Investigación al fondo de la charca de la OEA: El complot gringo para acabar con América Latina

“Si alguna república permanece largo tiempo en América,

me inclino a pensar que será la chilena.

Jamás se ha extinguido allí el espíritu de libertad.”

Palabras citadas por Salvador Allende en su discurso inaugural,

en el estadio Nacional, el 5 de noviembre de 1970



Después de la muerte del Che Guevara, un ambiente de honda desolación moral y política abrasó a toda América Latina. Luego otro golpe brutal: el asesinado del presidente Salvador Allende. Quedaban ya pocos, ¿a quién le tocaría ahora? ¿a Fidel Castro?

Así, con asesinatos a crédito, se pretendía cerrarnos todos los caminos y todas las esperanzas en nuestro continente. Eliminado el Che, cayó después Inti Peredo en Bolivia, seguidamente el profesor Alberto Lovera en Venezuela. Más tarde, miles de revolucionarios asesinados en Argentina, Colombia, Perú, Ecuador, Brasil, Bolivia, Uruguay, Paraguay, Haití, República Dominicana, Nicaragua, Guatemala, El Salvador, Honduras… América, un reguero de sangre por todas partes, y también un silencio inconmensurablemente escandaloso, bestial. Sólo la voz de Fidel quedaba en este mundo. No hubo en toda Venezuela una sola protesta contra el espantoso crimen cometido contra Allende. Cómo estaban cambiando los tiempos. El Partido Comunista de Venezuela prácticamente se había domesticado y parecía una mascota de los grandes dueños del poder económico. Los dirigentes de la llamada izquierda nacional no querían más problemas ni conflictos con el status quo. Todo aquello fue un silencio vergonzoso, monstruoso, inmoral.

En el caso del Che, Allende reconoció: “La noticia de su asesinato me causó un pesar profundo. Compartí el dolor de miles y miles de mis compatriotas. En verdad, que he conocido muchos hombres en las más altas responsabilidades, pero dos personas me han impresionado por algo que no he encontrado en otras, su mirada: el Che Guevara y Chou En Lai. En ambas había una fuerza interior, en ambas había firmeza, en ambas había ironía. Cuando conversaba con el Comandante Guevara y lo miraba, sabía la respuesta antes que él la dijera con palabras. En sus ojos ví muchas veces ternura y soledad. Lo que siempre me golpeó fue esa respuesta que sin ser dicha yo veía en sus ojos.”.

Cuántos siglos tardan los pueblos en parir hombres como esos. Después tuvimos otro golpe, la muerte de Inti Peredo a quien rodearon por más de una hora en un asalto de 150 efectivos de la policía mientras él les gritaba: “¡No me agarrarán vivo!”

Entonces, la América toda quedó sujetada por el cuello por los cuervos de todas las calañas, hasta que apareció el comandante Hugo Chávez, quien al fin, ha sacado de sus tumbas a todos aquellos héroes silenciados durante siglos: Bolívar, Miranda, Sucre, Artigas, Martí, Sandino, Eloy Alfaro, Pancho Villa, Zamora, Zapata, Simón Rodríguez, Gaitán, Luis Carlos Prestes, Arbenz, Perón, Torrijo,… Allende…

¿Cuánto podía durar Salvador Allende en el poder, obligado a no tocar en nada a la institucionalidad burguesa? ¿Cuánto soportar, rodeado como estaba por una América servil y atada al imperio norteamericano?

El Congreso en pleno, proclamó a Salvador Allende presidente de la República por el período comprendido entre el 3 de noviembre de 1970 y el 3 de noviembre de 1976. Desde este mismo momento en toda América Latina se encendieron las alarmas. Todavía palpitaban en los pueblos las conmociones provocadas por la resistencia de Venezuela a la visita de Richard Nixon en Caracas, donde casi le matan; en aquel fervor revolucionario, Rómulo Betancourt, convertido en todo en un experto de la intriga y del engaño a favor de los yanquis, supo sortear con extraordinaria maña el inicio de un incendio que pudo arrasar con todas las oligarquías de América Latina.

Muy viva estaba la resistencia del pueblo dominicano a la invasión yanqui (con la venia de la OEA) que acabará en 1973, con el trágico fin del coronel Francisco Caamaño. Y finalmente restos de la gran gesta de la revolución cubana y de la lucha del Che en Bolivia, que podían avivarse con el triunfo de Allende en Chile. El ex presidente Rómulo Betancourt, poco antes de conocerse el triunfo de Allende, se adelantó a las decisiones que ya tenía tomadas el Departamento de Estado, y declaró: “Si Allende es electo Presidente de Chile y restablece relaciones con el despotismo de La Habana, allá él con su responsabilidad.[1]”

Todos los niños mimados del Pentágono se pusieron en acción, decididos a asfixiar en la cuna a aquella revolución que apenas nacía. En una palabra, Allende estaba asediado: en Colombia gobernaba Misael Pastrana Borrero, de la más pura y rancia oligarquía colombiana; un jesuita que había hecho el perfecto recorrido que siguen todos los grandes santanderistas y fascistas de ese país. Pasó en su juventud por el Colegio San Bartolomé de Bogotá, tomó cursos de retórica con los ensotanados de la ultra-derecha neogranadina y para perfeccionar aún más estas habilidades demagógicas y trapaceras, hizo pasantías como Secretario de la Embajada colombiana ante el Vaticano. De aquí, la decisión fue destinarle a Washington como Ministro Consejero de la Embajada ante los EEUU de América (donde haría sus primeros pininos como agente al servicio del Departamento de Estado para América Latina). Luego se destacó por su trabajo como Gerente de la Caja Agraria en Nueva York, y a partir de 1959, se convirtió en apoderado en Colombia de varias multinacionales norteamericanas. Cualquier parecido con Vicente Fox no es ninguna casualidad. Entre 1963 y 1965 fue presidente de Celanese Colombiana, subsidiaria en el país de la multinacional norteamericana del textil.

Durante el mandato de Carlos Lleras Restrepo, Misael Pastrana Borrero fue Embajador ante el gobierno de Washington para luego regresar convertido en el mandamás de Colombia.

En Ecuador, cumplía con su sexto período como gobernante, José María Velasco Ibarra, hombre difuso y divagador de la demagogia latinoamericana; el perfecto gobernante al gusto del Departamento de Estado norteamericano, que en todas sus acciones jamás molesta al policía del planeta. En Bolivia, el Supremo era Hugo Banzer Suárez (furibundo anticomunista), quien recibía decidido apoyo directo de Estados Unidos, y quien trabajaba todas sus decisiones muy coordinadamente con la CIA. Fue de los más comprometidos con el Plan Cóndor, y todos los recursos de su Estado los colocó en función del buen éxito de este operativo ultra represivo y anti-izquierdista que puso en funcionamiento además de Bolivia, los gobiernos militares de Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Chile. Operativo que produjo en los setenta más cien mil muertos.

La derecha chilena, experta en crueldades infinitas, se aprestó para enfrentar los cambios que apenas estaba anunciando don Salvador Allende. Lo que más le preocupaba era que el pueblo no se organizara. Cuando el Presidente hizo sus primeros anuncios revolucionarios, esta derecha arreció sus contactos con Washington y comenzó a evaluar su poder en el alto mando de las Fuerzas Armadas y en el cuerpo de Carabineros. Ya la CIA había mostrado sus garras en un acto como lo fue el asesinato del general René Schneider Chereau, que en definitiva fue lo que aseguró el triunfo de Allende en el Congreso.

Pero todas las alarmas estaban disparadas, sobre todo cuando una de las consignas primordiales del gobierno allendista fue en todo momento decir: “No a la guerra civil”.

Fatal error.

Se estaba cayendo exactamente en la misma actitud vacilante de los republicanos españoles después de 1936, cuando en todo momento se negaron a armar al pueblo; luego, cuando trataron de hacerlo, era tarde.

En Chile la situación era harto peligrosa porque de armarse a ese pueblo, los vecinos ya tenían preparado un plan: declararle una guerra a gran escala. Motivos había de sobra. Sería una gran guerra internacional. En Argentina se encontraba gobernando Roberto Marcelo Levingston, un militar que le hacía servicios a la CIA y que se desempeñó durante un tiempo como agregado militar en la Embajada Argentina en Washington; en Brasil se encontraba en el poder Emílio Garrastazu Médici, quien gobernó el país con desbordada frialdad terrorista. O movimento estudantil e sindical estavam contidos e silenciados pela repressão policial. Durante el mandato de Garrastazu Médici, los movimientos estudiantiles y sindicales fueron reprimidos y silenciados con sevicia. Nesse período é que se deram a maior parte dos desaparecimentos políticos ea tortura tornou-se prática comum dos DOI-CODIs, órgãos governamentais responsáveis por anular os esquerdistas. En este período se dan las peores desapariciones políticas, las más bestiales torturas a todos los luchadores de izquierda. Emílio Garrastazu Médici, visitó Washington entre el 7 y el 9 de diciembre de 1971, cuando aun no se había definido el resultado de las elecciones uruguayas, precisamente para impedir que allí un frente popular similar al que había hecho victorioso a Allende pudiera consolidarse. Garrastazu Médici sostuvo varias reuniones con el Presidente Nixon, el Asesor de Seguridad Nacional Henry Kissinger, el Secretario de Estado William Rogers y el Subjefe de la CIA, Vernon Walters. En varios de los memorandos sobre las conversaciones con el presidente brasileño, Richard Nixon menciona la ayuda de Brasil para torcer la voluntad popular en las elecciones uruguayas. Henry Kissinger reconoció el gran apoyo dado por Garrastazu Médici a la Doctrina Nixon (Betancourt) en América Latina. Una doctrina que le daba un papel preponderante a Brasil como potencia regional (siempre subsidiaria de los intereses de los EEUU).

En Paraguay, Alfredo Stroessner seguía siendo el anticomunista más ejemplar del continente después de Anastasio Somoza. Cada año, Alfredo Stroessner pasaba un informe a Washington en el que el gobierno informaba detalladamente de las 4 000 personas que en nombre de la libertad eran eliminadas, empleando la tortura, el secuestro, el asesinato político. Su lema favorito era: "por lo menos no somos comunistas". Ya se sabe que Stroessner tuvo siempre una especial simpatía por los nazis, garantizándoles asilo a varios de ellos en el Paraguay, incluyendo al monstruo Dr. Josef Mengele. El vecino de Uruguay, estaba controlado por Jorge Pacheco Areco quien en nada se diferenciaba en sus métodos represivos de Garrastazu Médici. Pacheco Areco, utilizó las medidas excepcionales para reprimir las protestas sociales, y la guerrilla del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros; cerró y censuró medios de comunicación e ilegalizó a partidos políticos de izquierda.

Carlos Lleras Restrepo, Misael Pastrana Borrero, Hugo Banzer, Garrastazu Médici, Pacheco Areco, Alfredo Stroessner, muy bien relacionados con Henry Kissinger, les debió sonar desastroso que entre las primeras cuarenta medidas del Gobierno de la Unidad Popular, se encontrase el poner fin a los vínculos de Chile con el Fondo Monetario Internacional. Mucho más cuando Allende les habló de manera clara y contundente, en su discurso inaugural, en el estadio Nacional, el 5 de noviembre de 1970: “Ya es tiempo de decir que nosotros, los pueblos subdesarrollados, fracasamos en la historia. Fuimos colonias en la civilización agrario-mercantil. Somos apenas naciones neocoloniales en la civilización urbano industrial. Y en la nueva civilización que emerge, amenaza continuar nuestra dependencia. Hemos sido pueblos explotados. Aquellos que no existen para sí, sino para contribuir a la prosperidad ajena. ¿Y cuál es la causa de nuestro atraso? ¿Quién es el responsable del subdesarrollo en que estamos metidos? Tras muchas deformaciones y engaños, el pueblo ha comprendido […] las causas reales de nuestro subdesarrollo están en el sistema. En este sistema capitalista dependiente que, en el plano interno, opone las mayorías necesitadas a minorías ricas, y en el plano internacional opone los pueblos poderosos a los pobres y los más costean la prosperidad de los menos”.


[1] Ediciones Centauro, El General Betancourt y otros escritos (1970), op. cit., pág. 118.



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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