quién le pone el cascabel al gato?


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Arnaldo Guédez


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