Lo último
que nos traen los Magos del edificio Berlaymont: la legalización de
la jornada laboral de hasta 65 horas en el espacio UE. O séase, todo
un triunfo para la clase trabajadora según el bueno de Vladimir Spidla,
a la sazón Comisario para Asuntos Sociales de la Unión Europea (risas),
que afirmaba sin intención humorística aparente que la medida era
“un nuevo impulso para la Europa social”. Presto, me dirigí hacia
el calendario para comprobar que no nos encontrábamos a 28 de diciembre.
No, estábamos en junio. Un junio, por cierto, con el paso cambiado
por el cambio climático. Ahora “se abre la posibilidad” para que
el trabajador “que quiera”, en “acuerdo” (fraternal) con el
empresario trabaje hasta 65 horas semanales.
Entiéndame
apreciado lector, no es que no me alegre que ahora los trabajadores
europeos tengamos “la libertad” de trabajar más tiempo, sin que
el Estado nos “imponga” una jornada de “sólo 40 a 48 horas”.
No. Sólo que estuve haciendo cuentas y verán queridos amigos a que
conclusiones más pueriles llegué. Trabajar 65 horas equivale a decir
13 horas en 5 días o bien 11 horas de lunes a viernes y 10 horas el
sábado. Entonces suponiendo el primer caso tendríamos: 13 horas de
trabajo más las 8 de sueño que recomienda la Organización Mundial
de la Salud. Esto ya hacen 21 horas y si mal no recuerdo, de cuando
frecuentaba la escuela, el día se compone de 24. O sea, quedan únicamente
3 horas para todo lo demás. Y, cuando digo todo lo demás, no me
refiero al tiempo libre, me refiero a TODO LO DEMÁS: ir al banco,
papeles del día a día, la Seguridad Social, la compra, el aseo personal,
hacer la comida, comer y por supuesto no hablemos de quien tenga hijos
o el cuidado de personas mayores. Como observará el lector atento,
no he citado hacer el amor o estar con la pareja. Serán tiempos de
castidad permanente con alta fogosidad los domingos si el cuerpo aguanta
las “jornaditas” de la semana. Olvídense de preparar una cena romántica
con velas para la pareja en caso de que alguna vez se les ocurriera
tal idea. No habrá tiempo, no nos engañemos. Todo sea por el progreso
europeo de los empresa... digo de todos los europeos.
Pongámonos
un poco serios . Lo intentaré, no prometo nada. Y más después de
que me pasara a la risoterapia postmodernista como ideología pertinente
para los tiempos que corren, en detrimento del marxismo que según el
doctor me subía la tensión. Así que cambié de Karl al mundo de la
risa para alejar de mi la idea de empuñar un arma y luchar a lo romántico
contra tanto hijo de...¡Perdón, perdón! ¿Ven lo que les decía de
los cambios de ritmo? Al final, me dará la pájara y yo sin acabar
el artículo. Volviendo, ¿y qué tienen que ver con las dichosas 65
horas los pobres inmigrantes? Bien, utilizando un análisis de clase
(Padre perdónales, no saben lo que hacen) o el sentido común de mi
querida madre (más dentro de la legalidad de nuestro querido Estado
de Derechas), hilaré dos realidades sin ser excesivamente mal pensado.
En tiempos
de vacas gordas, los capitalistas (quiero decir empresarios) para ampliar
el margen de beneficios, utilizaban a la clase trabajadora sin papeles
(digo ilegales) para bajar la media salarial del conjunto de los trabajadores
fueran sin o con papeles. Podían permitírselo porque tenían unos
índices de paro cómodos para el sistema como sabe cualquier hijo de
vecino que estudie Administración y Dirección de Empresas (popularmente
ADE).
En cambio,
al venir las vacas flacas, el asunto cambia y bastante. Después
de jugar tanto a la especulación más desaforada y con las crisis estructurales
que también salen a flote más fuertes que nunca, como es el caso de
los precios del petróleo, la superpoblación, la degradación del Planeta...
ahora, el capitalismo (digo libre mercado, sociedad libre u occidental)
no tiene margen. Los capitalistas deben ahora sí, echar el excedente
de mano de obra preocupante para SU orden dentro de la Unión
Europea. El mismo Zapatero nos lo dejó claro en su entrevista con Juan
Ramón Lucas en RNE el 19 de junio, cuando dijo que “la inmigración
va vinculada al mercado laboral”. Gracias por quitarnos cualquier
tipo de duda Presidente. Y no sólo eso, más importante, deben “inmigrizar”
la mano de obra nacional para mantener las tasas de ganancias a las
que la casta superior de nuestra sociedad y motor del progreso continúo,
los empresarios, tuvieron a bien acostumbrarse. De aquí la Directiva
de las 65 horas, que a nuestro querido ZP le parece muy mal, como también
le parece “exagerada” la permanencia en centro de reclusión para
inmigrantes hasta un año y medio (547’5 días), ya que el bueno de
su ministro sólo pedía ampliarla de los 40 días actuales, que (según
él) rigen en España, a 60. Todo le parece un poco mal a nuestro presidente,
pero el marco legal ya está preparado para que, cuando los empresarios
que financian las campañas de su partido (el PPSOE) se lo exijan en
aras de enfrentar la crisis, haciendo sacrificios (ajenos), nuestro
querido hombre mire para otro lado y se escude en que no puede hacer
nada porque son leyes europeas.
Resumiendo,
los inmigrantes se van porque sobra mano de obra parada. Los
de dentro se quedan pero jugando a partir de ahora a ser los primeros.
Ahora la clase trabajadora autóctona, antes alienada con el consumismo
irreal financiado a base de préstamos fáciles por los bancos, con
un dinero inflado por la contabilidad tramposa y por el expolio imperialista
a los países empobrecidos, se va a dar cuenta cuál era la realidad
de sus hermanos trabajadores indocumentados. Realidad tan constantemente
ignorada antes a base de pantallas de alta definición, cremas antiarrugas,
tardes en el centro comercial y televisión por cable. Ahora los que
fueron verdugos pasivos1 se transformaran en victimas activas
del capitalismo euroferoz. Volveremos al siglo XIX no en una divertida
máquina del tiempo inventada por un científico loco, sino por la política
de horas y palos que nos trae/traerá la muy social Unión Europea Capitalista
(digo Europa). Lindeces como las 65 horas, la privatización de la enseñanza
universitaria con el Plan de Bolonia y de todo lo que queda público,
las medidas fascistas de campos de internos de hasta 1 año y medio
para inmigrantes incluidos menores antes de repatriarlos, etc.
Así las cosas
sólo nos queda preguntarnos, ¿Cuándo la clase trabajadora abrirá
los ojos entendiendo que su lucha es a nivel mundial, que su única
oportunidad es la unión máxima de los trabajadores de todo el mundo?
Que, si los inmigrantes no tienen voto, significa que 4 millones y medio2
de los suyos están amordazados y que los empresarios saldrán ganando.
Que, si son ciudadanos de segunda, no irán a la huelga y serán trabajadores
sumisos que presionaran a la baja sus salarios. Que, si faltan becas
o las listas de espera de la Seguridad Social son largas, no es
porque “ellos nos quiten lo que es de los españoles”, sino porque
el dinero va a financiar los negocios de los capitalistas, que por cierto,
cada día pagan menos a Hacienda. Que, con la que se nos viene encima,
lo más sensato no es endeudarse a 40 años con un banco, que tarde
o temprano evaporará nuestro dinero mirando para otro lado como ya
ocurrió en Argentina y en tantos otros países donde se garantizaba
que eso no pasaría jamás; sino juntarnos, desde ya, todos los que
nos ganamos la vida con el esfuerzo propio y no con el robo del ajeno.
Juntarnos todos y tomar posiciones. La batalla se presiente dura y la
unión hace la fuerza. Mejor acompañados, es nuestra única oportunidad.
* Jon Juanma
es el seudónimo artístico/revolucionario de Jon E. Illescas Martínez,
Licenciado en Bellas Artes, artista plástico, analista político y
teórico del socialismo.
Para cualquier comentario con el autor, sobre el artículo, o sobre las ideas aquí expuestas:
Para ver parte de la obra plástica y literaria del autor:
http://jon-juanma.artelista
http://jonjuanma.blogspot.com/
Notas:
- Me refiero a los obreros autóctonos de la llamada clase media, por supuesto, no a los “currelas” de toda la vida que trabajan lo mismo y viven casi igual de mal con o sin inmigrantes.
- Según el Instituto Nacional de Estadística en su Informe sobre Inmigración de 2007, son 4.519.554, o sea un 9,99% de la población del país. 1 de cada 10 personas que residen en España.