El Latifundio, alambre de púas y éxodo campesino

Tal vez una de las consecuencias más perjudiciales de la implementación del régimen latifundista en los campos venezolanos fue el éxodo campesino, pues ante las inmisericordes condiciones de explotación, los campesinos no sólo abandonaron sus propiedades ancestrales y prácticas agrícolas, sino también pasaron a conformar esa gran masa de población que se agolparon alrededor de las principales ciudades formando los cinturones de miseria o barrios populares.

Para muchos historiadores, el avance del alambre de púa sobre los conucos y sementeras de los campesinos, significó el elemento más nefasto de las prácticas del régimen latifundista sobre la geografía venezolana. En cuanto a esto, J. Salazar (2007) señala lo siguiente: "El equilibrio en el campo se rompió cuando llegó a las casas de comercio, un elemento comercial nefasto e inesperado, el alambre de púas, perturbador de la vida campesina que fue acabando, con la prosperidad de aquella agricultura de conucos, tan nefasto resultó el alambre de púas, como la magnitud de su voracidad por enguirse la tierra que lo bautizaron con el nombre de: Lengua Terrofagia".

La definición del régimen del Latifundio, puede darnos una idea de lo pernicioso de este sistema de explotación del campesino: "El latifundio impide el progreso económico e intelectual de los pueblos, a la vez que riñe con la estructura democrática que proclaman nuestras constituciones" (L. Osorio).

Los campesinos venezolanos, que para el segundo cuarto del siglo veinte significaban el segundo sector en importancia numérica, aunque el primero en productividad económicamente hablando, se vieron arrollados ante el avance indiscriminado del alambre de púas y del latifundio, se vieron acosados y diezmados, por lo que no tuvieron otra opción que tomar la dolorosa determinación de abandonar sus tierras o someterse al régimen de servidumbre y atraso que implica el latifundio: "El régimen de propiedad de la tierra es el que afecta más directa y profundamente la evolución social y económica de los pueblos" (A. Warteurs).

Evidentemente esto es indiscutible, así lo demuestra la realidad venezolana luego de la dictadura “terrófaga” de Juan Vicente Gómez. Para su muerte en 1936, casi el 80% de la población era analfabeta y existían según el filósofo Pedro Grases, unas dos universidades, tres liceos y unas muy pocas escuelas de educación primaria en el país nacional, esto es prueba irrefutable del atraso no sólo en materia de agricultura, sino que explica la situación de miseria que azotaba a la vida de toda la nación.

A los campesinos que no pudieron emigrar a otros lugares del país no les quedó otro camino que convertirse o someterse al régimen de servidumbre, que como afirman los autores citados, representan las formas de atraso y crueldad que con mayor acento condicionan la pobreza material y espiritual de los campos "Despotismo y Latifundio son términos correlativos" (Mariátegui).

Esa es la verdad de la cual venimos, es la deuda que le corresponde asumir a la Revolución Bolivariana, reivindicar la vida campesina como una cultura que jamás se ha debido abandonar; la repoblación de nuestros espacios agrícolas acompañados de una verdadera educación para la vida digna es una de las alternativas posibles para que "el vivir viviendo" deje de ser una utopía y la toparquía, de la que hablaba Simón Rodríguez, se convierta en una realidad.


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Arnaldo Guédez


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